¿Quieres subirte a la próxima ola de la globalización? Mirá hacia potencias emergentes como Hefei

Hace una década, pocos fuera de China habían oído hablar de Hefei, una ciudad del interior del país. Hoy se ha convertido en un referente de cómo se está reconstruyendo la globalización desde abajo. En solo diez años, su PBI se más que duplicó: pasó de 70 mil millones de dólares en 2014 a más de 150 mil millones. Lo que antes era un centro provincial dedicado a productos como el grano y el algodón, hoy alberga más de 300 empresas de alta tecnología en movilidad eléctrica, semiconductores y energía renovable.

Lo sorprendente no es solo la llegada de capital. Muchas de estas empresas —incluidas compañías globales como NIO e iFlytek— no solo producen allí: tienen su sede en Hefei. Y no se están limitando a participar de la globalización, están reescribiendo sus reglas.

Esta nueva ola de globalización no se diseña en foros comerciales ni se decide en salas de directorio. Se está construyendo en plantas industriales, en laboratorios de I+D y mediante alianzas con gobiernos locales, en ciudades como Hefei, Changsha y Wuxi. Estos lugares ya no son solo puntos de fabricación: se están convirtiendo en los nuevos centros de comando de la estrategia global.

Las ciudades del interior de China no están esperando una invitación para entrar al escenario global; están reclamando su lugar construyendo ecosistemas de innovación desde cero.

En Hefei, empresas como BOE Technology y SMIC han convertido a la ciudad en un nodo clave dentro de la cadena de valor global de los semiconductores. También está ganando peso en el sector de baterías para vehículos eléctricos, gracias a esfuerzos coordinados con socios locales e internacionales.

En Changsha, Sany y Zoomlion exportan maquinaria pesada a todo el mundo, mientras que Truking abastece a más de 30 países con equipos farmacéuticos. Estas compañías están invirtiendo en instalaciones en el extranjero, lanzando iniciativas de desarrollo conjunto e integrándose en los mercados regionales.

En Wuxi, AstraZeneca inauguró un campus global de innovación que integra I+D con operaciones comerciales. A su vez, Alibaba Cloud está impulsando el desarrollo de infraestructura inteligente en colaboración con gobiernos locales y empresas privadas. Estas compañías muestran cómo las plataformas digitales y los ecosistemas de salud se están entrelazando con las cadenas de suministro regionales y globales.

Esta ola de globalización no ocurre a pesar de las ciudades chinas emergentes, sino gracias a ellas. La política nacional puede ofrecer el andamiaje, pero son los gobiernos locales y las empresas emprendedoras quienes están construyendo las estructuras que escalan.

El viejo manual de la globalización —construir a gran escala, exportar a larga distancia y gestionar desde un centro— está quedando obsoleto.

BYD, con sede en Shenzhen y expansión a través de centros como Hefei, planea vender la mitad de sus autos fuera de China para 2030. Su nueva planta en Hungría, que se inaugura este año, refleja una tendencia más amplia: lograr resiliencia a través de la producción regional, no eficiencia mediante la centralización. Estas instalaciones están pensadas para abastecer no solo a un país, sino a bloques regionales como Europa, América Latina y el sudeste asiático. Es un nuevo modelo de escala distribuida.

Haier, con base en Qingdao, adoptó un enfoque distinto con su sistema Rendanheyi. Este modelo descentraliza las operaciones en microempresas autónomas orientadas al cliente. Y funciona: filiales como GE Appliances en Estados Unidos o Sanyo en Japón han prosperado bajo este esquema, combinando agilidad local con una estrategia global alineada.

Como explicó el presidente de Haier, Zhou Yunjie, en una entrevista reciente con IMD, se trata de un modelo de gobernanza que permite una integración profunda a nivel local sin sacrificar innovación ni velocidad. Así es como se escala globalmente hoy: construir cerca, moverse rápido, adaptarse constantemente.

Estos no son casos aislados, sino que reflejan un cambio tangible. Según el China Company Transformation Indicator (CCTI) de IMD, las empresas de alto rendimiento están invirtiendo en cadenas de suministro regionales, plataformas digitales y ecosistemas colaborativos. Más del 70 % de las firmas encuestadas afirmaron que la conectividad digital y la agilidad regional son más importantes que la escala global por sí sola.

En lugar de replicar la lógica de la sede central en todos los mercados, estas empresas co-crean con socios locales: startups, universidades e incluso gobiernos. Se integran en las nuevas regiones, no solo venden en ellas. Esto implica más I+D local, más empresas conjuntas transfronterizas y un mayor énfasis en la innovación co-desarrollada.

Antes, globalización significaba copiar un modelo en todo el mundo. Ahora significa crear nuevos modelos para cada mercado.

Este no es un modelo exclusivo de China. Ciudades como Hyderabad en India, Da Nang en Vietnam y Monterrey en México están siguiendo trayectorias similares: convirtiéndose en anclas regionales para operaciones globales.

Monterrey, por ejemplo, se ha destacado como un centro de nearshoring para manufactura avanzada. Ha atraído inversiones de gigantes globales como Tesla y Volvo, apoyada por una sólida infraestructura industrial y alianzas educativas con el Tecnológico de Monterrey. Además, la ciudad está desarrollando un clúster de innovación limpia enfocado en tecnologías cero emisiones y logística inteligente.

Los ejecutivos de todo el mundo deberían preguntarse: ¿Cuál es nuestro Hefei? ¿Qué ciudad olvidada dentro de nuestra área de influencia podría convertirse en una plataforma para un crecimiento regional impulsado por la innovación? Esto no se trata solo de la resiliencia de la cadena de suministro; se trata de liberar la energía local para generar impulso global.

La era de la eficiencia frágil está llegando a su fin. Las empresas que se aferran a cadenas de suministro extensas y lineales están aprendiendo esta lección de la manera difícil. Quienes se integran, localizan y descentralizan ya llevan la delantera.

Las compañías más visionarias de China están mostrando cómo diseñar para la incertidumbre, desde operaciones modulares hasta redes digitalmente integradas. Ya sea a través de centros de producción regionales, plataformas locales de innovación o ecosistemas ágiles de proveedores, la capacidad de adaptarse se ha convertido en un diferenciador estratégico. Esto ya no es un plan de contingencia: es el nuevo sistema operativo para mantener la relevancia global.

El futuro de la globalización no está muerto, pero ya no lo dictan las viejas estructuras. Se está reconstruyendo: empresa por empresa, ciudad por ciudad. Si las instituciones globales no logran adaptarse, corren el riesgo de quedar fuera.

El desafío ahora es cómo apoyar un modelo de globalización basado en la agilidad, la proximidad y la cooperación. Las instituciones deben evolucionar para facilitar, no para obstaculizar, este cambio. La próxima ola de la globalización no está por venir: ya está aquí, y surge desde ciudades como Hefei.