El teletrabajo: ¿es la pera o puede fastidiarte la salud física y mental?
Image: REUTERS/Jose Luis Gonzalez
Te levantas, sales a correr, te das una ducha y bajas a tomar el desayuno en el bar que hay debajo de casa. A tu ritmo, sin demasiadas prisas. Luego te subes a casa y, en lugar de ir cagando leches para meterte lo antes posible en el coche y lidiar con los atascos propios de primera hora de la mañana, te pones ropa cómoda y te quedas trabajando en el saloncito de casa.
El teletrabajo se ha convertido en una especie de paraíso soñado para muchos trabajadores. Y en una realidad para ese 6,6% de empleados que, según informes recientes, practican el trabajo en remoto en España. Una cifra que se dispara hasta el 43% en el caso de los estadounidenses que trabajan (al menos, parcialmente) desde casa.
Pero, a veces, trabajar en remoto puede llegar a afectar al bienestar físico de los curritos. Es más, según diversos estudios sobre tendencias actuales en torno al teletrabajo, esta modalidad presenta algunos inconvenientes para la salud (mental y física) de muchos de quienes lo practican.
«El trabajo fuera de la casa tiene la importancia de organizar la vida ya que obliga a vestirse, arreglarse, salir y socializar, cosas que también son funciones de cualquier trabajo», cuenta la psicóloga clínica y laboral Sonia Vaccaro. «La salud psíquica puede verse favorecida en la medida que la persona tenga una capacidad de programación y constancia en su tarea, ya que hace sentir menos presión laboral y sensación de control de su tiempo».
Para los trabajadores en remoto que también trabajan por cuenta propia, el teletrabajo parece ser una opción maravillosa. Según Peter Warr, profesor emérito del Instituto de Psicología del Trabajo (IWP) de la Universidad de Sheffield, estos trabajadores experimentarán mayores niveles de satisfacción laboral y bienestar que aquellos compañeros en roles de trabajo tradicionales.
Warr asegura en una de sus últimas investigaciones que, suponiendo que los ingresos de una persona que trabaja por cuenta propia sean adecuados, su libertad para establecer su propio cronograma y completar el trabajo como lo considere oportuno es un gran predictor de su felicidad relacionada con el trabajo.
Por su parte, el catedrático de Psicología del Trabajo y las Organizaciones José Ramos recuerda que el trabajo remoto, especialmente de los trabajadores por cuenta ajena, presenta una serie de ventajas tanto desde el punto de vista del trabajador como de su empresa, pero también puede suponer desventajas e incluso costes importantes.
«Los aspectos más favorables del trabajo remoto tienen que ver con su mayor flexibilidad a la hora de organizar las tareas y el horario de las mismas (aunque el grado de flexibilidad pueda variar de un trabajo a otro) y, sobre todo, las posibilidades de conciliación del trabajo con otras esferas de la vida que ello permite, como el cuidado de la familia, actividades de ocio y tiempo libre o mayor flexibilidad para las relaciones personales no laborales», explica el profesor.
Eso, sin olvidar que también hay una reducción de los costes de acceso al trabajo –en lo que a tiempo y dinero se refiere–, «y la posibilidad de adaptar la jornada de trabajo a las preferencias del trabajador –madrugar más o menos, o trabajar en periodos más cortos con más o menos pausas–, lo que permitiría un mejor ajuste, un mayor rendimiento y, en ocasiones, mayor satisfacción laboral».
Así pues, Ramos considera que, al menos, existen tres elementos que pueden ser bastante problemáticos para los trabajadores en remoto:
El desdibujamiento de las fronteras entre el trabajo y el no trabajo. «Quien trabaja desde su casa puede sentir a menudo que su casa deja de ser tal para convertirse en la oficina. Además, hay muchas posibilidades de que el horario de trabajo comience a invadir parte del tiempo personal. Sin embargo, esta desventaja, con el carácter invasivo de las nuevas tecnologías, puede afectar también a muchos trabajadores que desempeñan parte de su labor en la sede de la empresa», explica.
Al trabajar separado de los compañeros (y de los jefes), no solo se pierden las relaciones interpersonales, sino también una fuente de oportunidades y de información.
«Los trabajadores remotos pueden perder oportunidades de formación, de promoción e incluso pueden desconocer aspectos relevantes del trabajo ya que apenas entran en contacto con otros miembros de la empresa de forma presencial (rumores, información relevante, aprendizaje de buenas prácticas, etc.)», argumenta Ramos, quien añade que también se puede ver afectada la evaluación de su trabajo por parte de los supervisores o sus usuarios.
Al trabajar en solitario, algunas personas pueden tener mayores dificultades para organizarse su tiempo de trabajo. «Pueden ver su labor interrumpida con mayor frecuencia, a veces de manera voluntaria, y sufrir mayores distracciones, lo que puede comprometer su desempeño», señala.
Para él, la evidencia disponible demuestra que una mayoría de los trabajadores en remoto mejoran su desempeño profesional, pero una minoría significativa –algunos estudios lo cifran en uno de cada cinco trabajadores– presenta un desempeño más reducido que el que realizaba antes de trabajar de forma remota.
Por otro lado, una encuesta reciente descubrió que los trabajadores en remoto son mucho más propensos a hacer algo de ejercicio y comer bien que sus colegas de oficina. «Desde luego, comer con mayor frecuencia en casa tiene efectos positivos para la salud, frente a comer en la oficina (literalmente) o en lugares cercanos como consecuencia de las jornadas partidas», señala a nuestra revista el profesor.
«La mayor flexibilidad horaria del trabajo remoto también favorece la actividad física, aunque solo sea por el tiempo que se ahorra en desplazamientos. Ahora bien, estos beneficios sobre la salud son indirectos. Los efectos más sustanciales del trabajo remoto sobre la salud tienen que ver con un mayor ajuste entre las demandas laborales y las características y preferencias del trabajador, así como con su situación personal y familiar», añade.
Por su parte, una investigación de la Universidad de Cornell encuentra que los trabajadores en remoto corren un mayor riesgo de sentirse más aislados personal y profesionalmente que aquellos compañeros que no trabajan desde casa. Ese aislamiento social conlleva un aumento significativo tanto en el riesgo de mortalidad como en el de sufrir un ataque cardíaco o algún accidente cerebrovascular. Y otros estudios han llegado a vincular el aislamiento social con la depresión y los problemas para dormir.
Lógicamente, los riesgos para la salud de esos trabajadores en remoto que pueden disfrutar sin problemas de amigos y familiares que como ellos trabajan a distancia son mínimos. «No creo que se pueda decir que el trabajo a distancia es necesariamente más o menos saludable», asegura en una entrevista Irvin Schonfeld, psicólogo del City College of New York (CUNY).
Parece que, como decía Aristóteles, la virtud es un término medio. Y que lo óptimo podría ser combinar ambos entornos de trabajo, es decir, currar unos días a la semana en la oficina y trabajar el resto del tiempo desde casa.
«O disponer de uno o dos días por semana para poder trabajar desde casa, incluso con la capacidad de la persona de elegir qué días serían», matiza Vaccaro, que piensa que esta posibilidad se está adoptando cada vez más, ya que también favorece la conciliación con la vida familiar y personal.
«De todos modos, las personas somos distintas y esta fórmula dependerá de las circunstancias y características de cada uno. Por eso, lo óptimo es que la persona decida si quiere (y puede) coger esos días de teletrabajo o si prefiere ir a la oficina».
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