Medir el crecimiento en humanidad: por qué el diálogo debe definir la nueva economía

El crecimiento debe beneficiar a las personas, no solo a los resultados financieros. Image: Unsplash/Amy Hirschi
- Por décadas, hemos medido el progreso en porcentajes y productividad.
- Pero el futuro del crecimiento debe definirse por los valores humanos y el espíritu de diálogo.
- La inteligencia auténtica —basada en la empatía, la ética y la conciencia emocional— será vital para el éxito de la IA.
En un mundo más conectado que nunca, nunca hemos estado tan divididos. La tecnología nos ha dado la capacidad de comunicarnos entre continentes en cuestión de segundos, pero es como si hubiéramos olvidado cómo escuchar con atención. La ironía del progreso es que, mientras nuestros sistemas se vuelven más inteligentes, nuestras conversaciones se vuelven más superficiales.
El tema del Foro Económico Mundial de Davos 2026, «Un espíritu de diálogo», no podría ser más oportuno. Nos invita a redescubrir el arte olvidado de la conversación, a reconstruir la confianza en una era de polarización, disrupción y dudas. Pero el diálogo, tal y como yo lo veo, no es solo el acto de hablar. Es el acto de ver, de comprender a los demás y a nosotros mismos con empatía, humildad y determinación.
Crecimiento más allá de los números
Durante décadas, hemos medido el progreso en porcentajes y productividad, como si el crecimiento fuera una ecuación puramente económica. Pero el crecimiento va más allá de lo que acumulamos; es lo que nos convierte en lo que somos.
Necesitamos una nueva medida de prosperidad. En lugar del PIB, quizás deberíamos fijarnos en el GQ (coeficiente de crecimiento, por sus siglas en inglés), es decir, la medida en que nuestro crecimiento beneficia a las personas, y no solo a las ganancias.
La dimensión humana del crecimiento exige que miremos más allá de los mercados y las métricas, hacia la infraestructura moral y emocional que sustenta a las sociedades. Esto implica plantearnos algunas preguntas clave:
- ¿Estamos creando no solo riqueza, sino también bienestar?
- ¿Estamos construyendo no solo sistemas más rápidos, sino también más justos?
El futuro del crecimiento reside en el desarrollo humano. En una educación que despierte la curiosidad, en un trabajo que devuelva la dignidad y en un liderazgo que escuche antes de mandar.
La verdadera riqueza de una nación no es lo que construye, sino en lo que cree.
El déficit de liderazgo
Lo que nos falta no son líderes, sino personas que sepan escuchar. En las salas de juntas, los parlamentos y las plataformas sociales abunda el ruido, pero escasea la comprensión.
El diálogo no es una debilidad, sino la máxima expresión de fortaleza. Se necesita coraje para escuchar opiniones que desafían las nuestras y admitir que no tenemos todas las respuestas. El líder del mañana no será el que hable más alto, sino el que cree el espacio más propicio para que los demás sean escuchados.
Escuchar es la forma más pura de respeto y la forma más subestimada de liderazgo.
En un momento en el que la cooperación global se ve afectada por la rivalidad y la desconfianza, el diálogo no es solo diplomacia, es supervivencia. Es lo que permite a las naciones pasar de la confrontación a la colaboración, de la competencia a la creación conjunta.
Tecnología con alma
La inteligencia artificial, la biotecnología y la computación cuántica prometen redefinir los límites de lo posible. Pero también pondrán a prueba los límites de nuestra humanidad.
Debemos recordar que la tecnología es un espejo. Refleja quiénes somos. Si carecemos de empatía, nuestros algoritmos amplificarán esa carencia. Si solo valoramos la eficiencia, corremos el riesgo de eliminar la empatía.
La verdadera pregunta no es cuán inteligentes se vuelven nuestras máquinas, sino cuán conscientes seguimos siendo como seres humanos.
La innovación debe estar guiada por la intencionalidad. El progreso debe estar moderado por los principios. Debemos combinar la inteligencia artificial con la inteligencia auténtica, la sabiduría que proviene de la empatía, la ética y la conciencia emocional. Una tecnología sin humanidad es una aceleración sin dirección.
El futuro no lo ganarán quienes dominen los datos, sino de quienes se dominen a sí mismos.
El dividendo del diálogo
El verdadero diálogo no ocurre solo en las salas de conferencias. Comienza en las aulas, las oficinas y las comunidades; en cualquier lugar donde las personas decidan conectarse, en lugar de competir.
Cuando el diálogo se convierte en un hábito, aparece la cooperación. Las empresas innovan mejor, las naciones negocian mejor y las sociedades se recuperan más rápido. Este es el dividendo del diálogo, el rendimiento compuesto de la confianza.
Escuchar es la forma más pura de respeto y la forma más subestimada de liderazgo.
”En mi propia empresa, QI Group, he sido testigo de cómo una conversación significativa transforma a los equipos y las comunidades. Tiende puentes donde la burocracia levanta muros. Permite que las personas vean a las demás no como rivales en una carrera, sino como compañeros de viaje.
La cooperación global no es un punto del orden del día, es un instinto humano que hay que reavivar.
Una nueva conversación global
El mundo no necesita otra revolución económica. Necesita una revolución emocional. Hemos dominado la ciencia de la comunicación, pero hemos olvidado el arte de la comunión. Para dar forma a la próxima economía, debemos volver a la esencia de lo que nos hace humanos: nuestra capacidad para conectar, cuidar y crear significado juntos. El crecimiento sin humanidad es expansión sin evolución.
Construyamos un futuro en el que el diálogo sea la norma, no la excepción. En el que la cooperación no sea un acto de concesión, sino un acto de valentía. Y en el que la medida del progreso no sea la rapidez con la que hablamos, sino la profundidad con la que comprendemos.
¿Qué está haciendo el Foro Económico Mundial para fomentar la innovación social?
El próximo capítulo del crecimiento global no se escribirá en código o en políticas, sino en conversaciones, en nuestra voluntad colectiva de volver a vernos unos a otros, no como datos, sino como seres humanos.
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