Africa subsahariana: riesgos y oportunidades
Image: REUTERS/Edmund Blair
África es la última gran frontera para el comercio internacional. Tras Asia y América Latina, también se suma, no sin dificultades, a los procesos de desarrollo económico impulsados por la Globalización. Fue en su día un coto dominado para las potencias europeas. Hoy también despierta el apetito de China, India, Japón y otros países asiáticos. África, más allá de sus enormes recursos naturales, es otro gran mercado emergente para los inversores internacionales. Y un motor del comercio Sur-Sur.
El continente alcanzó los 1.200 millones de habitantes, el 17% de la población mundial. Eran 250 millones en 1960 y 800 millones en 2000. Crece con rapidez, a un ritmo del 2,3% anual y podría alcanzar, según las NNUU, los 2.500 millones en 2050, el 25% de la población mundial. La transición demográfica se presenta también como una gran oportunidad económica para África. Y el 40% de la población vive en las grandes zonas urbanas. En 2025 será más del 50%.
En la última década, el PIB de África creció una media del 5,8%, mucho más que cualquier otra región, incluyendo Asia oriental. Pero se desaceleró a partir de 2014 debido a la brusca caída de los precios de los recursos energéticos. En 2015 lo hizo un 3,7% y un 3,3% en 2016. Unos cifras discutibles ante las dudas sobre la fiabilidad de las estadísticas macroeconómicas oficiales de unos países con problemas de gobernabilidad y predominio de la economía informal. Pocos aportan sus estadísticas conforme a los estándares internacionales, lo que dificulta la definición y aplicación de las políticas públicas necesarias para afrontar las reformas estructurales pendientes. Para conocer mejor estos países hay que estar sobre el terreno.
En todo caso, sigue siendo un continente con grandes contrastes. Las principales barreras son políticas. Algunos países como la República Democrática del Congo, Zimbabue y Burundi van mal porque están gobernados por líderes incompetentes. África, más que dictadores, necesita más instituciones democráticas y eficientes. Los medios internacionales informan periódicamente sobre las hambrunas y de otras crisis humanitarias provocadas por las guerras civiles, la irrupción del terrorismo islámico de Daech y Al Qaeda y otros conflictos que afectan a millones de personas que intentan emigrar a otros continentes o países vecinos.
Hay otra África floreciente llena de oportunidades, la de las emergentes clases medias y las nuevas generaciones de jóvenes motivados y mejor formados que impulsan la revolución industrial y agraria.
Pero hay otra África floreciente llena de oportunidades, la de las emergentes clases medias y las nuevas generaciones de jóvenes motivados y mejor formados que impulsan la revolución industrial y agraria. Aspiran transformar las estructuras económicas y sociales para aprovechar el enorme potencial de desarrollo de sus respectivos países. Pero para dar el gran salto africano, se precisa más financiación internacional e interna para mejorar todas las insuficientes infraestructuras sociales y de transporte, puertos y carreteras del continente. Y corregir los efectos negativos de una vertiginosa urbanización acelerada por el éxodo rural que colapsa las grandes ciudades. 670 millones de africanos aún no tienen acceso a la electricidad. Los 1.200 millones de africanos solo representan el 3% del consumo mundial de electricidad.
El crecimiento africano se impulsó gracias a la conjugación de un vigoroso consumo interior, las inversiones exteriores y el creciente gasto público y privado destinado a las actividades productivas. Pero los ingresos de divisas fruto de la exportación de los recursos naturales no se invirtieron suficientemente en el desarrollo del tejido industrial y de servicios y la mejora de las condiciones sociales, educación y sanidad. Hoy, las emprendedoras clases medias, estimadas en 350 millones, van accediendo a las nuevas tecnologías y a los teléfonos móviles que ayudan a incrementar la productividad y el consumo interior. Y las nuevas infraestructuras educativas ya forman recursos humanos más capacitados. Cabe ser optimista. Millones de africanos salen cada año del pozo de la pobreza. El porcentaje de los sumidos en la pobreza absoluta cayó del 58% en 2000 al 41% en 2015 y el acceso de los niños en la escuela primaria pasó del 60% al 80%. Cabe esperar que la dimensión del mercado africano, al igual que el asiático, también crezca inexorablemente siempre que mejore la gobernanza política y económica.
