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Crecimiento Económico

La globalización llegó para quedarse, pero no como la conocíamos

El entorno arancelario actual también está transformando la globalización.

El entorno arancelario actual también está transformando la globalización. Image: REUTERS

Guy Miller
Chief Market Strategist & Economist, Zurich Insurance Group
Este artículo es parte de: Centro para la Nueva Economía y Sociedad
  • Las recientes disrupciones y cambios abruptos en las políticas han puesto en duda la capacidad de la globalización —y los beneficios asociados a ella— de perdurar.
  • Sin embargo, Guy Miller, estratega jefe de mercados y economista de Zurich Insurance, escribe que el valor del comercio global no ha hecho más que ampliarse, y que persistirá e incluso prosperará adoptando nuevas formas y patrones.

Con Estados Unidos llevando sus aranceles a los niveles más altos en cien años, y con la crisis del COVID-19 exponiendo las vulnerabilidades de cadenas de suministro super eficientes, se ha proclamado con frecuencia la muerte de la globalización.

Permítanme disentir.

Veo un mundo cada vez más interconectado, con el comercio global aún en el centro del impulso a la prosperidad. Pero no será el comercio global al que nos hemos acostumbrado. Tampoco crecerá al mismo ritmo que en las últimas tres décadas, cuando la caída del Muro de Berlín, la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio y el apetito insaciable de consumo de Estados Unidos impulsaron acuerdos comerciales de gran escala y generaron dependencias excesivas.

Las cosas están cambiando, y sospecho que para bien: la globalización está madurando y convirtiéndose en una fuerza más orgánica y matizada. El comercio está en el corazón de la prosperidad global, y es probable que las fuerzas del mercado lo mantengan en ese lugar. Los datos muestran que la expansión del comercio global ahora crece por debajo del ritmo de crecimiento económico mundial —cuando durante décadas lo superó con creces—; pero seguirá siendo un motor clave del crecimiento.

En el fondo, los consumidores quieren opciones de compra y precios más bajos, y las empresas quieren reducir sus costos de producción para aumentar sus márgenes y ganar participación de mercado. Estas fuerzas mantendrán vivo el comercio, aunque el modelo actual presenta deficiencias que deben abordarse.

El comercio global está en el centro de la escena

Tal vez fue el COVID-19 el que puso más claramente a la globalización bajo los reflectores, tanto por sus aspectos positivos como negativos. Es notable cómo la red de comercio global logró hacer frente a una disrupción sin precedentes, llevando bienes a donde se necesitaban con interrupciones sorprendentemente leves (en el contexto de una pandemia mundial). Dicho esto, también expuso dependencias excesivas y vulnerabilidades.

Las empresas se habían vuelto demasiado eficientes a la hora de optimizar sus cadenas de suministro, y no habían calculado adecuadamente los costos de una posible disrupción. Desde entonces, se ha desarrollado el principio de “China+1”, no como una forma de cortar el suministro chino, sino para diversificar, aunque sea de manera modesta. Una vez más, son las fuerzas del mercado las que están en juego. Aunque los riesgos de concentración estaban subestimados, las empresas están diversificando cuando tiene sentido económico hacerlo.

El entorno arancelario actual también está transformando la globalización. Si bien quizás haya consenso en que el déficit comercial estadounidense se había vuelto excesivo, el enfoque de la administración estadounidense es incendiario para un país que se ha beneficiado enormemente del comercio global. En términos económicos, las políticas proteccionistas tienden a proteger a empresas ineficientes de la competencia, mientras que las más eficientes, expuestas al comercio internacional, enfrentarán ahora vientos en contra. También es ampliamente sabido que los aranceles funcionan, en la práctica, como un impuesto regresivo al consumo: afectan más a los sectores económicamente vulnerables, al tiempo que pueden reducir las opciones para los consumidores y aumentar los precios.

