Cómo aumentar la competitividad de la Unión Europea en la nueva economía mundial
La Unión Europea ha demostrado una sorprendente capacidad para reaccionar ante crisis urgentes y salir fortalecida. Image: REUTERS/Yves Herman
- La economía mundial se encuentra en una época de importantes cambios estructurales.
- En Bruselas, las señales de alerta están encendidas para varios indicadores económicos importantes.
- La forma en que la Unión Europea gestione este periodo impactará las posibilidades de las generaciones futuras de disfrutar de una vida próspera, productiva y creativa.
Los logros y beneficios de la Unión Europea se olvidan con demasiada facilidad en el debate público. Entre ellos, se encuentran los niveles más altos de renta per cápita y confianza en los gobiernos, y más bajos de pobreza y corrupción. A pesar de que la UE es el segundo mayor mercado único del mundo, eso no va en detrimento de la autonomía cultural o lingüística a nivel nacional. El presupuesto común de la Unión también permite que el dinero fluya de las regiones más ricas a las más pobres, y la libertad de circulación significa que los ciudadanos del bloque pueden estudiar, trabajar, hacer negocios o jubilarse donde les convenga.
Sin embargo, en Bruselas, las señales de alerta para varios indicadores importantes siguen encendidas. El crecimiento económico regional lleva décadas a la zaga del de Estados Unidos, el aumento de la productividad ha quedado rezagado respecto a sus homólogos. La UE representa hoy el 18% del PIB mundial, frente al 27% de 1995. Su cuota de valor industrial mundial también ha caído del 27% al 16% en el mismo periodo.
Hay dos áreas que deberían destacarse para los responsables políticos como posibles puntos de apoyo para aumentar la competitividad europea: invertir en tecnología y competencias, y avanzar en la transición energética.
Invertir en tecnología y competencias
La inversión europea en IA va a la zaga de otras regiones, incluso cuando se trata de gasto dedicado por los gobiernos. En proporción al PIB, Arabia Saudí se sitúa a la cabeza mundial. En la UE, son países como Luxemburgo y Eslovenia los que dedican proporciones significativas de inversión pública a la IA, seguidos de cerca por Alemania, Francia e Italia.
La brecha de la inversión privada es aún mayor, ya que los inversores europeos suelen ser más reacios al riesgo. Esto puede atribuirse, al menos en parte, a la lentitud de los trabajos para completar la unión de los mercados de capitales. Si se intensificaran los esfuerzos en este sentido, las inversiones en tecnologías emergentes se beneficiarían de toda la profundidad y amplitud del mercado único europeo.
Aunque en Europa se encuentran algunos de los computadores más potentes del mundo, como LUMI en Finlandia y Leonardo en Italia, la UE sigue representando la parte más pequeña de los 500 computadores más potentes del mundo. Sin embargo, las cosas pueden cambiar rápidamente en la carrera informática a medida que las inversiones específicas dan sus frutos.
La UE tiene menos licenciados en disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), incluidas las ciencias informáticas, ingenieros y profesionales específicos de IA, en comparación con países como EE. UU. e India, que lideran en cifras absolutas. Por lo que respecta a la educación, el centro de IA de Bosch y el Instituto Max Planck de informática, en Alemania, así como el Laboratorio Europeo de Aprendizaje y Sistemas Inteligentes, de Finlandia, son ejemplos de centros de excelencia, pero a escala mundial, los departamentos de investigación mejor clasificados en IA e informática están en Estados Unidos o China.
El impacto de estos menores niveles de inversión, la menor disponibilidad de profesionales cualificados y el menor número de instituciones de investigación de primer nivel se refleja en un menor número de start-ups y unicornios de IA, patentes y citas académicas.
Hay algunos signos positivos de que las capitales de la UE están escuchando la alarma. En Francia, por ejemplo, se han anunciado 7000 millones de euros para inversiones tecnológicas, fondos que se reorientarán a través de inversores institucionales hacia starts-ups de innovación y tecnología. Ejemplos como éste, extendidos por toda Europa, podrían ayudar a cerrar la brecha de inversión con Estados Unidos.
Al mismo tiempo, la UE está a la vanguardia de la regulación de la IA basada en el riesgo, encaminada a limitar los daños a los ciudadanos y a fomentar la armonización internacional de la regulación de la IA, lo que contribuiría a crear condiciones más equitativas a escala mundial para el desarrollo de la IA. El esfuerzo por minimizar los riesgos es importante, pero no debe ir en detrimento de las altas tasas de innovación. De lo contrario, Europa se quedará con el estándar de oro en materia de regulación, pero sin el capital que podría derivarse de la fiebre de la IA.
