Bitcoin: ¿el nuevo oro virtual?
Image: REUTERS/Mike Blake
"Creo que Internet va a ser una de las principales fuerzas para reducir el papel del gobierno. Lo único que falta, pero pronto se desarrollará, es una moneda digital confiable".
El 18 de agosto de 2008, en pleno apogeo de la crisis de la subprime, se registraba en Internet el dominio bitcoin.org. Poco después, bajo el pseudónimo (o no) de Satoshi Nakamoto se hacía público un documento en donde se explicaba en que consistía el tema. Bitcoin se presentaba al mundo como una moneda digital encriptada, sobre la base de la tecnología blockchain. –para Klaus Schawb pieza central en lo que él considera ya Cuarta Revolución Industrial(1)–, que permite el intercambio directo (‘peer-to-peer’) sin necesidad de terceras partes. Su diseño contemplaba un número finito de bitcoins, lo que la convertía en una moneda deflacionaria en el largo plazo una vez alcanzados los 21 millones de bitcoins. En la actualidad llevamos minados algo más de 16,3 millones. Se generaba así un nuevo medio de pago digital sin necesidad de intermediarios, como cuando pagamos en efectivo, con la promesa de convertirse en una nueva forma de dinero en el futuro en la medida en que se convierta como un medio de pago comúnmente aceptado.
Casi diez años después, Bitcoin se ha convertido en la cripto-divisa de referencia a nivel global, la divisa de Internet. Gracias a la tecnología blockchain que permite una gestión distribuida de la base de datos de registro de cada Bitcoin, –un libro contable abierto–, permite el intercambio seguro, privado y de forma directa, sin necesidad de que intervenga Visa, Mastercard o PayPal.
El funcionamiento y propiedades del Bitcoin, (no por casualidad), quiere asemejarse al entorno que genera la disciplina de las reglas monetarias, pero en un entorno digital. Hoy por hoy, como señala el experto en temas monetarios George Selgin(2), Bitcoin es un medio de pago, aunque incorpora la posibilidad de que se convierta en una nueva forma de dinero en tanto en cuanto se universalice su aceptación, como reza la clásica definición de dinero (medio de pago comúnmente aceptado) del economista austríaco Carl Menger(3). De consolidarse como una nueva moneda virtual, Bitcoin incorpora prometedoras ventajas.
Su oferta limitada no depende del arbitrio político ni de ningún Banco Central, sino que su valor oscila de forma genuina dependiendo de la oferta y demanda en el mercado
”Su oferta limitada no depende del arbitrio político ni de ningún Banco Central, sino que su valor oscila de forma genuina dependiendo de la oferta y demanda en el mercado. El Bitcoin también incorpora su propio coste de obtención, que de nuevo sigue una lógica similar a la extracción del oro, correspondiente al coste de la electricidad consumida por los servidores necesarios para descifrar cada uno de los bloques e ir liberando, poco a poco, la oferta de bitcoins. Es precisamente este afinado diseño, con una oferta limitada con coste de obtención, lo que le da al Bitcoin un gran potencial para convertirse, eventualmente, en una nueva forma de dinero no inflacionario.
La crisis financiera en vez de alumbrar nuevos patrones de comportamiento, alejados de aquellos que nos llevaron en primer lugar al borde del precipicio durante el peligroso verano de 2008, sirvió, en gran medida, para perpetuar malas costumbres. Uno de estos malos hábitos ha sido el de solucionar problemas de naturaleza económica (por ejemplo, falta de solvencia y de competitividad) con el instrumental propio de la política monetaria, adecuados ante problemas de liquidez. En sucinto resumen: hemos sustituido un gran problema de deuda privada por uno de deuda pública, ambos alimentados por políticas monetarias excesivamente laxas antes y después de la crisis financiera. Se trata de la vieja solución de intentar pagar las deudas vía inflación.
Las nuevas monedas digitales son nuevas soluciones en el entorno de Internet al viejo problema de la protección del ahorro ante los procesos de inflación
”En este escenario, los grandes perdedores son los ahorradores, los trabajadores y los pensionistas que una y otra vez ven cómo el poder adquisitivo de su ahorro, salario o pensión cae irremediablemente. La represión financiera ha agotado las alternativas en las que poder proteger el ahorro con un relativamente bajo nivel de riesgo. Uno de los pocos bastiones que quedaban para todos aquellos que se resistían a subirse a la nueva burbuja especulativa era el oro físico. Las nuevas monedas digitales son nuevas soluciones en el entorno de Internet al viejo problema de la protección del ahorro ante los procesos de inflación.
Si bien el oro cuenta con más de 5.000 años en su haber como la más genuina forma de dinero, sobre Bitcoin todavía planean muchas dudas sobre, como decíamos, hasta qué punto conseguirá, y de que manera se convertirá en una nueva divisa a nivel global para con el universo virtual. De ahí su evolución errática, pero imparable en el largo plazo.