África sigue padeciendo grandes desigualdades territoriales y sociales, un grave impacto medioambiente y la corrupción endémica de algunos Gobiernos. Y todos los países, en mayor o menor medida, deberán llevar a cabo unas profundas reformas estructurales, políticas y socio-económicas. Pero los sistemas políticos democráticamente frágiles están tentados por los cantos de sirena que llegan desde Pekín que ensalzan las bondades del modelo de desarrollo chino de capitalismo sin pluralismo político. Pero el comercio y la inversión internacionales exigen más estabilidad política, transparencia y seguridad jurídica. Hoy, África solo recibe el 7% de las IED en los países emergentes.
Los Gobiernos deben invertir mucho más en educación y formación profesional y empresarial. También en la sanidad para acabar con la mortalidad infantil y con el SIDA que mata cada año a decenas de miles de jóvenes africanos. Y urge alcanzar unos niveles de “seguridad alimenticia” que acabar con las hambrunas que periódicamente diezman algunos países africanos. Cabe invertir en el desarrollo y la comercialización del sector agroalimentario. África dispone del 60% de las tierras agrícolas aún sin explotadas del planeta. Una riqueza incalculable. Sin embargo, alberga a millones de hambrientos mientras algunos países asiáticos como China, las monarquías del Golfo Pérsico, Corea del Sur y Malasia, etc. adquieren interesadamente centenares de miles de hectáreas de tierras para explotarlas y asegurar sus propias necesidades alimentarias.
El continente alberga una fabulosa cantidad y variedad de recursos naturales, incluyendo los materiales raros. Los geólogos creen que las tres cuartas partes de sus recursos aún están por descubrir o explotar. Disfruta del 90% de las reservas mundiales de cobalto. el 50% del oro, el 90% del platino, el 98% del cromo, el 64% del manganeso, el 33% del uranio, el 80% de los de columnita-tantalita así como ingentes reservas de petróleo. Destaca el oeste y el sur africanos, desde Nigeria a Angola, el núcleo de una vasta zona de yacimientos que atraen a los grandes inversores mundiales que construyen nuevas infraestructuras y crean empleos que impulsan el consumo interno.
Pero las economías deben diversificarse para no depender tanto de las exportaciones de las materias primas. Cuando los precios de las “commodities” bajan bruscamente, las finanzas públicas se desequilibran. A partir del 2014, la caída del petróleo golpeó a los grandes productores como Nigeria, Angola, Mozambique y Gabón, muy dependientes de la demanda china. Mientras recibían el mana chino no diversificaron ni industrializaron sus países. Así algunos tuvieron que pedir ayuda urgente al FMI para poder superar sus agobios financieros y afrontaron dificultades para reembolsar los créditos recibidos. En cambio, en otros países del este africano no dependientes de las exportaciones energéticas, la situación fue distinta al ser importadores que se beneficiaron de la bajada del petróleo Y sus exportaciones manufactureras siguen incrementándose. Kenia, Tanzania, Ruanda y Etiopia reciben más inversiones foráneas, sobre todo chinas, que deslocalizan sectores como el textil en África. Costa de Marfil es uno de los que creció más. Y en Ruanda florece el sector de las nuevas tecnologías.
El PNUD encarece a los Gobiernos a jugar a fondo la carta de la industrialización para impulsar un crecimiento económico sostenible y equitativo respetando las culturas autóctonas. Una estrategia que pasa por invertir en conocimiento para modernizar las estructuras productivas. Hoy se da la paradoja de que Nigeria explota crudo pero importa gasolina, Senegal exporta pescado pero importa sus derivados y Costa de Marfil es un gran productor de cacao que compra chocolate. Los datos son relevantes, Sudáfrica y Nigeria, las dos grandes economías subsaharianas, el sector industrial solo representa el 13 y el 10% respectivamente. En Tailandia es el 30%.
África puede ser la otra “fabrica del mundo”. El vacío que China e India y otros países emergentes vayan dejando a medida que evolucionen hacia la producción de más alto valor añadido, también puede ser cubierto por los sectores manufactureros africanos. Pero estos no deben caer en el error de basar la competitividad en los bajos precios. Y aunque los costes laborales sean bajos, la falta de infraestructuras y la burocracia, encarecen la producción. Y seguirán competiendo con los productos baratos chinos que invaden el continente desincentivando la producción local. Los inversores chinos compran las empresas locales para fabricar los productos “made in África”. Las dinámicas diásporas chinas invierten sus capitales y ya controlan un parte significativa de las industrias locales. Una penetración vista como una nueva forma de colonialismo.
