Geografías en profundidad

Repensar el liderazgo africano

The swearing in ceremony during the inauguration of Gambia President Adama Barrow at the Gambian embassy in Dakar, Senegal, is seen in this handout photo provided by Office of the Senegal Presidency, January 19, 2017. Picture taken January 19, 2017. REUTERS/Office of the Senegal Presidency/Handout THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. IT IS DISTRIBUTED, EXACTLY AS RECEIVED BY REUTERS, AS A SERVICE TO CLIENTS. EDITORIAL USE ONLY - RTSWGWP

Image: REUTERS/Office of the Senegal Presidency/Handout

María Arnal Canudo

A pesar de los avances producidos en África en las últimas décadas, muchas democracias del continente todavía tienen camino por recorrer. Este año hay previstas elecciones locales, presidenciales o nacionales en más de 21 países de África y está por dirimir el futuro inmediato de Gambia tras los comicios del pasado diciembre. Sin embargo, a pesar de los retos a los que se enfrenta el continente, quizás se debería empezar a analizar su situación desde otros puntos de vista que incluyan otras perspectivas culturales e históricas.

Las aproximaciones al liderazgo político africano a las que estamos acostumbrados tienen que ver con conceptos como corrupción, tribalismo o personalismo. Gran parte de la bibliografía y estudios existentes sobre la gestión gubernamental y liderazgo político han sido escritos en base a las sociedades europeas y americana. Apenas existen referencias al continente africano. Sin embargo, el liderazgo es un concepto unido a los valores culturales del país en cuestión. Entender los mecanismos y dinámicas sociales africanas permite tener una aproximación al concepto de liderazgo de este continente, aunque no por ello están justificadas todas las acciones que se lleven a cabo.

Un líder es producto de su sociedad, por lo que es una obviedad que represente valores de la misma, aunque existan cualidades del liderazgo aplicables en cualquier lugar del mundo como el carisma, la gestión de los recursos o el tipo de personalidad. Por lo tanto, uno de los rasgos definitorios de liderazgo es la cultura y las dinámicas sociales, las cuales suelen ser comunes en países de la misma región, por ello son válidos conceptos como liderazgo africano siempre que se asuma como una generalidad con excepciones.

En el caso de África el concepto de umbutu tiene un significado considerable en la definición de liderazgo africano. Esta palabra podría traducirse como “comunidad” o el “uno por la comunidad” y se refiere en sus términos filosóficos al sentido de comunidad africano y el trabajo por ésta. Emergió en lo que se ha conocido como renacimiento africano a partir de la independencia de Suráfrica y el fin del Apartheid en aras de simbolizar la unión de los surafricanos en la construcción de un Estado nuevo. Y tras la presidencia de Nelson Mandela, umbutu se exportó al resto de continente en sus términos lingüísticos y filosóficos.

El concepto de comunidad en África es clave para entender el funcionamiento de las sociedades y su liderazgo. Comunidad es un grupo de personas a los que les unen un sentido de afectividad y existe una participación recíproca en el grupo. En las comunidades no existen terceras partes externas a ésta que puedan intervenir. Sin embargo, el colectivo es el grupo de personas que sin tener afinidades culturales han decidido trabajar juntas por un objetivo determinado.

La fortaleza de la comunidad en muchos países de África es para algunos autores fruto de la no intervención de la producción capitalista y a su vez explica en cierta manera la gestión a pequeña, mediana y gran escala en muchos lugares del continente. El consenso y la participación de todos los actores en los debates son característicos de muchas organizaciones. Razón por la que las deliberaciones y toma de decisiones se ralentizan en el tiempo. Algunos de sus biógrafos aseguran que éste fue uno de los rasgos de liderazgo de Kofi Annan durante sus años como Secretario General de Naciones Unidas.

Sin embargo, la otra cara de la moneda en cuanto a las diferencias entre comunidad y colectividad no es baladí. Al vivir en comunidad más que en colectividad, el Estado es visto como un instrumento para la comunidad más que para el colectivo. Como consecuencia, la línea entre público y privado se transforma en una frontera porosa para algunos gobernantes que han terminado por utilizar las administraciones para su beneficio y el de sus allegados. Como consecuencia, la corrupción -como el cualquier otro lugar el mundo- ha generado una pérdida de confianza de los ciudadanos en la esfera pública en muchos países africanos que durante los 60 y 70 gozaron de una participación ciudadana en política muy alta.

Esta diferenciación entre comunidad y colectividad es clave para explicar la debilidad de algunos Estados en África. Durante el periodo de entreguerras nacieron en las colonias africanas varios grupos civiles y asociaciones culturales basadas en etnias o parentesco con el objetivo de ser plataforma de apoyo cuando emigraban para buscar trabajo. De esta forma, en los primeros años de independencia nacieron los primeros partidos políticos africanos basados en estas organizaciones previas, como la Asociación de los Bakongo (ABACO) en la República Democrática del Congo.

