Los cambios en las filas de los grandes bancos centrales condicionan la política económica
Image: REUTERS/Yuri Gripas
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial encaran su reunión semestral con optimismo. La recuperación, aseguran, profundiza sus raíces. La cita, sin embargo, tiene lugar con la incógnita de saber quién llevará las riendas de la Reserva Federal en solo cuatro meses. Se anticipan también cambios en el Banco Central Europeo, de Inglaterra y quizás Japón. Son las instituciones que controlan el precio del dinero y las grandes fuerzas de estabilidad.
El mandato de Janet Yellen vence a final de enero, por lo que esta podría ser su última reunión como la economista más poderosa del mundo si el presidente Donald Trump opta por apartarla. La decisión es inminente. Le sigue en abril el japonés Harahiko Kuroda. Mario Draghi concluye su mandato al año siguiente en el BCE. Al igual que Mark Carney al frente del Banco de Inglaterra. La gran pregunta es cuántos sobrevivirán y cómo afectará al precio que el consumidor paga por las cosas.
Hay un gran debate sobre la manera en la que Trump va a reorganizar la Fed a la vista de todas las vacantes por cubrir. El relevo en la vicepresidencia del BCE ayudará a determinar también el grado del cambio antes de que Draghi suelte las riendas. Kuroda, pese a su edad, es muy activo y en principio no debería tener muchos problemas para continuar. Mientras, se da por hecho que Carney abandonará, tras su rechazo a la salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Aunque las condiciones económicas son favorables, los cuatro grandes bancos centrales tienen decisiones complejas que adoptar. La inflación sigue baja y también la productividad. Existe, además, el riesgo de que la laxitud monetaria empiece a influir artificialmente en el precio de los activos. Draghi es el que tiene el trabajo más difícil de todos, por la propia estructura del BCE y los intereses enfrentados.
El poder de los banqueros centrales es real, aunque su política está constreñida por las condiciones globales. El FMI se dispone a revisar al alza sus previsiones. La proyección más reciente, de julio, anticipó una expansión para este año del 3,5%, y del 3,6% para el próximo, frente a un 3,2% en 2016. Eso significa que el impacto de la crisis se disipó. El crecimiento está más sincronizado y no depende solo del consumo.
“Somos más optimistas”, asegura Christine Lagarde, directora gerente del FMI, citando que el 75% del planeta está experimentando una tendencia ascendente, “la aceleración más extensa en una década y las fuentes del crecimiento hacen que nos sintamos más cómodos”. El comportamiento de los mercados, en principio, refleja también esa visión positiva que expresa la jefa del FMI pese a que no se termina de lograr el potencial.
“Pero la recuperación no está completada”, advirtió en el tradicional discurso previo a la cumbre, en el que emplazó a los líderes mundiales a aprovechar esta fase de crecimiento para apuntalar la recuperación y crear una economía más inclusiva. Sigue habiendo puntos de preocupación como los desastres naturales, la desigualdad o la confrontación política. “No podemos desperdiciar el momento”, insiste Lagarde.
En los mismos términos se expresa el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim. “Los números que vemos animan”, señala en una conversación telefónica, “tras años de crecimiento decepcionante, la economía y el comercio se aceleran”. La inversión, aunque mejora respecto al pasado, sigue siendo débil y preocupa la retórica proteccionista y potenciales turbulencias financieras.
El FMI y el BM plantean que se adopten iniciativas que permitan educar y formar a las nuevas generaciones para los empleos del futuro, para que no se desperdicie el capital humano. Lo consideran clave para reducir la pobreza y la desigualdad, especialmente a la vista de cómo la tecnología va a cambiar la naturaleza del empleo. El mensaje va dirigido también a las economías avanzadas.
Tanto Lagarde como Kim advierten en paralelo de la fragilidad de la recuperación. El cambio de política monetaria en EE UU es uno de los factores que pueden hacer descarrilar la recuperación, por el profundo impacto en los países en desarrollo. La retirada de estímulos refleja que las cosas mejoran, pero piden que el desmontaje de la estructura de apoyo se haga con suavidad y con una guía clara.
Y cuando se cumplen diez años del inicio del rescate masivo de la economía, los dos dirigentes enfatizan la importancia de las medidas que se adoptaron para tratar de evitar otra crisis similar. “La cooperación nos hará más prósperos y nos protegerá”, concluye Kim.
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Katie Whitford
4 de noviembre de 2024