Educar para el éxito
La definición de éxito siempre ha sido complicada. Para el DRAE éxito es, en su primera acepción, el ‘resultado feliz de un negocio, actuación’.
Para muchas personas, el éxito se asimila a la ‘fama’ o al ‘reconocimiento’.
Sin embargo, etimológicamente, el término éxito proviene del latín exĭtus, que significa ‘salida’; en inglés, el término es claro, por ello podemos ver indicadas las salidas con la indicación de «exit». Consecuentemente, cada ser humano tiene su propia definición de éxito, cada persona debe conocer qué significa éxito para sí.
A mí, personalmente, me gusta la definición de: «Éxito es estar dónde quieres estar»
Creo que estar donde quieres estar es la máxima satisfacción a la que se puede aspirar y que ese es el camino que deberíamos ayudar a seguir a los niños. Para conseguir estar dónde quieres estar, es necesario tener unos objetivos claros, haberse parado a reflexionar y trabajar para conseguirlo. Al final, es posible que el éxito se reduzca a ser quién quieres ser.
Creo que ser quien quieres ser es conseguir el éxito en tu vida. Y llegar allí requiere esfuerzo. No porque quieras cambiarlo todo en tu personalidad o en tu forma de hacer, sino porque muchas veces nos planteamos pequeños cambios, que realmente deseamos, pero que nos cuesta llevar a la práctica. Conseguir cambiar nuestra conducta no es fácil, aunque sepamos lo que más nos conviene. Sin embargo, es posible y conviene que los niños lo sepan.
En este desafío, puede resultar de utilidad el libro Disparadores. Cómo cambiar tu conducta para ser la persona que quieres ser, de Marshall Goldsmith, considerado uno de los cinco pensadores más influyentes actuales por la revista Forbes.
Goldsmith señala que existen dos grandes verdades al respecto:
Un cambio de conducta significativo es algo muy complejo, difícil de conseguir, debido a que supone tres grandes retos:
1) No nos gusta admitir que necesitamos un cambio.
2) No somos conscientes del poder de la inercia.
3) No sabemos cómo llevar a cabo el cambio.
Nadie puede cambiarnos si no queremos hacerlo. El cambio proviene de dentro. Solo tú puedes decidir si quieres cambiar.
Así, pues, cada persona –en edad adulta o infantil– debe aspirar a ser lo que quiere ser y el primer paso es precisamente saber quién quiere ser. Dedicar un tiempo a la reflexión es siempre necesario, empezando en las etapas infantiles de la vida. Y los niños tienen tendencia a hacerlo, acostumbran a reflexionar, en ocasiones con una profundidad que nos sorprende…
¿Por qué existimos? ¿Por qué tenemos que morir?… Nos preguntan sobre la muerte, el amor, el sentido de la vida… especialmente en etapas de primera infancia –con el tiempo, parece que van disminuyendo o desapareciendo incluso este tipo de preguntas—. No es difícil ayudarles a reflexionar, es cuestión de dedicar un tiempo a hablar con ellos para profundizar en lo que sienten. La autorreflexión puede ayudar a promover el éxito en la vida de los niños, y puede ayudarles a encontrar nuevas maneras para afrontar los problemas.
Creo que una parte de la educación consiste en acompañar a nuestros alumnos y eso pasa, principalmente, por escucharles.
Para fomentar la autorreflexión, es necesario dejar un tiempo para conversar, cuidar el lenguaje que utilizamos y hablar en positivo. Los estudios sobre contacto emocional demuestran que podemos generar emociones en los demás y cómo funciona esa especie de «contagio».
A través del proceso de reflexión, se consigue un mayor entendimiento de lo que nos rodea y de lo que forma parte de nuestro interior. A partir de aquí, cuando una persona sabe lo que quiere conseguir, es necesario activar «disparadores» según Goldsmith.
Un disparador es cualquier estímulo que reconfigura nuestros pensamientos y acciones y que se presenta de manera súbita e inesperada.
Los disparadores pueden ser de muchos tipos (internos / externos, directos / indirectos, conscientes / inconscientes…), pero lo más importante es encontrar disparadores beneficiosos —que nos ayudan a ser la persona que queremos ser—.
