Con la misma piedra. Errores que cometemos al decidir
Decidir. Somos lo que decidimos y decidimos lo que somos. Claro, contundente, útil, al grano y no te dejará indiferente. Así es el nuevo libro de Miguel Ángel Ariño y de Pablo Maella, Con la Misma Piedra. 10 Errores que Todos Cometemos al Decidir. Como ellos mismos dicen en el inicio del libro:
“decidir a veces nos puede provocar temor porque decidir es elegir, y elegir comporta renunciar a otras opciones. Además, una vez escogida una opción, siempre puede quedar la duda de si otra alternativa hubiera sido mejor. Si tenemos miedo a equivocarnos serán las circunstancias y los acontecimientos los que tomarán el control, y nosotros seremos espectadores pasivos de lo que nos ocurre”.
Miguel Angel es profesor y anterior director del Departamento de Análisis de Decisiones del IESE (Universidad de Navarra) y es uno de los académicos, y pensadores en el ámbito del management, que más ha pensado sobre la teoría de ls decisiones.
Por su parte, Pablo Maella es socio y director de de Maella & Partners, una empresa de consultoría estratégica centrada en la mejora de la eficacia en la gestión. También es Lecturer en el Departamento de Dirección de Personas en las Organizaciones de IESE Business School. Todo un verdadero experto no sólo en toma de decisiones sino también en eficacia y mejora de productividad en las organizaciones.
Todo un lujo poder charlar con Miguel y Pablo en este mundo tan apasionante, y determinante, como es la toma de decisiones.
Con este segundo libro, ¿qué os llevado a seguir profundizando en el apasionante mundo de las decisiones?
Miguel: En el anterior libro, Iceberg a la vista. Principios para tomar decisiones sin hundirse, dábamos 10 principios para tomar buenas decisiones. En este segundo, lo que estamos abordando es una serie de errores muy comunes a la hora de decidir. Errores que si los tenemos en cuenta nuestras decisiones serán mejores.
Pablo: Y es que somos conscientes de que la toma de decisiones es muy importante para las personas. Podríamos decir que nuestra vida es el resultado de las distintas decisiones que vamos tomando. Es por este motivo por el trabajamos este tema, porque queremos contribuir a que se tomen mejores decisiones y por tanto a vivir mejor.
Decís que a nadar se aprende nadando, pero no así a tomar decisiones, ¿dónde están las diferencias?
Miguel: Cuando te equivocas al nadar (o caminar) en seguida te das cuenta, o alguien de tu alrededor, del error y acuden a levantarte o a ayudarte para que no te sumerjas. Sin embargo, cuando tomamos decisiones podemos estar resolviendo el problema que queríamos abordar con la decisión, pero además puede haber otras consecuencias a más largo plazo, a las que no habíamos prestado atención y nos pueden afectar negativamente. Cuando estas consecuencias no previstas afloran no nos damos cuenta de que son fruto de una decisión que tomamos hace tiempo, y esto nos impide el aprendizaje.
Este es un libro sobre errores que cometemos a la hora de decidir, ¿hay algún hilo conductor en esos errores o son, por así decirlo, independientes?
Miguel: Los errores están muy entrelazados, cuando se toma una mala decisión no suele ser por un único error. Suelen concurrir varios, pero en el libro están presentados cada uno de modo independiente, así que se pueden leer los capítulos salteadamente.
Pablo: Efectivamente, como dice Miguel los errores están relacionados, pero cada una de las personas tenemos tendencia a cometer con más frecuencia unos que otros. Por ejemplo, hay personas que tienen más dificultades en analizar objetivamente la realidad y otras en calibrar las consecuencias de una decisión.
En mi vida profesional, como financiero que trabaja con empresas, las buenas o malas decisiones pueden tener consecuencias determinantes. Pero siempre nos pegamos con un gran muro, la información o no existe o no es perfecta, ¿qué recomendaciones tienes ante este tipo de decisiones?
Miguel: Eso es lo habitual. Si tenemos información completa y perfecta, la decisión a tomar es evidente. Lo que hay que reconocer es que hay incertidumbre. Normalmente más de la que nos imaginamos. Pero eso no nos debe paralizar. Hay que analizar con la información disponible en cada momento. Sino no tomaremos decisiones y estaremos renunciando a ser protagonistas de nuestra vida.
Pablo: El problema más grande con la información lo tendemos a generar nosotros mismos. A nuestras opiniones y valoraciones subjetivas les damos el estatus de información veraz y objetiva, y así es difícil decidir bien. Cuando hablamos de información hay que distinguir siempre entre qué es una opinión y qué un hecho.
¿Cuáles son los sesgos que más tenemos que mantener a raya para no cometer errores a la hora de decidir?
Miguel: El primero, el que apuntaba Pablo antes: saber distinguir hechos de opiniones. Después, saber que nuestra percepción de la realidad es subjetiva y que puede coincidir o no con la realidad. Y, como no, tratar de no dejarnos engañar por las percepciones.
