Por qué la colaboración público-privada es clave para superar los retos del "trilema energético"

Desde los devastadores incendios forestales en Australia y la peor sequía en cuatro décadas en Somalia hasta las inundaciones repentinas en Pakistán que causaron la pérdida de muchas vidas, el mundo ha sido testigo de claros signos de comportamientos climáticos cada vez más extremos en los últimos años.

Esto no hace sino enfatizar la urgente necesidad de que la humanidad se comprometa con una transición rápida, decisiva y amplia hacia fuentes de energía sostenibles.

Aunque fuentes sin carbono como la eólica, la solar y la geotérmica se han abierto paso en la participación energética mundial, la realidad es que el panorama actual sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, que siguen generando más del 80% de la energía mundial.

El sector privado, como motor central de la economía mundial, se enfrenta ahora a mayores retos en la toma de decisiones, que se ha vuelto mucho más difícil porque tiene que considerar el "trilema energético": seguridad, rentabilidad y sostenibilidad.

Dado que la energía es una mercancía, es fundamental disponer de un suministro fiable y en cantidad suficiente. Por eso es válida la preocupación por la intermitencia de las energías renovables. Cuando no hay viento, los parques eólicos no funcionan, y cuando llega un frente frío severo, el sol no brilla y el agua se congela: la energía solar y la hidroeléctrica son poco eficaces.

Sin embargo, la gestión de la red y la inversión en almacenamiento de energía pueden aprovecharse para evitarlo, utilizando de nuevo la experiencia actual de la industria energética en este campo. La integración en Alemania de tecnologías de red inteligente para gestionar la variabilidad de las energías renovables sirve de modelo.

Con un amplio almacenamiento de energía de reserva y un sistema de inteligencia energética de vanguardia, el cual permite alternar entre los tipos de energía más eficaces en una situación determinada, Alemania se convierte en uno de los pocos países con energía suficiente para satisfacer sus necesidades incluso en el clima más severo.

En última instancia, un aumento de las inversiones público-privadas coordinadas en investigación y desarrollo de soluciones innovadoras de almacenamiento garantizará una transición suave y estable hacia un futuro renovable. Si nos aseguramos de que la energía siga llegando, podremos generar confianza y fomentar una mayor adopción de soluciones energéticas limpias.

Para cambiar el sector energético de forma inclusiva, quienes actualmente impulsan la economía basada en el carbono deben convertirse en arquitectos del futuro electrificado; la propia industria posee la infraestructura, y sus trabajadores la profesionalidad necesaria para una transición energética sin sobresaltos.

La empresa energética estatal noruega Equinor está aprovechando su experiencia en gestión energética para encabezar el desarrollo de centrales de hidrógeno y parques eólicos marinos, así como de infraestructuras de captura de carbono en toda Europa.

Mientras tanto, el sector escocés de las energías renovables ha crecido más de un 50%, con proyectos de creación de parques eólicos en todo el país, lo que ha generado más de 15.000 puestos de trabajo para acoger a quienes abandonan el decreciente sector de los combustibles fósiles. Estos dos ejemplos ilustran este enfoque.

Podemos aprovechar la inestimable experiencia de la industria energética, actualmente intensiva en carbono, mediante la re-capacitación de sus trabajadores ya especializados. Podemos utilizar su conocimiento para fomentar la sostenibilidad a través de una cadena de valor neta cero sin dejarlos atrás.

Nunca se puede dejar de enfatizar en que los gobiernos y las empresas deben unirse para lograrlo. Esta sinergia, que se manifiesta en forma de asociaciones público-privadas (APP), garantiza una transición sostenible hacia el cero neto que beneficia a todos.

La clave puede ser una colaboración público-privada eficaz que coopere con el sector energético para regular los derechos de emisión, subvencionar los precios y promover la accesibilidad de las energías limpias.

Se han llevado a cabo muchas iniciativas en el ámbito financiero. Por ejemplo, según la Junta de Recursos Atmosféricos de California, el programa estatal Cap-and-Trade apoya la inversión en energías renovables al tiempo que incentiva al sector privado para que reduzca las emisiones mediante tarifas sobre el carbono.

Dicho esto, hay que hacer más para garantizar que las energías renovables sean accesibles y no estén "fuera del alcance" del público general. Las asociaciones público-privadas son especialmente cruciales, ya que pueden acelerar innovaciones que reduzcan costos e incentiven el uso a través de la investigación y el desarrollo y las economías de escala.

La Alianza Europea de Baterías, por ejemplo, aprovecha los recursos del Banco Europeo de Inversiones y sus más de 400 socios para desarrollar baterías eficaces para vehículos eléctricos. Apoya el proceso de fabricación y el abastecimiento de materias primas, y al mismo tiempo ayuda a integrar la tecnología de recarga y apoyo de los VE en las administraciones locales.

Este modelo de iniciativas conjuntas de gobiernos y empresas no solo agiliza la producción de baterías (aumentando así su disponibilidad), sino que también hace que los cambios sean más accesibles para los usuarios. Tiene un inmenso poder para desarrollarse a partir de estos modelos y convertirse en el "educador" que incentive y eduque.

La gente debe ver el beneficio de las renovables y los productos verdes, incluidos los VE, que pueden ayudar a transformar a los consumidores en "prosumidores".

El camino hacia el futuro de la energía que queremos está plagado de retos, pero no son insuperables.

Hemos visto una transición que simboliza la transformación de los medios y tecnologías existentes en algo renovable. Se trata de la industria de los vehículos eléctricos (VE), que encierra el poder de transformación energética que puede producirse si todos los consumidores se pasan al VE.

Imaginemos que la mayoría de los consumidores se pasa al VE: se necesitan infraestructuras, mano de obra y tecnología para apoyarlos, y esto puede crear efectos dominó que impulsen un cambio más generalizado.

Todos estos son retos que demuestran que para tomar una decisión que considere el trilema energético de forma alineada con el ecosistema, un modelo de APP en el que el sector público potencie la toma de decisiones del sector privado debe ser rápido y escalable para que los cambios puedan realmente sentirse y perdurar.

La transición energética que esto provocará reconstruirá la economía mundial para que sea más respetuosa y funcione de verdad tanto para las personas como para el planeta.