Aunque el salto en los ingresos por aranceles de Estados Unidos en mayo —hasta alcanzar casi 23.000 millones de dólares— resulte llamativo, conviene recordar que estos ingresos los pagan los hogares y empresas estadounidenses, no entidades extranjeras. Más importante aún, la incertidumbre arancelaria está afectando la confianza y la inversión empresarial; esta es una de las principales razones por las que el proceso de relocalización industrial en Estados Unidos probablemente no cumpla con las expectativas.

Separarse nunca es fácil

Una de las intenciones de la política arancelaria de Estados Unidos es atraer la producción al país, pero una política errática no favorece ese objetivo, ya que las empresas no tienen claridad sobre hacia dónde se orientará la política ni cuán permanente será, especialmente en el contexto de compromisos que se extienden por varios años. Durante décadas, las empresas evolucionaron para aprovechar las ventajas comparativas y las relaciones simbióticas, lo que dio lugar a procesos de producción integrados, complejos y mutuamente dependientes.

Esta fue una de las razones clave por las que Estados Unidos terminó tendiendo una rama de olivo a China en su intercambio de aranceles recíprocos. Tanto Estados Unidos como China se necesitan mutuamente, algo que se hace evidente en sus acuerdos sobre tierras raras y chips de alta gama. Se dieron tiempo para una “separación consciente”, en la jerga de los divorcios de las celebridades, cuando se volvió claro que replicar importaciones de alta tecnología no solo es costoso, sino que también lleva tiempo.

Lamentablemente, desarmar procesos de desarrollo y producción integrados a través de fronteras implica una pérdida en cuanto al intercambio de ideas y la creación conjunta, y sin duda llevará a una menor eficiencia y duplicación de esfuerzos. Aun así, es posible que un nuevo espíritu competitivo estimule el desarrollo.

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Nuevos acuerdos para un orden mundial en transformación

Es probable que se alcance un nuevo equilibrio, que en última instancia podría ser productivo y duradero. Las cifras muestran que, a pesar del COVID-19 y las interrupciones arancelarias, el comercio global sigue prosperando. Los países buscan cada vez más acuerdos bilaterales y actúan de manera oportunista.

Antes de este año, los datos de la OMC indicaban que el número de acuerdos comerciales superaba al de restricciones comerciales. De hecho, muchos de estos acuerdos seguían siendo amplios y de gran envergadura. El Acuerdo UE-Mercosur se finalizó a fines del año pasado y abarca alrededor del 25 % del PIB mundial. China, Corea del Sur y Taiwán están en proceso de unirse al Acuerdo Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP), además de formar parte de la Asociación Económica Regional Integral (RCEP). Y el Acuerdo Institucional entre la UE y Suiza, que ha sido confirmado, también es importante.

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Aunque sospecho que los acuerdos complejos y a gran escala se volverán anomalías, los acuerdos bilaterales se están multiplicando. El Reino Unido es un ejemplo claro, con varios acuerdos importantes firmados después del Brexit. El acuerdo de libre comercio con India, cerrado en mayo, fue un hito. Busca aumentar el comercio anual en alrededor de 35.000 millones de dólares entre las sexta y quinta economías más grandes del mundo, respectivamente. Hay muchos ejemplos que desafían la idea de la desglobalización. A medida que la demografía favorece cada vez más a muchos mercados emergentes, sospecho que en esas regiones se concretarán la mayoría de los nuevos acuerdos prometedores.

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Desacelerándose, pero también evolucionando

La muerte de la globalización es un mito.

Está desacelerándose y cambiando, sí, pero sigue siendo un proceso evolutivo y alentador. La nueva tecnología, el comercio digital, los cambios demográficos y la ampliación de la riqueza continúan respaldando la globalización, permitiendo que hogares y empresas se beneficien de una mayor variedad de productos, precios más bajos y menores costos de producción.

En lugar de aumentar los aranceles, debemos buscar maneras de reducir los costos friccionales de hacer negocios a través de las fronteras, sin perder de vista la necesidad de corregir excesos y dependencias excesivas.

Guy Miller es miembro de la Comunidad de Economistas Jefes del Foro Económico Mundial.

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