Los entornos controlados de regulación de IA, también conocidos como "sandbox", ya han demostrado que facilitan la financiación de las empresas y su entrada en el mercado, aumentando la velocidad de comercialización al reducir los costes administrativos y de transacción. Este enfoque podría aplicarse en mayor medida al desarrollo de la tecnología de IA en toda la UE. Además, la narrativa sobre la IA en Europa podría volver a centrarse en los beneficios potenciales en ámbitos como la atención sanitaria o la industria manufacturera, junto con una orientación más clara sobre el apoyo específico a los grupos afectados y los programas de reciclaje y mejora de las cualificaciones.
Impulsar la transición energética
La crisis de los precios de la energía del año pasado dejó claro a todos -desde los hogares en Alemania hasta las fábricas de vidrio en Italia y las acerías en Suecia- lo vulnerable que es el mercado energético europeo. También quedó claro que sin un suministro de energía estable y competitivo en costes, la competitividad europea se hace difícil de alcanzar.
Aunque los precios han bajado desde entonces, los de la electricidad en Alemania son hasta tres veces superiores a los de Estados Unidos y duplican los de Francia y Polonia. El plan REPowerEU pretende acelerar la descarbonización, mejorar la electrificación y aumentar la capacidad de almacenamiento, pero los avances en las tecnologías de cero emisiones netas serán cruciales para garantizar la competitividad a largo plazo.
La industria eólica marina europea dio el pistoletazo de salida a la industria mundial, pero hoy la AIE muestra que la fabricación actual y prevista de tecnologías eólica, solar y de baterías en Europa está muy por detrás de China. Según el Índice de Transición Energética, China está a la cabeza tanto en infraestructura física como en inversiones en energías renovables como porcentaje del PIB.
En cuanto a electrolizadores y bombas de calor, Europa sigue a la cabeza y los fabricantes europeos de electrolizadores se han comprometido a multiplicar por diez su producción de aquí a 2025 para contribuir a impulsar el suministro de hidrógeno limpio. Sin embargo, los problemas de la cadena de valor relacionados con la nueva normativa sobre trazabilidad dificultan el acceso a los insumos, y las dudas sobre el alcance de la financiación pública disponible en Europa ponen en peligro los avances.
¿Qué está haciendo el Foro Económico Mundial en el ámbito de la transición a una energía limpia?
Algunas iniciativas europeas destacan por ser más prometedoras, como la producción circular de acero ecológico en una planta del norte de Suecia, que podría mejorar la eficiencia energética y descarbonizar la industria. La iniciativa es posible gracias al acceso estable a la electricidad y la energía hidroeléctrica e incluye una instalación de almacenamiento de hidrógeno, la primera de su clase, que será clave para la descarbonización de la cadena de valor. En la última edición del Cuadro Europeo de Indicadores de Innovación, también se constata que la brecha en innovación entre la UE y los países con mejores resultados, como Corea del Sur, Canadá y EE. UU., se está cerrando.
A través de asociaciones estratégicas, la UE pretende garantizar la disponibilidad de materias primas esenciales, contribuir al desarrollo de infraestructuras críticas en los países en desarrollo y colaborar en investigación e innovación. Sin embargo, los avances en la consecución de nuevas asociaciones han sido lentos y las conversaciones a veces complejas, incluso con países africanos ricos en recursos. Deben priorizarse los esfuerzos adicionales para establecer acuerdos mutuamente beneficiosos con el fin de crear asociaciones duraderas.
La financiación de la descarbonización ha alcanzado niveles sin precedentes a través de mecanismos como el Pacto Verde europeo, pero encontrar formas de reducir el riesgo de las inversiones privadas que fluyen hacia la tecnología climática emergente es otro rompecabezas importante que resolver. La Ley sobre la industria de cero emisiones netas se centra en varias tecnologías para intensificar su desarrollo en función de su contribución a la descarbonización y la competitividad.
Las palancas de que dispone la UE incluyen la aceleración de los procedimientos de concesión de permisos, el uso de subvenciones, la financiación privada coordinada y el establecimiento de objetivos para la contratación pública. La cuestión es con qué rapidez pueden los gobiernos nacionales tomar las riendas de la aplicación. Mientras la política industrial resurge en Bruselas y los Estados miembros, recordemos también que los remedios a corto plazo, en forma de subvenciones y otras medidas proteccionistas, no pueden invertir la debilidad de la productividad.
Europa ha demostrado una sorprendente capacidad para reaccionar ante crisis urgentes y salir fortalecida. La forma en que Europa afronte ahora este periodo de cambios estructurales en la economía mundial determinará si las futuras generaciones de europeos pueden disfrutar de vidas prósperas, productivas y creativas.
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