La geopolítica de la IA y los centros de datos en tiempos de rivalidad tecnológica

Tecnologías como la IA se han convertido en un elemento central de las disputas geopolíticas. Image: Getty Images/iStockphoto
Mark Esposito
Faculty Associate, Harvard Center for International Development, Harvard Kennedy School of Government- La tecnología se ha convertido en una pieza clave dentro de las disputas geopolíticas, y las naciones son cada vez más reacias a depender de tecnología extranjera para sus sistemas críticos.
- La competencia estratégica en materia de IA está marcada por el aumento de las barreras comerciales, ambiciones rivales y disputas por controlar los datos y su infraestructura.
- Conciliar colaboración y competencia determinará no solo quién lidera esta tecnología, sino también la seguridad y equidad con que esta se integra en nuestro mundo.
La tecnología se ha convertido en una pieza clave dentro de las disputas geopolíticas, desde la prohibición de las redes sociales hasta los controles a la exportación de semiconductores. Pese a la intensificación de la competencia, cada vez es más urgente establecer bases comunes para la IA, especialmente en materia de seguridad, transparencia y resiliencia de las infraestructuras.
En un contexto de desconfianza entre las grandes potencias en materia tecnológica, los países son cada vez más reacios a depender de tecnología extranjera para sus sistemas críticos. Estados Unidos y China, en particular, han entrado en una nueva fase de competencia estratégica por la inteligencia artificial (IA) y la infraestructura que la sustenta.
Esta competencia se caracteriza por crecientes barreras comerciales, ambiciones contrapuestas en materia de IA y disputas por el control de los datos y las herramientas digitales del futuro. Las relaciones internacionales en 2025 estarán definidas tanto por las disputas geotecnológicas como por la geopolítica tradicional, y los foros y alianzas globales se verán transformados por los debates sobre el dominio digital.
Una característica sobresaliente de este panorama es la politización de los datos mismos. A medida que los sistemas de IA se vuelven más potentes, los datos del que dependen se han convertido en un activo estratégico. La circulación transfronteriza de datos, que antes era algo rutinario, ahora se enfrenta a una supervisión más estricta o a restricciones explícitas bajo la bandera de la "soberanía digital".
Gobiernos desde la Unión Europea hasta China están implementando leyes para mantener los datos sensibles dentro de sus fronteras – fragmentando la nube, que antes no tenía fronteras, en silos nacionales. En este contexto, los países creen que permitir el procesamiento de datos fuera de sus fronteras podría exponerlos a la vigilancia o a la influencia extranjera, vinculando la tecnología con la seguridad nacional.
Centros de datos: de bastidores a campos de batalla
Los centros de datos son ahora una infraestructura crítica en la economía digital global. Estes extensos parques de servidores gestionan más del 95% del tráfico de Internet en todo el mundo y son la base de nuestro mundo digital, desde el streaming de vídeo hasta los servicios de inteligencia artificial en la nube.
Antes considerados una infraestructura secundaria, los centros de datos se han convertido en activos estratégicos: el equivalente en la era digital a las centrales eléctricas o los puertos. Solo Estados Unidos alberga aproximadamente el 51% de los centros de datos del mundo, una concentración que pone de relieve tanto el dominio digital del país como la dependencia de otros países de las nubes con sede en Estados Unidos. Este dominio ha llevado a otras naciones y regiones a competir por aumentar su propia capacidad de centros de datos, deseosas de garantizar que sus datos permanezcan en su territorio.
En consecuencia, los centros de datos se han convertido en un elemento central de las políticas industriales. Países de todo el mundo están ofreciendo incentivos fiscales y permisos acelerados para atraer nuevos parques de servidores. Las economías emergentes consideran que los centros de datos son la base del crecimiento futuro, por lo que intentan atraer a las grandes empresas tecnológicas para que establezcan polos regionales, especialmente en Asia, donde se está produciendo una "fiebre del oro" de centros de datos.
El objetivo no es solo económico, se trata también de resiliencia digital. Acoger un gran centro de datos puede atraer a industrias afines, como servicios en la nube e investigación en inteligencia artificial, y reducir la dependencia de la conectividad extranjera. En una crisis, controlar el almacenamiento de datos nacionales podría ser tan importante como controlar el suministro energético.
