La ayuda humanitaria tal como la conocemos está cambiando: es hora de innovar

Los conflictos prolongados y los riesgos climáticos han profundizado la necesidad de ayuda humanitaria. Image: REUTERS/Feisal Omar
- La necesidad de ayuda humanitaria está creciendo más rápido de lo que un sistema debilitado puede satisfacer. Su naturaleza también está cambiando debido al aumento de los riesgos climáticos y los conflictos prolongados.
- Se necesita un nuevo enfoque para la ayuda, que utilice financiamiento combinado, ponga a las comunidades en el centro y redistribuya los recursos entre la respuesta humanitaria y el desarrollo.
- Reforzar estos enfoques requiere cambiar las preguntas que guían las decisiones sobre la ayuda, con un enfoque en el reembolso, la dignidad, el riesgo, el momento y el objetivo final.
La ayuda humanitaria está llegando a un punto crítico, con necesidades que crecen más rápido de lo que el sistema debilitado puede responder. El año pasado, las Naciones Unidas y sus organizaciones asociadas solicitaron alrededor de 47 mil millones de dólares para brindar apoyo humanitario a 180 millones de personas.
Sin embargo, esa cifra está por debajo de los aproximadamente 300 millones que requieren asistencia.
Las necesidades humanitarias actuales no sólo están creciendo, sino que han cambiado. Muchas de las personas desplazadas en el mundo ya no huyen de crisis a corto plazo, sino que están atrapadas en conflictos prolongados que duran décadas y no ofrecen un camino claro para regresar a casa.
Al mismo tiempo, los desastres relacionados con el clima se han vuelto cinco veces más frecuentes en los últimos 50 años, afectando con mayor dureza a las comunidades más vulnerables y profundizando los ciclos de pobreza y desplazamiento.
Por lo tanto, el problema no es solo una brecha de financiamiento, sino un problema con el diseño del financiamiento. Sin embargo, este momento también representa una oportunidad para reevaluar estos sistemas, ayudando a las personas a reconstruir sus medios de vida y prepararse para lo que viene.
En IMD Business School, nuestro trabajo a través del programa Driving Innovative Finance for Impact (Impulsando las finanzas innovadoras para el impacto) ha evidenciado una creciente ola de ideas innovadoras.
El programa educativo, dirigido a fortalecer la capacidad organizacional para formar modelos de financiamiento alternativos para el desarrollo y la asistencia humanitaria, ha generado soluciones que combinan fondos públicos y privados, incorporan dignidad al permitir que las personas determinen cómo se entrega el apoyo, y redistribuyen recursos entre alivio inmediato, recuperación y reconstrucción.
De este trabajo surgen cinco preguntas simples pero poderosas que pueden ayudar a redefinir cómo financiamos los esfuerzos humanitarios para lograr un impacto duradero y ofrecer nuevas formas de pensar más allá de los modelos tradicionales de donación.
1. ¿La ayuda puede y debe ser reembolsada?
No todos los proyectos deberían estar obligados a reembolsar el financiamiento, pero algunos sí pueden hacerlo. Si entendemos cuándo existe esa diferencia, podemos ampliar el alcance de los fondos disponibles.
Algunas pequeñas empresas, dirigidas por personas refugiadas o que las emplean, pueden devolver parte del dinero que reciben, especialmente cuando reciben apoyo inicial externo.
Las herramientas financieras deben adaptarse al contexto. En lugar de intentar aplicar un único modelo de financiamiento en todos lados, los enfoques flexibles pueden ofrecer mejores resultados.
”En Uganda y Jordania, la Refugee Investment Facility ha asistido a más de 13.000 personas, incluidas casi 9.500 personas refugiadas, a través de préstamos y capacitaciones.
Su primera ronda de financiamiento creó 565 empleos, mejoró el acceso a bienes y servicios básicos y entregó 2,6 millones de dólares a negocios locales.
Otros programas no generan ingresos necesariamente y necesitan donaciones. En el fondo, ser honestos sobre qué tipo de financiamiento es adecuado para cada situación es clave para una ayuda sostenible.
2. ¿Quién asume el riesgo?
