Un nuevo modelo para la inversión de China en el extranjero
Image: REUTERS/Stringer
Dos iniciativas chinas – “Un cinturón, una ruta” (UCUR) y “Cooperación para la producción en el extranjero” – encapsulan los puntos de vista del Presidente Xi Jinping con respecto a las inversiones en el extranjero de China. Ambos lemas están respaldados por enfoques de desarrollo (el primero aplicable a Eurasia, el último a nivel mundial) que envían señales sobre el deseo que tiene China de forjar un nuevo modelo para la globalización, un modelo que sea construido sobre la base de la cooperación mutua.
Las empresas chinas ya están tomando en serio estas directrices de inversión. Se pronostica que hasta el año 2020 los activos de China en el extranjero se tripliquen, hasta llegar a 20 millones de millones de dólares, desde su actual nivel de 6.4 millones de millones de dólares. Sin embargo, trasladarse rápidamente para invertir en proyectos en el extranjero, si bien es atractivo para muchos, conlleva también grandes riesgos – y podría traducirse en un endeudamiento alto – si estos emprendimientos no se gestionan de manera adecuada. Si las empresas chinas, tanto estatales como privadas, van a beneficiarse de la nueva visión de los líderes chinos, estas empresas deben aprender de los fracasos del pasado y adaptar sus prioridades de largo plazo.
Una zona clave donde China está tratando de remodelar su estrategia de inversión en el extranjero es América Latina. En los últimos años, China, de forma vigorosa, ha ido tras una reestructuración de sus vínculos bilaterales, tanto diplomáticos como económicos, en la región. La publicación en noviembre del 2016 del segundo Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe, (de manera posterior a la visita de Xi a América Latina, que ocurrió el mismo mes) ha creado una oportunidad única para profundizar la inversión bilateral, colocándola dentro de un marco más cooperativo. Planteamientos anteriores, a menudo respaldados por préstamos riesgosos que en algunos casos entraron en mora, causaron perjuicios a los inversionistas chinos.
La nueva política alienta explícitamente a las empresas chinas a trabajar con empresas locales en sectores como los de logística, electricidad y sistemas de información, y promueve la interacción entre las empresas, la comunidad y los líderes gubernamentales. Con igual importancia, esta política también amplía la disponibilidad de fondos, créditos y seguros chinos para los inversionistas. Mirándolo en su conjunto, este enfoque holístico es algo nuevo para China.
A pesar de la considerable incertidumbre política en varios países de América Latina, los gobiernos de la región parecen estar dispuestos a ponerse a la par de los esfuerzos de reforma de China implementando cambios propios.
Por ejemplo, el gobierno de Brasil ha promovido un “Programa de alianzas de inversiones” para coordinar las inversiones en los sectores de infraestructura financiera y de transporte. En Argentina, el gobierno del presidente Mauricio Macri ha dado inicio a políticas favorables para los inversionistas, con el objetivo de restaurar la confianza después de años de aislamiento político y económico del país. Y en México, las reformas estructurales para aumentar la competencia en los sectores de las telecomunicaciones y la electricidad, junto con otras políticas, han frenado en parte la inflación y han aumentado la resiliencia de la economía ante shocks externos y se espera que ayuden a brindar nuevamente al país un superávit presupuestario primario.
Ya que se tienen en marcha tal cantidad de reformas específicas en cada país, América Latina puede servir como un campo de prueba para el nuevo enfoque de China con respecto a las inversiones en el extranjero. Sin embargo, los documentos de política y los acuerdos bilaterales son sólo dos componentes de la nueva estrategia de China para “salir de sus fronteras”. Las empresas chinas deben cambiar su forma de pensar y actuar con respecto a las oportunidades de inversión en el extranjero.
El modelo de inversión tradicional chino – fusiones y adquisiciones (FyA) – ya no es el apropiado, debido a que las actividades de FyA concentradas conllevan un riesgo colosal. Y, lamentablemente, ese riesgo se ha multiplicado en los últimos años. Las fusiones y adquisiciones llevadas a cabo por China en el extranjero pasaron del 5% del total mundial en el año 2011 al 20% en el primer semestre del 2016, alcanzando unos 13 mil millones de dólares en valor. Según datos publicados por el Ministerio de Comercio de China, la inversión directa no financiera en el exterior superó los 170 mil millones de dólares en el año 2016, lo que representa un incremento del 44,1% con respecto al 2015.
Esta tendencia no tiene precedentes en el caso de China, ya que este país superó a Japón, por primera vez el año pasado, al convertirse en el segundo mayor inversionista del mundo, ubicándose solamente detrás de Estados Unidos. Sin embargo, todo esto no fue pensado con detenimiento. El mayor problema es que tales adquisiciones concentradas han aumentado el apalancamiento, y un mayor ratio deuda-capital conlleva un mayor riesgo de disminución en la calificación. Históricamente, aproximadamente el 25% de todas las empresas bajan de calificación después de una FyA. Tal escenario sería especialmente doloroso para las empresas chinas, si se tiene en cuenta su falta de experiencia con los importantes desafíos de integración y gestión que plantean las fusiones y adquisiciones para cualquier negocio.
Ante estos riesgos, la prioridad más importante para las empresas chinas a momento de interpretar la nueva visión del gobierno con respecto a las inversiones en el extranjero – ya sea en América Latina o en otros países – es adherirse al principio de sostenibilidad. De hecho, “largo plazo” debe ser el punto de partida estratégico.
Las estrategias UCUR y de Cooperación para la producción en el extranjero contienen dentro de su núcleo fundamental un compromiso con las alianzas de largo plazo; y, con el propósito de complementar ambos marcos, se llevarán a cabo inversiones que presuponen muchos años de relación. Únicamente si la base financiera es sólida, las perspectivas de crecimiento son sostenibles, y se establece una colaboración de varios años de duración, podrá una inversión servir de apoyo para la estrategia del gobierno.
Otra prioridad a momento de reflexionar sobre nuevas inversiones en el extranjero es considerar de manera completa los objetivos de la “cooperación para la producción en el extranjero”. El propósito en este punto es fomentar la transferencia de capacidad de producción a otros países, con el fin de fortalecer la “cadena industrial global” en formas mutuamente beneficiosas. Es imprescindible evitar el uso de inversiones directas de China para la exportación a corto plazo de la capacidad de producción, lo que no funcionaría a favor de los intereses de China– y a menudo tampoco iría a favor de los intereses del receptor de dichas inversiones.
Para la mayoría de los inversionistas de capital, el valor de cualquier proyecto depende en gran medida de una gestión eficaz posterior a la inversión. Por lo tanto, al comienzo de una inversión se deben elaborar cuidadosamente derechos y obligaciones que sean claros, mismos que en el pasado estuvieron prácticamente ausentes. Al fin y al cabo, una FyA es sólo el primer paso en un largo camino por recorrer.
A medida que las empresas chinas invierten en el extranjero – como lo hace actualmente la mía en América Latina – tienen la responsabilidad no sólo de invertir de manera sabia y sostenible, por el bien de sus empresas, sino que también son responsables de la integración de sus estrategias con las prioridades nacionales de inversión de China. Estas no son metas mutuamente excluyentes, especialmente si los líderes empresariales se adhieren a los recientemente articulados principios de inversión sostenible y compromisos de largo plazo.
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