El sorprendente éxito tecnológico de Europa
Image: REUTERS/Robert Pratta
A Europa se la suele ver como una rezagada digital, muy por detrás de la vanguardia representada por Estados Unidos y Asia. Pero las apariencias engañan. En realidad, según un nuevo informe de Atomico, una empresa londinense de capitales de riesgo, las startups europeas están tomando la delantera en inteligencia artificial, creando nuevos centros tecnológicos y atrayendo inversiones de los paladines tradicionales de la industria. El año pasado, el sector tecnológico europeo obtuvo la cifra récord de 13 600 millones de dólares en inversiones, contra 2800 millones en 2011.
Quedaron atrás los días en que el sector “tecno” europeo estaba formado en su mayor parte por empresas de comercio electrónico orientadas a los consumidores (a menudo, copias flagrantes de compañías estadounidenses exitosas). Hoy, Europa es un centro de auténtica innovación pionera, impulsada por lo que Atomico denomina “tecnología profunda”: el tipo de inteligencia artificial desarrollada por DeepMind (de Google). En 2015, la tecnología profunda recabó en Europa inversiones de riesgo por 1300 millones de dólares en 82 rondas (contra los 289 millones en 55 rondas de 2011).
Los nuevos polos tecnológicos europeos surgen en lugares inesperados, muy distintos de los núcleos de actividad iniciales (como Londres, Berlín y Estocolmo). Atomico señala a París, Múnich, Zúrich y Copenhague como ciudades a las que hay que prestar atención en los próximos años. Según Atomico, la capital francesa ya comienza a rivalizar con Londres y Berlín en cuanto a cantidad y volumen de acuerdos financiados con capitales de riesgo.
Las industrias tradicionales europeas están despertando a la tecnología. Dos tercios de las corporaciones europeas más grandes por capitalización de mercado han hecho una inversión directa en una firma tecnológica. Un tercio de esas empresas han comprado una compañía tecnológica desde el inicio de 2015.
También las empresas extranjeras acuden a aprovechar el talento tecnológico europeo. Google, Facebook y Amazon anunciaron importantes ampliaciones de sus centros tecnológicos en Europa. El año pasado hubo transacciones por más de 88 000 millones de dólares (contra sólo 3300 millones en 2014), entre ellas la compra por SoftBank de la empresa de diseño de semiconductores británica ARM, y la compra por Qualcomm de NXP Semiconductors al precio de 47 000 millones de dólares.
Otro estudio, del Boston Consulting Group, señala que muchos pequeños países exportadores de la Unión Europea (en concreto, los del Benelux, el Báltico y los nórdicos) superan con creces a Estados Unidos en “ciberintensidad”, concepto que abarca aspectos como la infraestructura informática, el acceso a Internet y la participación de empresas, consumidores y gobiernos en actividades relacionadas con Internet.
Estas “avanzadas digitales” generan cerca del 8% de su PIB en la Red, contra el 5% de los “cinco grandes” europeos (Alemania, Francia, Italia, España y el Reino Unido). Se espera que entre 2015 y 2020, la digitalización genere entre 1,6 millones y 2,3 millones de empleos más de los que eliminará en esos países.
Claro que el sector tecnológico europeo todavía tiene sus debilidades, de las que da muestra la incapacidad hasta ahora de producir un gigante que rivalice con los mastodontes de Silicon Valley. Si bien para los tecnoemprendedores europeos conseguir fondos para iniciar una empresa es tan fácil como para los estadounidenses, estos obtienen catorce veces más capital en las etapas posteriores. Este faltante de financiación desaparecería si los fondos de pensiones europeos asignaran a inversiones de riesgo apenas un 0,6% más del capital que gestionan.
Una debilidad relacionada es la falta de un auténtico mercado digital europeo unificado. En Estados Unidos o China, los tecnoemprendedores tienen acceso inmediato a un mercado masivo. En Europa, todavía deben moverse en 28 mercados de consumo diferentes con sus respectivos regímenes regulatorios.
Es verdad que la Comisión Europea prometió hace dos años crear un mercado digital único, tras calcular que aportaría 415 000 millones de euros (448 500 millones de dólares) al año a la economía de la UE. Pero hace poco, Hosuk Lee-Makiyama y Philippe Legrain, de OPEN (Red de Economía Política Abierta), hicieron una evaluación muy crítica de los resultados. Según los autores, el “mercado digital único” europeo hoy no es más que una “maraña de políticas industriales anticuadas, corporativistas y contraproducentes que privilegian a los productores por sobre los consumidores, a las empresas grandes por sobre las pequeñas, a los nombres tradicionales ya instalados por sobre las firmas digitales nuevas, y a las empresas de la UE por sobre las extranjeras”.
En vez de liberalizar, la UE quiere regular. Por ejemplo, busca prohibir que las empresas impidan a los clientes el acceso a páginas de venta online según el país de residencia (salvo por motivos de copyright) o les presenten precios diferentes por el mismo motivo. Otras posibilidades peligrosas (como el intento de regular la propiedad, el acceso y la utilización de los datos) asoman en el horizonte.
A pesar de estos riesgos, la tendencia general en el sector tecnológico europeo es positiva. Un nuevo apetito de riesgo parece recorrer el continente; Atomico informa que más del 85% de los fundadores dicen que es “culturalmente aceptable” comenzar una empresa propia. Añádase un profundo talento para la investigación (cinco de las diez facultades de ciencias de la computación más importantes del mundo están en la UE), y se verá que el auge de las startups europeas parece sostenible.
También hay motivos para el optimismo desde lo político. Las avanzadas digitales europeas comienzan a organizarse para ganar fuerza: 16 países pequeños de la UE, entre ellos Dinamarca, Irlanda y Estonia, han formado un grupo en defensa de Internet y exhortaron a la UE a prohibir la imposición de requisitos de localización de datos.
En momentos en que Estados Unidos vira hacia políticas proteccionistas, aislacionistas y retrógradas, Europa se adelanta a ocupar su lugar como una fuerza económica progresista e innovadora. ¿No sería irónico que (como ya parece probable) la presuntamente atrasada UE termine liderando la liberación del real potencial económico de Internet?
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