Con demasiada frecuencia, quienes sufren más las crisis son quienes deben asumir el mayor riesgo, ya sea por una cosecha fallida o por el colapso de un sistema de salud.
Sin embargo, el riesgo puede compartirse. En Senegal, un esquema paramétrico permitió a las agencias humanitarias liberar efectivo y alimentos de emergencia antes de que golpeara una gran sequía, lo que permitió a 335.000 personas proteger su ganado, evitar el hambre y mantener a sus hijos en la escuela.
El seguro se activó en cuanto las precipitaciones cayeron a niveles peligrosamente bajos. El programa R4 del World Food Program combina seguros con ahorro y planificación de riesgos para agricultores.
Otro ejemplo es el bono de impacto humanitario de la Cruz Roja, que recaudó 26 millones de francos suizos para lanzar centros de rehabilitación en Nigeria, Malí y la República Democrática del Congo. Los inversores solo reciben su pago si estos centros alcanzan sus objetivos de atención a las personas.
Este tipo de modelos traslada el riesgo fuera de las personas vulnerables y lo coloca en quienes tienen mayores capacidades financieras.
3. ¿La ayuda pone la dignidad en el centro?
La ayuda debe hacer más que cubrir necesidades básicas; debe dar a las personas un control real sobre sus decisiones, su futuro y el uso de los recursos.
En Etiopía, cuando los bancos se negaron a financiar la construcción de una represa de 4.800 millones de dólares en el río Nilo, el gobierno recurrió a su diáspora, ofreciendo bonos a ciudadanos en el exterior que querían invertir en el futuro del país.
Podemos seguir parcheando un sistema que está quedando corto recortando costos, buscando eficiencias y manteniéndolo a flote. O podemos aprovechar este momento para construir algo diferente, con nuevo capital, nuevos actores y nuevas formas de trabajar.
”Muchos los compraron, no por el retorno financiero, sino porque el proyecto era importante para ellos.
Cuando las personas son tratadas como socias y no sólo como receptoras, las soluciones son más pertinentes, tienen mayor respaldo y es más probable que perduren.
Herramientas como HesabPay agilizan las transferencias de dinero en emergencias, dando a las personas capacidad de elección y control.
4. ¿Es el financiamiento adecuado para este lugar y momento?
Las herramientas financieras deben adaptarse al contexto. En lugar de intentar aplicar un único modelo de financiamiento en todos lados, los enfoques flexibles pueden ofrecer mejores resultados. Nilus utiliza la tecnología para reducir el costo de los alimentos en zonas desatendidas.
Los sistemas tradicionales de ayuda tienen dificultades para mantenerse al día. Investigaciones del IMD muestran que el financiamiento humanitario ha aumentado de 33 mil millones a casi 47 mil millones de dólares en los últimos cinco años.
Sin embargo, eso sigue sin ser suficiente, ya que aproximadamente el 40 % de las solicitudes de fondos no se cubren. Esto refuerza la necesidad de modelos de financiamiento más flexibles.
5. ¿Qué quedará cuando se acabe el financiamiento?
Demasiados proyectos desaparecen cuando se acaba el dinero. Necesitamos diseñar la ayuda para que construya habilidades, sistemas o servicios que continúen mucho después de que finalice el apoyo inicial.
En Colombia, un fondo respaldado por Canadá y fundaciones locales está invirtiendo 15 millones de dólares canadienses en proyectos educativos que solo se pagan si ayudan a los estudiantes a permanecer en la escuela y aprender más.
Se financiarán hasta 18 proyectos durante varios años, y los resultados se compartirán con las escuelas y el gobierno para ayudar a mejorar el sistema en su conjunto.
Podemos seguir parcheando un sistema que está quedando corto recortando costos, buscando eficiencias y manteniéndolo a flote. O podemos aprovechar este momento para construir algo diferente, con nuevo capital, nuevos actores y nuevas formas de trabajar.
A corto plazo, probablemente necesitaremos hacer ambas cosas, pero un nuevo comienzo puede empezar por cambiar las preguntas que hacemos.
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2 de diciembre de 2025







