¿Está la tecnología creando una generación ansiosa?

Este artículo se publicó originalmente en mayo de 2023 y se actualizó en octubre de 2024.

Desde la aparición de las aplicaciones para teléfonos inteligentes hasta las novedosas estructuras de incentivos en las redes sociales, los últimos avances tecnológicos marcan un cambio en la infancia y un conjunto único de retos de esta generación que los padres están empezando a reconocer.

Los datos pintan un panorama complejo: los problemas de salud mental entre los jóvenes están aumentando en todo el mundo y, aunque el aumento del tiempo frente a la pantalla y el uso de las redes sociales contribuyen a esta tendencia, no todo el compromiso digital es perjudicial. Los expertos destacan la necesidad de un uso equilibrado de la tecnología y de rediseñar las herramientas digitales para favorecer el bienestar de los niños. Lo positivo es que se están haciendo esfuerzos para proteger la salud mental de los jóvenes en un mundo cada vez más digital.

Según la profesora de Psicología Kathleen Pike, no existe una única historia, refiriéndose a las experiencias vividas por los niños y a la charla TED de la autora Chimamanda Ngozi Adichie sobre cómo nuestras vidas y culturas se componen de muchas historias superpuestas.

En la actualidad, hay 1.200 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años, que representan el 16% de la población mundial. Se trata, pues, de una historia diversa y compleja, y los datos no representan en gran medida a los países de renta baja y media, afirma Pike, profesora de la Universidad de Columbia.

Sin embargo, lo que los datos nos dicen con bastante claridad es que los problemas de salud mental han ido en aumento y se prevé que sigan creciendo. En 2019, una de cada ocho personas, es decir, 970 millones de personas en todo el mundo, vivían con un trastorno mental, siendo los trastornos de ansiedad y depresión los más comunes. En 2020, el número de personas que viven con ansiedad y trastornos depresivos aumentó un 26% y un 28%, respectivamente.

Los datos también muestran que los niños y adolescentes no son inmunes a este aumento, al contrario.

La Organización Mundial de la Salud informa que, a nivel mundial, uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años padece un trastorno mental, lo que representa el 13% de la carga mundial de morbilidad en este grupo de edad. La depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento figuran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes, y el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. Los índices de estrés, miedo y soledad son mucho más elevados y siguen creciendo.

Nita Farahany, destacada estudiosa de las implicaciones éticas, jurídicas y sociales de las tecnologías emergentes en la Universidad de Duke, aportó su punto de vista sobre lo que se siente siendo padres en la Reunión Anual 2024 del Foro Económico Mundial, celebrada en Davos (Suiza).

"Soy madre de una niña de ocho años y me preocupa que -si resulta ser como una niña promedio- entre los ocho y los 18 años pasará unos 4,8 años de su vida frente a una pantalla. Es decir, unas 4,5 horas al día frente a una pantalla e inmersa en la tecnología. No se trata de un futuro especulativo; es la realidad actual basada en datos. Y no está claro cómo su paisaje cognitivo está siendo fundamentalmente remodelado por esta realidad."

"Estamos en un momento crucial", añadió. "Nuestros hijos participan en un experimento en curso y no sabemos cuál será el resultado, pero tenemos algunos datos que nos ayudan a informarnos y a pensar de manera diferente sobre cómo se despliega la tecnología respetando al niño en su totalidad y su bienestar."

De 2014-2015 hasta 2023, el número de niños que están casi constantemente en línea aproximadamente se duplicó, pasando de tres horas y media al día a siete o más horas cada día. Esto demuestra un aumento sostenido del tiempo que pasan en línea y no un repunte temporal durante la pandemia, como muchos pensaron en su día.

No hay una única causa para este aumento sostenido, pero las redes sociales forman parte de la historia.

Aunque los datos sobre las repercusiones de pasar más tiempo en línea no están del todo claros, resulta evidente una tendencia al alza. A medida que ha aumentado la disponibilidad y el acceso a los teléfonos inteligentes, también lo ha hecho la incidencia de la ansiedad, la depresión y los trastornos del sueño.

Una nueva investigación de la Universidad de Oxford revela una fuerte correlación entre el tiempo pasado en las redes sociales y el aumento de las tasas de ansiedad y depresión entre los jóvenes, informa el Financial Times.

