¿Por qué el efectivo sigue siendo necesario en Europa?
Image: REUTERS/Ralph Orlowski
Los sistemas de pago en Europa se enfrentan a grandes cambios. La revolución digital ofrece medios cada vez más rápidos y más cómodos para liquidar operaciones. Aunque para algunos el dinero en efectivo parece no tener futuro, ignorar la importancia de los billetes y las monedas para la economía sería un error.
En los últimos años han proliferado opciones de pago alternativas al efectivo. Las tarjetas de crédito, las transferencias por Internet y los adeudos directos ya están consolidados. Actualmente, las soluciones de pago digital a través del teléfono móvil y los monederos digitales también están ganando terreno. Innovaciones potencialmente disruptivas como la tecnología de registros distribuidos (DLT) permiten vislumbrar cambios probablemente de gran calado.
Independientemente de estas opciones nuevas e incipientes, existen algunos estudios que abogan por eliminar el efectivo. Los partidarios de una sociedad sin efectivo suelen encuadrarse en tres grupos diferenciados.
El primero de ellos, el de los alquimistas, desea superar las restricciones que el límite inferior cero impone sobre la política monetaria. El segundo, los que defienden la ley y el orden, pretende eliminar el principal medio de pago utilizado para actividades ilícitas. Y el tercero, la alianza de empresas de tecnología financiera, augura importantes oportunidades de negocio con la eliminación de los elevados costes de almacenamiento, emisión y tratamiento de efectivo que el sector financiero afronta actualmente.
Pero los argumentos a favor de abolir el efectivo no resisten un examen riguroso. Comencemos con los motivos esgrimidos por los alquimistas. Es cierto que, en un entorno de tipos de interés muy bajos, la ejecución de la política monetaria se complica.
Sin embargo, la experiencia ha demostrado que el límite inferior efectivo no coincide con el límite inferior cero. De hecho, los tipos de interés negativos han funcionado, sin provocar una huida hacia el efectivo, especialmente cuando se han combinado con compras simples de activos, operaciones de financiación a largo plazo (incluidas las variantes «a tipo de interés fijo con adjudicación plena» y «con objetivo específico») e indicaciones sobre la orientación futura de la política monetaria. Por tanto, los tipos de interés negativos deben entenderse como un instrumento de política monetaria no convencional específico, distinto de los tipos de interés bajos.
Los argumentos de los defensores de la ley y el orden también se tambalean si se examinan de cerca. Al servir como depósito de valor y medio de pago, el efectivo cumple una importante función social para muchos ciudadanos honrados. ¿A alguien se le ocurriría prohibir la propiedad privada de los coches de lujo o las piedras preciosas solo porque a los delincuentes les gusten? Perjudicar a una mayoría honesta para castigar el mal comportamiento de una minoría sería como partir una nuez con un mazo —y al mismo tiempo romper la mesa—.
Por último, la alianza de empresas de tecnología financiera promete facilitar las transacciones financieras con sus soluciones innovadoras de pago digital. Los usuarios ya no necesitarían llevar fajos de billetes en el bolsillo ni buscar cajeros automáticos. Queda por saber si el aún muy fragmentado sector de pagos digitales ayudará a los usuarios además de a las empresas que ofrecen estas soluciones.
Y existe otro argumento aún más poderoso en contra de una sociedad sin efectivo: la mayoría de la gente, al menos en la zona del euro, no la quiere. Según una encuesta aún no publicada del Banco Central Europeo en la que participaron 65.000 residentes en la zona del euro, casi el 80 % de los pagos en puntos de venta se realiza en efectivo, por un importe que representa más de la mitad de todos los pagos.
Como suele ocurrir en Europa, las diferencias entre Estados miembros son acusadas: la proporción de pagos en efectivo oscila entre el 42 % en Finlandia y el 92 % en Malta. Pero, en general, la confianza del público en el efectivo sigue siendo sólida y crece cada vez más.
Así lo demuestra el aumento de la demanda total de efectivo, que supera el ritmo de crecimiento del PIB nominal. En los últimos cinco años, el importe de los billetes en euros y su número aumentaron en un 4,9 % y un 6,2 %, respectivamente, en tasa anual media. Este crecimiento incluye las denominaciones utilizadas predominantemente para realizar transacciones en lugar de para ahorrar.
Estos hallazgos confirman la idoneidad del enfoque neutral del BCE en relación con los pagos, que admite indistintamente pagos con y sin efectivo. Este enfoque se basa en cuatro principios: 1) seguridad tecnológica, 2) eficiencia, 3) neutralidad tecnológica y 4) libertad de elección del medio de pago por el usuario.
El objetivo primordial del BCE es mantener la estabilidad de precios. Para apoyar este objetivo, suministra liquidez del banco central segura, en forma de reservas mínimas de los bancos comerciales en el banco central y billetes (que son los únicos de curso legal en la zona del euro).
Si Europa eliminara el efectivo, cortaría el único vínculo directo de los ciudadanos con el dinero del banco central. En una democracia, dicho vínculo contribuye a fortalecer la aceptación de la independencia del banco central, reforzando la confianza y el respaldo de los ciudadanos a la ejecución de una política monetaria efectiva.
El BCE seguirá imprimiendo billetes. También facilitaremos el desarrollo de un mercado integrado, innovador y competitivo para las soluciones de pago minorista en la zona del euro. Si algún día los medios de pago electrónico sustituyeran al efectivo, esa decisión debería ser el resultado de la voluntad de los ciudadanos, no de la fuerza de los grupos de presión.
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