La Unión Africana (UA) es la única organización internacional de cooperación de ámbito continental integrada por los 54 estados africanos. También se han constituido varias instituciones de ámbito regional en el área subsahariana. Destacan la Comunidad de África Occidental (ECOWAS) en 1975; la Comunidad Económica de África Central (CEEAC) en 1981; la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) en 1979 y la Comunidad de África Oriental (CAO) en 2001. La UA impulsa la creación de una zona de libre cambio continental (CFTA) constituida por los 54 estados africanos. Pero falta voluntad política para avanzar hacia una mayor integración continental. Y las nuevas presiones proteccionistas a nivel mundial tampoco favorecen la apuesta africana por el libre comercio.
El comercio intra-africano representaba solo el 19% en 2016. Persisten complejas barreras políticas y comerciales, arancelarias, administrativas y jurídicas que incrementan los costes de los intercambios transfronterizos. Para una empresa africana es más fácil, rápido y barato exportar a la UE, gracias a los acuerdos comerciales preferenciales, que a un país vecino. Influye una herencia del periodo colonial cuando se construyeron unas redes viarias y ferrocarriles desde los puertos más cercanos a los yacimientos mineros para transportar los recursos naturales hasta Europa. Hoy, las comunicaciones del continente siguen siendo disfuncionales. Kinshasa y Brazzaville, dos capitales que concentran la tercera aglomeración urbana del continente, siguen separadas por el río Congo, una barrera para el comercio exterior entre la República del Congo y la República Democrática del Congo.
Sudáfrica registró un crecimiento de solo un 0,3% en 2016, tras hacerlo un 1,3% en 2015. Una cifra insuficiente para crear empleo en un país con una tasa de paro del 27%, que supera al 50% entre los jóvenes. Las tensiones sociales se dispararon en los últimos meses con violentos brotes de xenofobia contra los extranjeros. La caída de los precios de las materias primas y las sequías sufridas en 2015 y 2016 golpearon a la vez los sectores minero y agrícola. Y ocurrió en medio de una profunda crisis política provocada por los escándalos de corrupción que minan la credibilidad del presidente Jacob Zuma, contestado en el seno del Congreso Nacional Africano, en el poder desde 1994. El enrarecido clima político frena la inversión extranjera y el consumo interno. Pero los males vienen de más lejos.
Nigeria está en recesión. El país más poblado con 190 millones de habitantes, se contrajo por primera vez en 25 años, un -1,5% en 2016 tras crecer un 2,8% en 2015. La caída del precio del petróleo perjudica una economía con el 70% de sus ingresos dependientes del sector petrolero que representa el 90% de todas las exportaciones, reduce las reservas de divisas y debilita el naira, la divisa del país.
Además, la producción de crudo cayó un 14% debido a los sabotajes contra las instalaciones petroleras en el delta del Níger. Y persisten las desigualdades sociales y divisiones religiosas con la amenaza del islamismo radical de Boko Haram anclado en el norte. El FMI predice que el PIB puede crecer un 0,8% en 2017, mientras la población crecerá otro 2,6%.
Sudáfrica y Nigeria representan la mitad del PIB subsahariano. Pero sin urgentes y profundas reformas políticas y económicas, podrían malbaratar su gran potencial de crecimiento.
“Doing Business” en África puede ser arriesgado pero merece intentarlo. Comerciar o invertir en el continente obliga a un esfuerzo de conocimiento de su gran diversidad y complejidad. Se trata de 54 países muy dispares con diversos niveles de crecimiento y desarrollo. Es preciso tener un conocimiento “in situ” para analizar y saber dónde, cómo, cuándo y con quien se puede o no hacer negocios. El conocimiento de las culturas locales de los negocios y la persistencia ante las dificultades son dos requisitos básicos para encontrar interlocutores o socios serios y emprendedores, que los hay, con quienes confiar, comerciar e invertir para aprovechar las grandes oportunidades que ofrece el emergente mercado africano, también para las PIMES. África precisa de todo. Y cabe aprovechar la financiación internacional y estatal abierta para mejorar la sanidad y la educación. También para las infraestructuras de transporte y logísticos y los bienes de equipo necesarios para potenciar la industrialización y los servicios. Nuestras relaciones comerciales con África subsahariana son escasas pero hay que perseverar. Merece consultar la última edición del “Doing Business” publicado por el Banco Mundial y los informes periódicos del Banco Africano de Desarrollo.
Este artículo ha sido publicado originalmente en Cataluña Económica
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