Sistemas Financieros y Monetarios

Dar sentido ecológico a las finanzas digitales

Investors are reflected in a window as they talk in front of a board displaying stock prices at the Australian Securities Exchange (ASX) in Sydney, Australia, February 8, 2017. REUTERS/Steven Saphore - RTX3030U

Image: REUTERS/Steven Saphore

Simon Zadek
Executive Director, NatureFinance

Las finanzas digitales se han convertido en una revolución inesperada, sencillamente por permitir la inclusión financiera de bajo coste. Gracias a las nuevas tecnologías financieras (fintech), los consumidores pueden hacer sus compras sin complicaciones, los migrantes pueden enviar a sus familias de manera barata el dinero por el que tanto se han esforzado, las pequeñas empresas pueden acceder al crédito en minutos a través de perfiles alimentados con Big Data y los ahorristas pueden decidir en qué se invierten sus fondos. Pero hay otro factor que se debe tener en cuenta para que las fintech puedan llenar todo su potencial de promoción del bien público: el medio ambiente.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicó hace poco un informe titulado Fintech and Sustainable Development: Assessing the Implications (Las fintech y el desarrollo sostenible: evaluación de las implicaciones), en el que se explora cómo se pueden aprovechar las finanzas digitales para obtener beneficios ambientales. Como señala el informe, al reducir los costes y promover la eficiencia, las fintech ya están movilizando las finanzas ecológicas, haciendo posible que más personas con menos recursos tengan acceso a energías limpias mediante sistemas de pago innovadores y facilitando que tanto ricos como pobres puedan ahorrar en ellas.

Por ejemplo, la empresa emergente sueca Trine hace posible que los ahorristas del centro de Estocolmo financien sistemas de energía solar distribuida en áreas rurales a miles de kilómetros de distancia. En Kenia, M-KOPA está aprovechando la enormemente exitosa plataforma de pagos M-PESA para que las comunidades más pobres tengan acceso a agua potable. Otros experimentos destacan el potencial ecológico de la cadena de bloques (blockchain) y las criptomonedas.

Los beneficios de estas iniciativas podrían ser sustanciales para los hogares, los proveedores de servicios financieros y el medio ambiente. Con esto en mente, en la última reunión anual del Foro Económico Mundial, en Davos, Suiza, se presentó una coalición de compañías de servicios financieros, la Alianza para las Finanzas Digitales Verdes.

Uno de los fundadores de la alianza, ANT Financial Services, tiene una plataforma de pagos móviles con más de 450 millones de usuarios solo en China, y hoy colabora con el PNUMA para ofrecer una aplicación experimental de “energía verde” que recompense a los usuarios por consumir menos carbono.

Las fintech son parte de una revolución digital mayor, que también incluye al Big Data, la Internet de las Cosas, la cadena de bloques y la inteligencia artificial. Son tecnologías que hacen posible registrar y dar seguimiento al ciclo de vida de los productos (incluso al dinero mismo), determinando así con precisión dónde se usaron, cómo se financiaron y el efecto que han tenido sobre el medio ambiente. Así, la nueva aplicación de energía verde de ANT traduce los datos de transacciones financieras en las emisiones de carbono que producen directa o indirectamente. Si este enfoque se extiende a más plataformas de pago podría hacer que cientos de millones de personas integren el ahorro de emisiones de carbono a sus decisiones cotidianas.

Todas las revoluciones tienen costes inesperados y pueden ser objeto de desvíos, si no de corrupción directa. La revolución de las fintech no es diferente. El riesgo más evidente es la pérdida de privacidad; de hecho, a pesar de los esfuerzos por crear salvaguardas, es inevitable. Pero también hay riesgos menos visibles que se originan en la disrupción de los mercados emergentes. Como destacara el periodista y escritor Michael Lewis en su éxito de ventas Flash Boys, los riesgos que crea el trading de alta frecuencia sobre los retornos financieros de nuestro pesado sistema de fondos de pensiones del siglo veinte tienen un amplio alcance.

Aunque no se pueden descartar, son riesgos que sí se pueden reducir. En particular, las entidades normativas tendrán que trabajar rápido para mantenerse al día de la mejor manera posible en un ambiente financiero que cambia a gran velocidad. Pero su objetivo no debería ser proteger contra los riesgos de las finanzas tecnológicas; también deberían apuntar a orientarlas para que alcancen su pleno potencial. Por ejemplo, se deberían alinear con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, lo que exigiría nuevos estándares, innovaciones de mercado y colaboración.

Los países de todo el mundo deberían integrar las finanzas digitales a sus planes de financiación para el desarrollo sostenible. Las coaliciones como la Alianza para las Finanzas Digitales Verdes pueden apoyar estas iniciativas si movilizan acciones colectivas por parte de las instituciones financieras y sus accionistas.

También tendrán importancia las medidas multilaterales. Este año el G20, bajo el liderazgo de Alemania, se centrará en desarrollar la capacidad de recuperación, mejorar la sostenibilidad y asumir la responsabilidad del cambio climático, todas ellas áreas en que la digitalización debe ser parte de la solución. De manera similar, bajo la presidencia de Italia el G7 explorará cómo financiar empresas verdes de pequeño y mediano tamaño, aprovechando las innovaciones abiertas por las fintech.

Si se adopta un enfoque correcto, es posible encauzar las fintech para fortalecer las economías y sociedades, y al mismo tiempo preservar el medio ambiente. Afortunadamente, bien puede ser que este año marque la mayoría de edad de las finanzas digitales.

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