Pablo: También en muy importante ser conscientes de los casos en los que tomamos una decisión con la emoción. Utilizamos nuestra razón para dar una apariencia racional a una decisión que, en realidad es emocional. Y ésta es una manera muy habitual de autoengañarnos.
En contextos de alta incertidumbre, tener mucha información sobre el pasado no es una garantía para decidir bien a futuro, ¿qué habilidades personales, o profesionales, tenemos que trabajar para mejorar nuestra capacidad de decisión en estos contexto, la intuición, quizás?
Miguel: La intuición es importante, pero tiene que ser una intuición educada. La intuición de un experto, la del creativo. Y siempre que sea posible hacer experimentos de bajo coste para validar o rechazar nuestras intuiciones. Es peligroso lanzarse a un proyecto de gran envergadura por la sola intuición. Hay que experimentar y validar nuestras intuiciones.
Pablo: La cantidad de información para decidir sobre un asunto no es tan importante como la calidad, es decir, si la información es veraz. Por otro lado, también es relevante saber cómo analizamos esa información, si lo hacemos objetivamente o con sesgos subjetivos.
Decís en un capítulo: “Las decisiones raramente son urgentes”. Explícanos un poco esto porque parece que si todo no es fast e inmediato, incluso las decisiones, nos estamos equivocando…
Miguel: Todo es fast e inmediato porque nos ponen nerviosos las incertidumbres y queremos quitarnos los asuntos de encima. Pero normalmente rara es la decisión que realmente es urgente. La urgencia es ficticia, nos la autoimponemos.
Pablo: Que se “desee” que se tome ya una decisión, no implica necesariamente que se “necesite” que esa decisión sea ya tomada. Confundimos los deseos con las necesidades y eso nos lleva a decidir precipitadamente.
¿Qué le recomiendas a alguien al que le obligan a tomar decisiones con argumentos del tipo: “es ahora o se acaba”, “tengo otra gente interesada en esta casa”,…? ¿Juegan con nuestra psicología y nuestra, a veces, incapacidad para decidir bien estos expertos en ventas?
Miguel: A veces es cierto que el tren pasa ahora y se coge o no se coge, y no se sabe si volverá a pasar. Pero también hay que plantearse que quizá no sea bueno coger todos los trenes. Hay que saber a dónde queremos ir y tomar el tren adecuado. La prisa suele ser mal consejera.
Pablo: No obstante, le aconsejaría que tratase de generar más alternativas. Así no le podrán presionar. Decidir con presión no es bueno. Nos puede llevar a arriesgar más de lo razonable.
¿Consideras que un exceso de información y de alternativas dificulta o nubla nuestra capacidad para decidir o ‘más siempre es mejor’?
Miguel: Teóricamente cuanta más información mejor, pero hay un límite en nuestra capacidad de procesarla e interpretarla. Con las tecnologías actuales procesarla cada vez es más asequible, pero la limitación está en nuestro cerebro que no sabe qué hacer con tanta información. Muchas veces fijarnos en menos cosas, pero que sean realmente relevantes, es una mejor solución.
Pablo: priorizar y saber distinguir el grano de la paja es básico para tomar decisiones cuando tenemos mucha información.
Tras la decisión hay que actuar, ¿qué pesa más en algo que ha salido mal, la decisión o la ejecución y qué nos recomiendas en este aspecto?
Miguel: Cuanto más se invierta en el proceso de decisión más fácil será la ejecución. A veces decidir demasiado rápido sólo nos sirve para darnos cuenta más tarde de lo difícil que es poner en práctica lo que hemos decidido. Proceso, proceso y proceso. Después es más fácil aplicarla.
Pablo: Decidir y ejecutar van estrechamente ligados en un correcto proceso de toma de decisiones. Tomar una decisión y luego no aplicarla no sirve para nada. Y tomar una decisión y luego ejecutarla deficientemente tampoco sirve de mucho. Son necesarias ambas cosas
Uno de los problemas que a veces me encuentro, sobre todo en corporaciones grandes, es que hay mucho ‘pelotas’ que más que buscar la mejor decisión trata de averiguar qué es lo que piensa el jefe, qué va a decidir y apoyarlo. Me encuentro con situaciones esperpénticas, donde el ego manda y lo que menos preocupa es lo mejor para la compañía, ¿es un sesgo de percepción mío o tenemos un sistema de gestión, por lo general, que no invita a crear información y contraste de ideas de alta calidad para tomar mejores decisiones?
Miguel: Ésa es una patología presente en mayor o menor medida en todas las organizaciones. Los buenos directivos lo saben y evitan a los pelotas. A los directivos de chichinabo les gusta rodearse de cortesanos y aduladores, pero así son -y así les va- sus organizaciones.
Pablo: En general se tiende a valorar la diferencia de opiniones como algo negativo y la unanimidad como algo positivo. Pero en términos de calidad de las decisiones, es mejor justo lo contrario, que las personas manifiesten sus opiniones para que así haya una mayor variedad. Los directivos que no están dispuestos a aceptar otros puntos de vista, acaban decidiendo peor que los que aceptan la variedad y el contraste.
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