Cómo esta empresa de tecnología sueca protege la naturaleza en las ciudades

Vivimos rodeados de naturaleza, que constituye la base de todo aquello de lo que dependemos: aire limpio, agua, alimentos, materias primas y un clima estable. Los ecosistemas saludables regulan las temperaturas, protegen contra las condiciones meteorológicas extremas y permiten la polinización de los cultivos.

Sin embargo, preservar la naturaleza ya no es solo una cuestión de conservación ambiental sino que resulta imprescindible para la vida humana. Un estudio global de 2023 que analizó más de 71 000 especies animales reveló que el 48% está experimentando un descenso de su población, mientras que solo el 3% está aumentando. Solo el año pasado, más de 6,7 millones de hectáreas de selva tropical primaria fueron destruidas, un área casi del tamaño de Panamá.

El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son desafíos interconectados que requieren un enfoque unificado. La pérdida de biodiversidad puede exacerbar los efectos del cambio climático, mientras que las medidas climáticas pueden afectar negativamente a la biodiversidad si no se aplican con cuidado. Por lo tanto, abordar la biodiversidad es también una forma de abordar el cambio climático.

Históricamente, se ha considerado que la responsabilidad ambiental es competencia del sector público. Sin embargo, a medida que la crisis de la naturaleza alcanza un punto crítico, las empresas están contribuyendo a financiar soluciones innovadoras y nuevas formas de proteger la naturaleza con medidas de protección, restauración y crecimiento sostenible.

En Suecia, una iniciativa de colaboración entre el ecologista Dan Andersson y voluntarios de la empresa tecnológica Ericsson ilustra cómo la participación de las empresas en la restauración de la biodiversidad puede funcionar sobre el terreno.

Esta iniciativa se lleva a cabo en la reserva natural de Igelbäcken, en la ciudad de Sundbyberg, que forma parte del condado de Estocolmo, donde los voluntarios contribuyen al mantenimiento ecológico con regularidad a lo largo del año.

Guiada por criterios científicos y los conocimientos ecológicos de Andersson, la colaboración responde a las necesidades de cada estación. En una jornada, los empleados pueden eliminar los abetos invasores que amenazan a los robles centenarios. En otra, pueden despejar los helechos o ayudar a monitorear las poblaciones de especies incluidas en la lista roja.

En el transcurso de la colaboración, Andersson les aconseja que se centren en proteger los árboles con un alto valor de biodiversidad, como los robles y los pinos viejos, y que eliminen las especies invasoras, como los lupinos.

Los lupinos pueden ser hermosos, pero causan disrupción en el equilibrio nutricional del suelo y desplazan a las especies autóctonas de los prados. Los seres humanos los introdujeron en regiones no autóctonas, incluidas partes de Europa como Suecia, principalmente con fines ornamentales, para controlar la erosión y mejorar el suelo.

El lupino produce disrupción en los ecosistemas locales al aumentar los nutrientes del suelo, mientras que las praderas necesitan bajos niveles de nutrientes para mantener la biodiversidad. Al eliminarlo, los voluntarios ayudan a preservar los delicados entornos de las praderas, donde prosperan especies raras como la anémona de pradera y la hierba temblorosa.

La actividad de conservación ya ha demostrado un claro impacto ecológico, tanto cuantitativo como cualitativo. Uno de los indicadores clave del éxito es el rápido resurgimiento de la hierba temblorosa, una especie tradicional de los prados que depende de suelos pobres en nutrientes.

Además de la recuperación de la vegetación en los prados de la reserva natural, estas actividades de conservación han mejorado la biodiversidad de los bosques. Las acumulaciones de ramas se han convertido en importantes microhábitats, que ofrecen sitios de anidación para las aves y lugares de reproducción para los microlepidópteros.

Para muchos voluntarios, participar en la restauración ecológica es una experiencia novedosa y reveladora. Alice Waller, una de las participantes, reflexionó: "Uno cree que solo está quitando ramas. Pero luego Dan explica cómo esa planta afecta a todo el hábitat. Uno empieza a ver el bosque de otra manera".

Las jornadas funcionan como sesiones informales de educación ambiental, en las que Andersson comparte sus conocimientos sobre hongos raros, la biodiversidad de los insectos y la importancia de los árboles viejos en cuanto a microecosistemas. Participar físicamente en la conservación ayuda a los empleados a desarrollar no solo una comprensión ecológica, sino también una conexión más fuerte con su comunidad.

Los voluntarios afirman sentirse más conectados con sus compañeros y más comprometidos con su entorno local. Estos resultados indican que el trabajo en favor de la biodiversidad puede fortalecer la cohesión social y el bienestar personal, además de la salud ambiental.

Además de las actividades de conservación sobre el terreno, Ericsson se ha comprometido con 1t.org, una plataforma que apoya el movimiento forestal global en el Foro Económico Mundial. Esta iniciativa tiene por objetivo conservar, restaurar y ayudar a cultivar un billón de árboles para 2030.

La colaboración práctica y guiada por la ciencia en la protección de la naturaleza va más allá de los compromisos corporativos o los objetivos ambientales: demuestra cómo las empresas pueden realizar contribuciones locales significativas al tiempo que obtienen conocimientos prácticos sobre sostenibilidad.

Estos esfuerzos también muestran un modelo que puede replicarse y adaptarse a otros lugares. Cualquier organización con acceso a terrenos naturales, ya sean espacios verdes urbanos, zonas industriales de protección o propiedades rurales, puede colaborar con ecologistas locales o gobiernos municipales para implementar acciones acordes con la ecología local. Los ingredientes clave para el éxito son la adaptación estacional, la participación de la comunidad y una estrategia basada en datos.

La colaboración en Sundbyberg forma parte de un reconocimiento cada vez mayor de que la gestión ambiental no es solo una tarea de los gobiernos, sino algo en lo que todos —ciudadanos, científicos y empresas— pueden participar.

Como señala Andersson, "si más empresas se animaran a hacer el mismo tipo de colaboración con los científicos, comprenderían su importancia para nosotros y para las generaciones futuras".

El aspecto más poderoso de esta iniciativa es su accesibilidad. No es necesario ser un experto en conservación para marcar la diferencia; solo se necesita la voluntad de escuchar, aprender y ayudar.

Desde mover ramas y arrancar hierbas invasoras hasta monitorear especies en peligro de extinción, estas acciones locales y tangibles de restauración demuestran el potencial de la acción ciudadana para proteger la naturaleza, amplificada por la estructura y los recursos de organizaciones más grandes.

Ante la doble crisis de la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, es muy posible que el progreso real comience con la acción sobre el terreno, las manos en la tierra y la mente abierta en el bosque.