Tras la primera ola de descolonización en los 60, muchos países africanos buscaron la vuelta a las tradiciones en aras de encontrar su identidad más que en la modernización de los Estados. Aludiendo a este precepto junto con el de estabilización de la región para evitar cualquier conflicto, muchos países migraron de sistemas parlamentarios heredados a modelos presidencialistas. El resultado han sido décadas de liderazgos políticos controvertidos, sistemas disfuncionales y conflictos en varias regiones del continente.

Tal como muestra esta tabla, se aprecia una clara evolución en el desarrollo democrático en los países africanos. Mientras los golpes de Estado o guerras decrecen como forma de terminar con los mandatos de los líderes, la retirada voluntaria del país o la pérdida de elecciones aumentan. Actualmente, la estancia en el poder para un líder africano es una media de 5,5 años frente a los 15 y 13 años de los 60 y 80, y el doble de los líderes africanos actuales poseen un título superior en educación de los que lo poseían en los 60.

La búsqueda de identidad a través de la incorporación de tradiciones ha sido exitosa en otros países del continente. Tras la guerra civil, Ruanda introdujo en su sistema normativo el trabajo voluntario por el interés de la comunidad, umuganda, en el que los ciudadanos limpian las calles de la ciudad semanalmente. Y Botsuana incluyó como órgano consultivo la precolonial Casa de los Jefes (Ntlo ya Dikgosi) en la que las decisiones de los jefes de las etnias están sometidas al escrutinio de la asamblea, ejerciendo así un control de poderes sobre los jefes.

En lo referente a tipología de liderazgos, según Alí Mazrui, politólogo keniano, los líderes políticos africanos postcoloniales se pueden dividir en cuatro grandes grupos según el rol desempeñado por cada uno de ellos durante sus mandatos: el líder movilizador como los ex presidentes Julius Nyerere (Tanzania) o Gamal Abdel Nasser (Egipto); el líder reconciliador, representado por Nelson Mandela (Suráfrica); el líder patriarcal, Jommo Kenyatta (Kenia); y los líderes de mantenimiento del status quo como la élite política de Kenia de los 80.

Actualmente, autores como Robert Rotberg consideran que el liderazgo transformacional y visionario es el más óptimo para países en desarrollo con débiles instituciones. En esta tesitura los líderes inspiradores e integradores de la sociedad tienen un papel fundamental en la creación de los cimientos del desarrollo de las instituciones y nuevas políticas. Son líderes que se caracterizan más por su capacidad para movilizar que por su gestión. Nelson Mandela y Seretse Khama son claros ejemplos de líderes transformadores en sus años como primeros presidentes tras la independencia de Suráfrica y Botsuana, respectivamente.

De esta forma, en muchos países africanos la iniciativa privada y la sociedad civil tienen un peso considerable en el desarrollo de los países y la cobertura de las necesidades de la población. El empresario nigeriano Tony Elumelu lo ha bautizado como africapitalismo, gracias a la que cual la inversión a largo plazo del sector privado será la que consiga cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible y el desarrollo de la economía y Estado social. Strive Masiyiwa, fundador de Econet Wireless en Zimbabue beca cada año a más de 25.000 niños huérfanos desde su fundación; o Kofi Annan creó el African Progress Pannel con iniciativas para el desarrollo sostenible del continente.

En 2006 el empresario de origen sudanés Mo Ibrahim lanzó su fundación con su mismo nombre con el fin de promover el liderazgo y la gobernanza en África a través de la medición de parámetros válidos en el continente en vez de aplicar metodologías europeas o americanas. Anualmente publican el Índice de Gobernanza de todo el continente basado en más de 90 indicadores y 14 subcategorías sobre temas como alimentación, seguridad, participación ciudadana o desarrollo humano. Desde 2006 la gobernanza ha crecido en un punto en todo el continente. Costa de Marfil (+13,1), Togo (+9,7) y Zimbabue (+9,7) lideran el ranking. Pero en este mismo periodo 33 de los 54 países (habitados por dos tercios de africanos) han sufrido una caída en seguridad y Estado de derecho. En 2007 la misma fundación estrenó el Premio Mo Ibrahim a la buena gobernanza. Anualmente concede el galardón a un líder político africano por su contribución al desarrollo del país. Entre los galardonados están Joaquim Alberto Chissano, antiguo presidente de Mozambique, o Hifikepunye Pohamba, presidente de Namibia. Desde su lanzamiento, el premio ha quedado vacante cuatro años.

En esta tesitura de gobernanza africana, 10 gobernantes africanos firmaron en 2004 la Declaración de Mombasa en la que se incluye el Código de Liderazgo Africano. Este documento de 23 principios de buena gobernanza tiene como objetivo apremiar a los actuales líderes a mejorar su gobernanza a través de lo aprendido de sus antecesores y del liderazgo global apelando a la participación de todos los niveles de la sociedad, incluyendo las minorías y mayorías, poner el énfasis en la naturaleza de las mejores prácticas democráticas, no utilizar las instituciones públicas para el beneficio personal o el respeto a la ley.

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