Quien cuenta con la amistad tiene salud (o eso sugiere la ciencia)
Image: REUTERS/Thomas Peter
En las personas adultas, tener buenas relaciones sociales y sentirnos integradas socialmente no solo puede ayudarnos a dormir mejor y envejecer mejor, sino que también está asociado con tener menor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, incluyendo hipertensión. Ahora parece que no solo nuestras relaciones como personas adultas influyen, sino que el tipo de relaciones que tenemos en la infancia puede influir en nuestra salud a posteriori.
Esto es lo que encuentran en una investigación reciente, realizada por la Universidad de Texas y la Universidad de Pittsburgh. Los investigadores utilizaron una muestra longitudinal de 256 personas -todos hombres-. Investigaciones anteriores habían encontrado que la relación con iguales solo podía predecir la salud cardiovascular en mujeres y no en hombres.
Es por esto que esta investigación se centra en hombres. La idea era comprobar si los niños que estaban mejor integrados, y mantenían mejores relaciones sociales con sus compañeros, tenían de adultos una mejor presión arterial y un índice de masa corporal más bajo.
Efectivamente, encontraron que los niños que parecían estar mejor integrados -según referencias de sus progenitores- tenían 20 años después una menor presión sanguínea y menor masa corporal. Además, encontraron que los resultados no diferían en base a la procedencia de las personas estudiadas y que no se explicaba en base a otras variables como el índice de masa corporal en la infancia, su estatus socieconómico, su salud mental durante la infancia, su nivel de extroversión en la adolescencia o, si quiera, por su nivel de integración social siendo ya adultos.
Según estos resultados, los investigadores sugieren que la integración con iguales durante las primeras etapas de la vida podría estar asociada con la salud física en la edad adulta. Especialmente, refieren que es relevante en lo relacionado con la hipertensión y la obesidad.
Es una investigación interesante en lo que a salud cardiovascular se refiere, pero tiene una serie de limitaciones. Para empezar, la investigación realizada no explica los mecanismos psicobiológicos que explicarían la asociación entre relaciones sociales y menor riesgo cardiovascular, por lo que, únicamente basado en esta investigación, no se puede inferir causalidad.
Además de esto, la medición que realizan en relación con la integración social se basa en el tiempo que los padres indican que sus hijos pasan con otros iguales. Es decir, lo que se mide es el tiempo a la semana que dedican a relacionarse con otros niños, pero no se mide la calidad de dichas relaciones, entre otras variables, lo que podría modificar los resultados o, al menos, matizarlos.
Se trata de una investigación interesante, que podría poner en evidencia la importancia de las relaciones sociales durante la infancia, independientemente de género, origen o estatus socieconómico, pero cuyas limitaciones todavía dejan muchas preguntas abiertas y sin explicar.
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