La gran fuerza de Bitcoin es que se trata de una forma de dinero despolitizada: ya no necesitamos al Gobierno, ni a ningún Banco Central para administrar la divisa, lo que abre grandes horizontes. Esta, para muchos, es la gran revolución de Bitcoin y su promesa. Al ser una moneda deflacionaria (con oferta limitada), el Bitcoin no erosiona su poder adquisitivo con procesos inflacionistas, y por lo tanto se trata de una moneda más sana sobre la que se podría reconstruir un sistema financiero más estable, en donde el tipo de interés depende de factores de mercado, ahorro genuino y cantidad de proyectos de inversión, y no de las manipulaciones arbitrarias por parte de los poderes públicos en sus múltiples modalidades.
Este carácter distribuido de Bitcoin se ajusta mejor al carácter disperso del conocimiento, y hace innecesaria la existencia de un instituto emisor central encargado de ajustar la oferta monetaria en cada momento al complejo, cambiante y dinámico entorno que plantea el problema irresoluble de cálculo económico en un entorno de planificación.
Por supuesto Bitcoin acarrea no pocos retos. Algunos tienen que ver con su seguridad, aunque debido al carácter dinámico y distribuido de la validación con la tecnología blockchain, el libro contable del Bitcoin es prácticamente incorruptible. Recientemente tuvimos una prueba de la fortaleza de la trazabilidad de Bitcoin (también del resto de crytodivisas) con el cyber ataque por parte de WannaCry(4). Sin embargo, el tema clave con respecto al Bitcoin está en su dimensión monetaria y su gran reto es ver hasta qué punto consigue convertirse, efectivamente, en un nuevo depósito de valor dentro del universo digital. Desde la Teoría Monetaria Moderna (y demás aledaños del keynesianismo monetario), Bitcoin ha recibido críticas similares a las que históricamente ha recibido el Patrón Oro(5).
El grueso de estas críticas confunden la existencia de una oferta monetaria limitada con falta de liquidez. Para una parte importante de la teoría monetaria, el valor de una moneda depende de su capacidad para pagar deudas e impuestos, es decir, de cumplir con su función de medio de pago. En este sentido, y al desconocer los mecanismos básicos de la inflación monetaria, la gran ventaja del sistema actual con respecto al patrón oro, por ejemplo, es que la oferta de dinero se asemeja a un chicle, lo que permite rescatar todo tipo de deudas insalvables en el sistema; una arquitectura profundamente disfuncional que favorece situaciones de riesgo moral. Además se olvida que la función principal del dinero es que ha de ser depósito de valor, por eso es un bien deseable e intercambiable por otros bienes.
El principal reto de Bitcoin, con el soporte de otras cripto-divisas, es sobre si, efectivamente, como decíamos al principio, se consolidará como un medio de pago comúnmente aceptado y en un depósito de valor verdaderamente sólido; es decir, como una nueva forma de dinero, o de si simplemente estamos ante una nueva Tulipomanía. El economista Peter Shiff, por ejemplo, ha mostrado un sano escepticismo con respecto a Bitcoin ya que su coste de extracción se limita a la energía consumida en el proceso de ‘mining’ y su limitada, de momento, utilización/aceptación en línea con Selgin(6). Otros como el filósofo libanés Nassim Taleb, el emprendedor Peter Thiel, o los autores de temas digitales Dominic Frisby o Nathiel Popper, se muestran más optimistas(7).
Si sabemos seguro que este proceso de consolidación, y como sucede con cualquier tecnología (más aún si tiene propiedades disruptivas), será un proceso de consolidación no exento de turbulencias, y que las promesas que abre Bitcoin son muy prometedoras. El universo digital se expande a una velocidad de vértigo, y en este nuevo universo el nuevo patrón monetario puede que no sea ni el dólar, ni el euro, ni si quiera el oro, sino Bitcoin.
1. Klaus Schwab, La cuarta revolución industrial, Debate, 2016.
2. George Selgin (2014): Bitcoin: Problems and Prospects, Center for Monetary and Financial Alternatives, The Cato Institute, Washington DC.
3. Carl Menger, “On the Origins of Money,” trans. C.A. Foley, The Economic Journal 2 (1892), pp. 239– 55.
4. Andreu Rodríguez, “¿Acertaron los creadores de WannaCry pidiendo el rescate en bitcoins?”, El País, 17 de mayo de 2017
5. Véase, por ejemplo, Paul R. Krugman, “Bitcoin Is Evil”, The New York Times, 28 de diciembre de 2013.
6. Véase “Gold Bug Peter Schiff Calls Bitcoin ‘Digital Fool’s Gold’”, Bitcoin.com, 1 de marzo de 2017. Véase también Javier Santacruz, “¿Son tan buenas como el oro las monedas virtuales tipo Bitcoin”: https://www.oroyfinanzas.com/2014/01/buenas-como-oro-monedas-virtuales-bitcoin/
7. Véase Dominic Frisby (2014): Bitcoin: The Money of the Future?, Unbound, Nathaniel Popper (2016): Digital Gold: Bitcoin and the Inside Story of the Misfits and Millionaires Trying to Reinvent Money, Harper.
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