Sin embargo, esta nueva importancia conlleva una nueva vulnerabilidad. Las tensiones geopolíticas se ciernen sobre el sector, ya que las cadenas de suministro de componentes críticos, desde chips avanzados hasta cables de fibra óptica, se ven ahora envueltas en disputas comerciales.
Los controles a la exportación y las sanciones comerciales podrían obstaculizar el acceso a los procesadores de última generación necesarios para operar los centros de datos modernos. Por ejemplo, los chips de IA de alto rendimiento fabricados por empresas estadounidenses se han visto afectados por prohibiciones de exportación, lo que ha obligado a los operadores chinos a buscar alternativas.
Estas restricciones ponen de relieve que un centro de datos solo es tan avanzado como los componentes que puede importar, lo que sitúa estas instalaciones en primer plano en la agenda de seguridad internacional.
Guerras comerciales y desacoplamiento tecnológico
Las rivalidades estratégicas entre Estados Unidos y China en materia de inteligencia artificial se han intensificado, lo que ha suscitado un debate sobre una nueva "guerra fría digital". Ambas superpotencias consideran el liderazgo en inteligencia artificial como un elemento determinante del poder nacional y están movilizando recursos nacionales para asegurarlo.
Washington ha adoptado una estrategia agresiva de "desacoplamiento tecnológico" con el objetivo de frenar el avance tecnológico de China. Empezando por controles generalizados sobre las exportaciones en 2022, Estados Unidos ha restringido sistemáticamente el flujo de chips y equipos avanzados hacia China.
Esta campaña alcanzó su punto álgido a mediados de 2025, cuando las autoridades estadounidenses prohibieron incluso los chips especializados en IA que cumplían las normas de exportación anteriores, cerrando así el último gran cuello de botella para el hardware avanzado de IA. El mensaje era claro: Estados Unidos pretende mantener su ventaja en materia de hardware de IA a toda costa.
Esto ha resultado en un ecosistema tecnológico global cada vez más fragmentado. Los aliados de EE. UU. en Europa y Asia se ven presionados a alinearse o fragmentar sus cadenas de suministro. Muchos se han sumado en cierta medida a las restricciones a las exportaciones de EE. UU. a China, pero pocos se sienten cómodos con una ruptura total, dado el papel de China como mercado y proveedor.
Están surgiendo nuevas alianzas tecnológicas, como la alianza "Chip 4"—formada por Estados Unidos, Japón, Taiwán y Corea del Sur— para coordinar su estrategia en materia de semiconductores, mientras que China cultiva socios a través de su Ruta de la Seda Digital.
Este clima de rivalidades preocupa a los observadores, que temen una disociación completa de las esferas tecnológicas de Estados Unidos y China, lo que podría obligar a otros países a navegar por dos universos tecnológicos separados con estándares incompatibles y flujos restringidos de hardware y datos.
El camino a seguir: ¿cooperación o fragmentación?
A mediados de 2025, la geopolítica de la IA se encuentra en una encrucijada. Por un lado, el mundo podría sumirse aún más en la fragmentación, con una cortina de hierro digital separando las esferas tecnológicas lideradas por Estados Unidos y China. En este escenario, los centros de datos, las redes y los ecosistemas de IA estarían divididos por estándares incompatibles y desconfianza mutua.
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En otro escenario, un mayor diálogo podría evitar las peores consecuencias. Las recientes cumbres sobre IA indican un deseo generalizado de encontrar puntos en común o, al menos, establecer guardarraíles para evitar que la competencia se transforme en un conflicto abierto. Los próximos años pondrán a prueba la capacidad de las grandes potencias para acordar normas básicas de seguridad en IA y comercio digital, pese a su rivalidad.
La promesa de la IA como solución a los desafíos globales será difícil de materializarse si el mundo se fractura en campos tecnológicos aislados. La era de la rivalidad tecnológica ya ha llegado. Que los centros de datos se conviertan en objetivos de conflicto o en la columna vertebral de una economía global conectada dependerá de las decisiones que tomen ahora los responsables políticos y los líderes de la industria.
Conciliar colaboración y competencia determinará no solo quién lidera esta tecnología, sino también la seguridad y equidad con que esta se integra en nuestro mundo.
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