Por qué los líderes empresariales deberían incluir la calidad del aire en la toma de decisiones

Cuando el fundador de la marca de ropa para actividades al aire libre Patagonia, Yvon Chouinard, declaró que la empresa estaba “en el negocio para salvar nuestro planeta", marcó un punto de inflexión en cómo se podía redefinir el liderazgo corporativo en la era climática.

Implementar esa política audaz le valió a Patagonia un lugar en la lista de TIME de las empresas más influyentes del mundo y estableció un nuevo estándar para los negocios con propósito.

Hoy, los líderes con visión de futuro están integrando de forma proactiva la ciencia, los datos y el impacto en sus estrategias empresariales y personales. Esta postura se alinea plenamente con la actual Agenda 2030 de la ONU, que busca promover un crecimiento sostenible, el bienestar humano y economías resilientes.

Sin embargo, la calidad del aire desempeña un papel fundamental, aunque poco reconocido. La presencia de sustancias nocivas en el aire, como las partículas, el dióxido de nitrógeno y el ozono, causa daños a la salud humana, los ecosistemas y los materiales.

La contaminación del aire es una emergencia ambiental y de salud pública. Aun así, sigue siendo prácticamente invisible en los espacios de toma de decisiones, a pesar de que contribuye a más de 8 millones de muertes prematuras al año y genera un costo estimado del 5 % del producto bruto global.

Con el 99 % de la población mundial respirando aire no seguro, ha llegado el momento de que la calidad del aire ocupe el lugar que le corresponde, junto al carbono y el clima, en la toma de decisiones corporativas. Hacerlo refleja una visión estratégica, ética y comercialmente inteligente, acorde al liderazgo que exige el siglo XXI.

En efecto, a pesar de su enorme impacto en la salud y la economía, la mala calidad del aire no ha recibido la atención estratégica que merece por parte del sector corporativo: reduce la productividad, y aumenta el ausentismo y los días por enfermedad.

Históricamente, la calidad del aire se ha percibido como un obstáculo regulatorio o una molestia para la planificación, en lugar de una oportunidad estratégica.

Por ejemplo, en sectores como el automotor, el transporte marítimo y la industria pesada, los controles de la contaminación del aire se exigen para cumplir con la normativa, pero a menudo se tratan como una carga económica y no como una prioridad estratégica.

En el entorno construido, las evaluaciones de calidad del aire suelen considerarse un trámite dentro de los estudios de impacto ambiental, a veces sin tomar en cuenta decisiones reales de diseño u operación que podrían reducir la exposición o mejorar la salud de quienes viven y trabajan en las cercanías.

Incluso en el deporte, donde los datos sobre nutrición y sueño ya son estándar para el alto rendimiento, el aire contaminado —que afecta directamente la función pulmonar y la resistencia— todavía no figura en el tablero de control.

Sin embargo, hay señales alentadoras de progreso. A través de iniciativas como la Alianza por el Aire Limpio, la Asociación por la Huella de la Contaminación del Aire, la presión de inversores que exigen medidas más firmes y marcos en evolución como la Directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa, un número creciente de empresas ha comenzado a medir y reportar sus emisiones de contaminantes atmosféricos junto con sus emisiones de carbono.

Comprender las emisiones de una organización es el primer paso para reducirlas. La Coalición Clima y Aire Limpio, junto con el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, desarrolló una guía práctica que permite a las empresas cuantificar sus emisiones de contaminantes del aire.

Ese fue uno de los motivos por los que el gigante naviero Maersk decidió unirse a la alianza y contribuir a su trabajo en metodologías pioneras para medir emisiones a lo largo de sus operaciones y cadenas de valor.

Algunos miembros han decidido ir aún más lejos. IKEA, por ejemplo, tomó medidas concretas al colaborar con agricultores del norte de India para reutilizar los residuos de arroz y reducir la quema de rastrojos, una fuente importante de contaminación por PM2.5 —partículas de 2.5 micrones o menos— en la región.

La línea de productos resultante, FÖRÄNDRING, ejemplifica cómo la innovación ambiental puede generar valor compartido en sostenibilidad, salud pública y posicionamiento de marca.

La contaminación del aire puede viajar largas distancias, pero también puede ser muy localizada, variando incluso por calle o por hora. La respuesta del sector privado debe adaptarse a esas distintas escalas y necesidades. Herramientas como la modelización en tiempo real, el análisis basado en la exposición y el monitoreo local de emisiones podrían convertirse en recursos estándar para quienes lideran la lucha por un aire limpio desde el sector privado.

Para generar un mayor impacto y promover un liderazgo con visión desde los niveles más altos, es fundamental que el aire limpio se reconozca como una prioridad estratégica y una señal de gobernanza con perspectiva de futuro.

Al enfocarse en la exposición —y no solo en las emisiones—, las empresas pueden obtener visibilidad sobre áreas antes pasadas por alto. Herramientas como AirTrack Enterprise representan un avance importante, ya sea para personas que se desplazan por calles congestionadas o para ingenieros de campo que trabajan cerca de generadores a diésel.

Este tipo de información permite a las organizaciones ir más allá de los reportes pasivos y avanzar hacia una reducción activa del daño, mediante la planificación de rutas que consideren la exposición, horarios más inteligentes e incluso la elección estratégica de proveedores con buen desempeño en calidad del aire.

Incluso dentro de las propias organizaciones, esto podría reforzarse si los CEO integraran métricas de calidad del aire en las evaluaciones de desempeño o los esquemas de compensación ejecutiva.

Los beneficios son empleados y clientes más saludables, operaciones más resilientes, una mayor confianza en la marca y un liderazgo que pone la salud ambiental en el centro de la toma de decisiones.

A medida que aumentan las expectativas de los inversores y los consumidores preocupados por la salud se vuelven más exigentes, las empresas que incorporen la calidad del aire en su toma de decisiones obtendrán una ventaja clara. Integrar de forma proactiva este enfoque en la estrategia permitirá a las compañías:

Al mismo tiempo, a medida que este campo se consolide, quienes adopten estos enfoques de forma temprana obtendrán ventajas desproporcionadas en términos de marca y posicionamiento en el mercado.

En un contexto de volatilidad climática, urbanización acelerada y crecientes presiones sobre la salud pública, la calidad del aire se convertirá en uno de los indicadores más claros de si una empresa es verdaderamente sostenible —no solo en el discurso, sino también en la práctica.

Está surgiendo una nueva generación de líderes empresariales que comprenden que la calidad del aire se encuentra en la intersección entre la salud, los recursos humanos, la gestión de riesgos, el cumplimiento normativo, la sostenibilidad y la estrategia ejecutiva. Es hora de que este tema ocupe el lugar que le corresponde en el centro de la agenda de los CEO, para proteger la salud y avanzar con decisión en la acción climática.

Como nos recuerda Yvon Chouinard: “La Tierra es ahora nuestro único accionista, y las ganancias solo llegan cuando todo lo demás se hace bien”.

La ciencia es clara: contamos con la tecnología, mientras que la inacción resulta costosa. Y, además, la oportunidad competitiva es real. La pregunta es: ¿las empresas liderarán o se quedarán atrás?