Educación y habilidades

¿Hace falta una escuela para que los milenials aprendan a ser adultos?

Gema Lozano

«Entendemos que estás harto de fingir ser un adulto y que se van a dar cuenta de que no sabes lo que se supone que debes saber. ¡Estás tratando de componer el rompecabezas para ser adulto y tenemos las piezas que te faltan!». Las frases han sido extraídas de la web de The Adulting School y van dirigidas a los jóvenes de la generación Milenial. Es para ellos para quienes está pensado este lugar que se inaugurará en las próximas semanas y que tratará de enseñarles toda clase de recursos que les puedan hacer falta para desenvolverse en su día a día; desde términos financieros para saber qué es lo que firman en el banco, pasando por la gestión determinadas situaciones y relaciones sociales y personales o, incluso, aprender a colgar un cuadro.

Detrás del proyecto se encuentra la psicoterapeuta Rachel Weinstein y la educadora Katie Brunelle. Todo comenzó cuando Weinstein leyó el anuncio de una compañía aseguradora en el que se ofrecían clases a los jóvenes sobre conceptos relacionados con los seguros. No pudo evitar que a su memoria acudieran las confesiones de muchos de sus pacientes que aseguraban no saber manejarse en determinadas circunstancias que, en teoría, debían controlar por el simple hecho de tener una determinada edad.

Sabía que todos ellos necesitaban saber que no estaban solos así que recurrió a Brunelle para encontrar una solución. Y la encontraron en una plataforma online desde la que ofrecer cursos a todos aquellos milénicos que necesitan una ayuda extra en determinadas áreas. En The Adulting School, las han englobado en cuatro categorías: Finanzas, Salud y Bienestar, Hazlo + Arréglalo y Relaciones y Comunidad.

Las responsables del proyecto reconocen que ser adulto siempre ha sido una cuestión difícil. «Pertenecemos a la generación X y hemos oído a nuestras madres gritar en alguna ocasión: “¡Necesito a mi madre!” cuando las cosas les sobrepasaban. Pero es con esta nueva generación con el que el término «adulto» se ha convertido en verbo», explican a Yorokobu.

También aseguran que la escuela de adultos está abierta a personas de cualquier edad. Aunque mensajes como el que da la bienvenida a los interesados en la sección Enroll, y que reza «Ven aquí en lugar de llamar a tus padres», dejan claro que son los jóvenes su principal objetivo. Pese a que el grueso de las clases se realizan de forma online, The Adulting School programará encuentros y actividades que llevará a cabo en su sede física situada en Portland. «Ya son casi 18.000 personas las que han realizado nuestro cuestionario para adultos (que estamos en el proceso de renovar y hacer más impresionante) y estamos aceptando la preinscripción para los estudiantes», nos cuentan Weinstein y Brunelle por mail.

The Adulting School no es la primera iniciativa que trata de acompañar a los jóvenes en su entrada en el mundo adulto. Un artículo de QZ, firmado por Jenny Anderson, hace referencia al libro que Kelly Williams Brown publicó en 2013 bajo el título How to Become a Grown-Up in 468 Easy (ish) steps. Porque dominar varios idiomas y no saber colocar un enchufe no es una paradoja exclusiva del momento actual. Ya en el 32, el historiador Horace Kallen se quejaba de lo poco aplicables que eran la mayoría de los conocimientos aprendidos en la escuela. Y en 1972, Robert Havighurst declaró que «de todos los períodos de la vida, la edad adulta temprana es el más completo de los momentos enseñables y el más vacío de los esfuerzos para enseñar». Vivir en pareja, criar a los niños, asumir responsabilidad cívica o encontrar un grupo social agradable y apropiado eran algunas de las «asignaturas pendientes» para los jóvenes de aquella y de cualquier otra época, según el físico y educador.

Hay quien como la antropóloga Holly Swyers considera que en esta generación, no obstante, se dan dos condicionantes que propician que esa sensación de «solo ante el peligro» puede ser más generalizada. El primero tiene que ver con el hecho de que la mayoría de ellos proceden de un hogar en el que ambos progenitores trabajaban fuera de casa. Y el poco tiempo que pasaban con sus hijos no lo dedicaban precisamente a instruirles en cuestiones relacionadas con el cuidado y el funcionamiento de un hogar. El segundo es que esos mismos padres exigían a sus hijos, fundamentalmente, buenas notas. Prescindir de la ayuda de estos en casa era un sacrificio asumible, si con ello conseguían que sus vástagos pasasen más tiempo hincando codos.

A todas estas cuestiones podrían sumarse los perjuicios que puede conllevar una crianza gestionada por los que el psicólogo Haim Ginott denominaba «padres helicópteros». Hijos demasiado dependientes es una de las consecuencias de una paternidad sobreprotectora que también estaría detrás de lo que la periodista Eva Millet considera una «personalidad débil»: «Nunca han aprendido a resolver sus problemas porque nunca les has dado la oportunidad ni las herramientas, y ante un pequeño problema se desmontan».

La sombra de los padres es demasiado alargada para muchos jóvenes. A ello hay que sumar la dificultad para encontrar trabajo y casa, algo que retrasa su independización. Un hecho que, incluso, ha llegado a influir en la percepción de ellos mismos como adultos. Según un estudio de CBS y Nielsen, los milenials no se consideran adultos hasta que no cumplen los 30. Algunos lo llegan a retrasar hasta los 40. Porque para ellos, ser adulto es sinónimo de vivir fuera de casa de sus padres o tener hijos.

En su artículo para QZ, Anderson se remite al caso de los miembros de la generación anterior, la X, como ejemplo de lo que es crecer a base de prueba y error. «Eran igual de inseguros pero aprendieron a hacer las cosas sin recurrir a YouTube». Y se pregunta si, teniendo en cuenta que todo apunta a la sobreprotección y el paternalismo como los principales escollos durante el proceso de madurez de los milenials, «¿será una plataforma como The Adulting School la solución o será el último helicóptero que sobrevuele su cabeza aliviando sus males con demasiada información?».

Tanto Rachel Weinstein y Katie Brunelle entienden que, precisamente, es la labor de criba la que da valor a su proyecto: «Les llega tanta información sobre qué hacer, cómo hacerlo, etc. que llega a ser abrumadora. Nuestro objetivo es reunir solo la realmente relevante y útil en un único lugar y crear una comunidad para ayudar a las personas a conectarse entre sí, establecer metas para ayudar a concentrarse en el objetivo y lograr que el proceso de hacerse adulto resulte un poco más divertido».

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