Se trata de encontrar los estímulos adecuados para conseguir hacer lo que queremos, algo que necesariamente pasa por modificar hábitos de conducta. Por ello, Goldsmith, nos remite al libro «El poder de los hábitos» de Charles Duhigg —que ya comenté en un artículo anterior El poder del hábito—.
Los seres humanos somos seres de costumbres. Se calcula que cada día tenemos unos 60.000 pensamientos, de los cuales el 90% son exactamente iguales a los del día anterior o de la semana anterior.
Los hábitos juegan un papel importantísimo en nuestra vida, y es necesario saber gestionarlos
Para cambiar y ser la persona que quieres ser, Goldsmith destaca cuatro aspectos: poner atención al entorno en el que nos movemos, realizar preguntas activas, planificar para mejorar y comprometerse con el cambio.
I.- En primer lugar, es necesario ser conscientes de cómo nos condiciona nuestro entorno.
La mayoría de nosotros nos desenvolvemos en la vida sin ser conscientes de que el entorno es el disparador más potente de nuestras vidas y de que no siempre nos beneficia.
Se puede considerar el entorno como una macroesfera que viene determinada por las influencias más importantes sobre nuestra conducta: amig@s, familia, compañer@s…
El entorno puede llegar a determinar una parte muy significativa de nuestra conducta y hay que ser conscientes de ello. Existe una tendencia natural de las personas a sincronizar e imitar muchos aspectos de la conducta que observan en otros a su alrededor.
Por tanto, atención al entorno en el que nos movemos… va a influir en cómo somos.
II.- El poder de las preguntas activas
Las preguntas activas son mecanismos disparadores cuyo objetivo es cambiar nuestra conducta. El acto de autocuestionarse lo cambia todo. Goldsmith nos propone que nos hagamos preguntas activas cada día. Si lo trasladamos al plano educativo, es cuestión de hacer preguntas activas a l@s alumn@s.
El autor señala que las preguntas activas son aquellas que no se centran en el entorno, sino en la persona. Las preguntas activas llevan a una autoevaluación activa, que puede desencadenar una nueva manera de interactuar con el mundo, porque con ella adquirimos un mayor sentido del control y la responsabilidad, en vez de caer en el victimismo.
III.- Planificar ayuda a mejorar
Si a nuestro deseo de cambio, le sumamos la planificación, aumentamos la probabilidad de conseguirlo y somos más eficientes.
Nuestra conducta está sometida a la influencia del desgaste, tal y como explica el psicólogo social Roy F. Baumeister: la “fuerza del yo” se agota a lo largo del día a causa de los esfuerzos y la autorregulación. Para poder superar este desgaste, podemos utilizar la planificación, que evita -de manera casi mágica- que la disciplina y el autocontrol desaparezcan. Cuando tenemos un plan, no debemos tomar tantas decisiones, ya que seguimos el plan y, por tanto, hacemos lo que tenemos que hacer.
IV.- Consciencia y compromiso
No podemos cambiar si no sabemos qué queremos cambiar. Nadie puede decirte qué debes cambiar, es una decisión personal.
Al valorar nuestra evolución con las preguntas diarias, si vemos que no estamos consiguiendo algo, es importante calibrar sinceramente la interacción entre la fuerza del entorno y nuestra propia fuerza para conseguir llegar a ser quién queremos ser. También es importante la consciencia, estar atentos a lo que sucede, y la implicación con lo que realmente deseamos.
Esta es la interesante propuesta de Goldsmith para trabajar con los “disparadores” para conseguir ser lo que nos propongamos o para ayudar a otros a que lo consigan.
En el fondo, el autor nos propone un método de trabajo consciente, con seguimiento y de disciplina para fortalecer la voluntad de cambio.
Estoy convencida de que planificar es un modo de aumentar las probabilidades de conseguirlo, de que el diálogo interior es necesario para la mejora y de que el acompañamiento de otra persona —coach— es otro de los factores que contribuyen al éxito.
Educar para el éxito posiblemente consista en decirle a cada alumno «sé la persona que quieres ser». Y el secreto del éxito está en lo que haces…
Al final, la distancia entre lo que eres y lo que quieres ser está en lo que haces.
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