Naturaleza y Biodiversidad

La Amazonía está cerca del punto de no retorno. La COP16 es una oportunidad crucial para actuar

Un bombero en la selva amazónica del estado de Amazonas, Brasil.

Un bombero en la selva amazónica del estado de Amazonas, Brasil. Image: Reuters/Adriano Machado

Kirsten Schuijt
Director-General, WWF International
Maria Susana Muhamad González
Minister of Environment and Sustainable Development, Ministry of the Environment and Sustainable Development of Colombia
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SDG 13: Climate Action

Este artículo es parte de: Centre for Nature and Climate
  • Los incendios actuales en la Amazonía muestran que el ecosistema global se está acercando rápidamente a puntos de inflexión irreversibles.
  • Perder la selva tropical sería un golpe insuperable tanto para la naturaleza y la biodiversidad como para las comunidades que dependen de ellas.
  • La próxima cumbre de la COP16 debe acelerar las acciones para transformar los sistemas que impactan negativamente la naturaleza.

En los últimos meses, las comunidades de la Amazonía han vivido una temporada de incendios feroz, seguida por un período de sequía extrema. Impulsados por la deforestación, el fenómeno climático de El Niño y agravados por el cambio climático, este septiembre el número de incendios alcanzó su nivel más alto en 14 años.

Los incendios son uno de los síntomas de un ecosistema global en peligro. El Informe Planeta Vivo 2024 del WWF, publicado este mes, advierte que el mundo se está acercando rápidamente a puntos de inflexión peligrosos e irreversibles, impulsados por la combinación de la pérdida de la naturaleza y el cambio climático. El reporte revela que ha habido una disminución del 73 % en el tamaño promedio de las poblaciones de fauna monitoreadas en solo 50 años (1970-2020). Esto deja a los ecosistemas menos resilientes y más vulnerables al cambio climático y genera puntos de inflexión regionales con implicaciones globales.

En la Amazonía, la deforestación y el cambio climático están calentando y secando la región, acercándola a un punto de inflexión en el que ya no podrá sobrevivir como selva tropical. Incluso los “ríos voladores” que transportan humedad desde la selva amazónica a otras partes del continente se han transformado en vastos corredores de humo visibles desde el espacio. Y no solo la Amazonía está en peligro: los arrecifes de coral y otros ecosistemas también se están acercando a puntos de inflexión críticos.

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Si la Amazonía alcanza ese punto de inflexión, liberará miles de millones de toneladas de CO2 a la atmósfera a través de incendios y de la muerte de plantas. Esto agravaría aún más el cambio climático y haría imposible alcanzar el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5°C. Además, alteraría los patrones climáticos, lo que afectaría la productividad agrícola y el suministro mundial de alimentos.

Perder la selva amazónica sería devastador para las comunidades y la fauna que esta sostiene. La Amazonía es hogar de más de 47 millones de personas, incluidas 2,2 millones de pueblos indígenas, comunidades locales y otros titulares de derechos, que dependen de sus recursos y tienen culturas profundamente entrelazadas con el bosque y la naturaleza que lo acompaña. La selva tropical alberga más del 10% de las especies conocidas de la Tierra, incluido el delfín rosado, que está en peligro de extinción. Cientos de delfines murieron el año pasado debido al calor extremo y la sequía, y los expertos están preocupados por el riesgo de nuevos eventos de mortalidad masiva.

Afortunadamente, todavía no pasamos el punto de no retorno, y la naturaleza sigue siendo nuestra principal aliada para enfrentar la crisis climática.

Ya tenemos las soluciones y acuerdos globales necesarios para poner a la naturaleza en el camino de la recuperación y reducir drásticamente las emisiones para 2030. Pero el éxito de todo esto depende de las decisiones que tomemos y las acciones que realicemos en los próximos cinco años.

Un momento clave para los gobiernos y las empresas es la 16ª conferencia de la ONU sobre biodiversidad (COP16), que tendrá lugar en Cali, Colombia, del 21 de octubre al 1 de noviembre. Aquí, los países tienen una oportunidad crítica para demostrar un liderazgo decidido y cumplir con los compromisos que asumieron hace casi dos años en la COP15 en Montreal, donde adoptaron el histórico Marco Global de Biodiversidad (MGB) para detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030.

Para que el MGB tenga éxito, los países necesitan planes de acción nacionales para recuperar la biodiversidad sólidos y bien financiados. En Montreal, los gobiernos prometieron presentar sus planes nacionales para la COP16, pero a poco de que comience, la gran mayoría aún no lo ha hecho. La COP16 es la ocasión ideal para que los gobiernos aceleren la entrega de sus objetivos y ofrezcan apoyo a otros países que hacen lo mismo.

Si bien el impulso en el MGB para conservar el 30% de las tierras, aguas y mares del mundo es crucial para la recuperación de la naturaleza, no es suficiente por sí solo. Si queremos lograr un progreso tangible, la COP16 debe adoptar decisiones orientadas a la acción que transformen aún más nuestros sistemas de alimentación, energía y finanzas. El progreso real requiere eliminar el sobreconsumo y cambiar aquellas prácticas empresariales y financieras que están destruyendo la naturaleza, agravando el cambio climático y socavando los derechos de los pueblos indígenas, comunidades locales y otros titulares de derechos.

Proteger los sistemas naturales que sustentan la vida requiere la participación de todos. No es solo responsabilidad de los ministerios de medio ambiente; necesitamos acciones transformadoras de todos los sectores y en todos los niveles de gobierno. Las políticas y modelos de negocio para el clima y el desarrollo sostenible deben ir de la mano con los planes para proteger la biodiversidad y viceversa. Solo trabajando juntos podemos garantizar un planeta próspero para las generaciones futuras.

Para sostener nuestras economías, necesitamos invertir al menos 700 mil millones de dólares al año en la naturaleza. Eso representa menos del 1% del PIB global total y mucho menos que los 7 billones de dólares al año que se destinan a actividades que alimentan las crisis de la naturaleza y el clima. Si bien el sector privado puede ofrecer formas de aumentar el financiamiento para la biodiversidad y escalar la inversión en la naturaleza para contribuir a los 200 mil millones de dólares al año comprometidos bajo el MGB, los gobiernos también deben cumplir con sus promesas.

En Montreal, los países desarrollados se comprometieron a movilizar 20 mil millones de dólares al año para los países en vías de desarrollo para 2025, un objetivo que está lejos de cumplirse. El acuerdo sobre cómo compartir equitativamente los beneficios del uso de los datos genéticos del mundo natural es otra pieza importante del rompecabezas. También lo es garantizar que los fondos adecuados, oportunos y accesibles lleguen a los pueblos indígenas y comunidades locales que han estado protegiendo la naturaleza durante milenios.

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¿Qué está haciendo el Foro Económico Mundial en relación con el cambio climático?

Como país que alberga el 10% de la biodiversidad del mundo, Colombia tiene un profundo entendimiento del valor que la naturaleza puede ofrecer para construir resiliencia frente a la crisis climática y lograr la paz y la estabilidad. La COP16 tiene todas las características para ser una verdadera “COP del pueblo”, una que reúna a pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes, grupos tribales, comunidades rurales, mujeres, jóvenes, líderes empresariales y defensores de los derechos humanos ambientales. Encontrar una manera de vivir en armonía con la naturaleza nos ofrecerá a todos una mayor igualdad, seguridad y prosperidad. Podemos restaurar nuestro planeta vivo y ecosistemas esenciales como la Amazonía, pero primero debemos alcanzar la paz con la naturaleza.

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