En la fase inicial de un estudio de 10 años, los investigadores descubrieron que el 60% de 7.000 jóvenes de 16 a 18 años pasaban hasta cuatro horas al día en estas plataformas y, en algunos casos, hasta 8 horas. El simple hecho de dormir más y hacer más ejercicio mejoraría la salud mental de este grupo de edad, afirmaron.

Las chicas eran más propensas que los chicos a declarar problemas de salud mental, y una de cada cinco chicas de 16 años acudía a los servicios de salud mental del NHS.

La causa no es obvia, como tampoco lo es la correlación con el tiempo de pantalla: parte de ese mayor tiempo en línea se debe a un aumento de la creatividad, la conectividad y las oportunidades de aprendizaje e inmersión. Sin embargo, resulta curioso, como destaca Farahany, que un estudio sobre estudiantes universitarios que limitaban su tiempo frente a la pantalla a 30 minutos al día revelara que, al cabo de tres semanas, presentaban niveles mucho más bajos de depresión y soledad.

Parte de esta mejora del bienestar mental parece atribuible a un mejor sueño, pero es poco probable que sea la única razón.

Entonces, ¿qué debemos hacer para abordar los daños emergentes en niños y jóvenes e invertir la tendencia de una generación cada vez más ansiosa?

"Parte del problema es que estas plataformas están diseñadas intencionadamente con constructos cognitivos para aumentar la participación y el uso", dice Farahany, destacando características como la reproducción automática o las recompensas intermitentes que ludifican la experiencia en las redes sociales y crean presión de grupo.

La tecnología no tiene por qué ser así si podemos diseñarla de forma que respete al niño y todas sus facetas y reconozca que el uso constante de la tecnología no puede ser toda su historia. Debe reconocer que su interacción y conexión con los demás y con la naturaleza son fundamentales.

"Intentar diseñar un mundo para un enfoque de 'niño completo' debe implicar el rediseño de la tecnología", añade Farahany, pero para llegar ahí hay que reconocer que no todo el tiempo frente a la pantalla es perjudicial: la clave está en el equilibrio.

"Hay que fomentar el uso activo de la tecnología en lugar del pasivo. Se trata de reconocer dónde están los beneficios y cómo se puede alinear la tecnología con los niños."

Se están realizando importantes esfuerzos para que así sea.

Finlandia ha diseñado intencionadamente su plan de estudios para preparar a los niños desde la edad preescolar a contrarrestar la desinformación integrando la tecnología de forma que les ayude a desarrollar el discernimiento, la destreza y la agilidad mental.

Del mismo modo, la organización sin fines de lucro Common Sense Education tiene un plan de estudios de ciudadanía digital que enseña a los niños los fundamentos de la alfabetización digital, cómo les afecta y cómo pueden tomar decisiones para capacitarse para un futuro digital.

El Global Future Council on Mental Health del Foro busca abordar el significativo aumento de las tasas de depresión, ansiedad, consumo de sustancias y suicidio desde la pandemia del COVID-19, promoviendo iniciativas público-privadas innovadoras que transformen el tratamiento de la salud mental y creen soluciones duraderas.

Estas acciones ayudarán a preparar a los niños para un mundo de creciente inmersión digital. Sin embargo, aún se puede hacer más.

Debemos examinar el diseño y el rediseño de la tecnología, desde las plataformas de medios sociales que dan prioridad a la privacidad hasta las tecnologías que se centran en capacitar a los niños en lugar de atraparlos.

Para abordar las carencias, es necesario un nuevo conjunto de normas industriales fundamentales en torno a los códigos infantiles que tengan en cuenta sus vulnerabilidades específicas a la vez que fomenten y favorezcan su empoderamiento, junto con marcos políticos sólidos que protejan a los niños. Por ejemplo, las nuevas normas en China para reforzar la protección de los niños en línea y las políticas "el niño primero" de la Unión Europea se centran en cómo beneficiar a los niños con mayores recursos y financiación para la salud mental.

Necesitamos más de estos esfuerzos y un enfoque colectivo para mejorar la salud mental de los jóvenes. Estamos presenciando un claro caso de padres que sobreprotegen a sus hijos en el mundo real mientras los protegen poco en el mundo virtual, concluye el psicólogo social y autor Jonathan Haidt, añadiendo una clara llamada a la acción para padres, profesores, amigos y familiares que quieran ayudar a mejorar la salud mental de niños y adolescentes.