Este innovador modelo une a empresas y agricultores para mejorar la seguridad hídrica en América Latina

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 (ODS 6) de las Naciones Unidas, que pretende lograr la seguridad hídrica mundial, ha sido el centro de atención de los eventos mundiales de este año, como la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua. Esto se debe a que estamos peligrosamente cerca de 2030, cuando se prevé que la mitad de la población mundial no tendrá un acceso fiable al agua potable.

Algunas ciudades de América Latina, como Monterrey, México, pusieron en marcha en 2022 el primer programa de racionamiento de agua para ciudadanos y empresas industriales. Otras ciudades, como Santiago de Chile, planificaron el primer programa de racionamiento para un invierno seco.

Las pérdidas económicas y los enfrentamientos sociales experimentados en este contexto han empujado a las empresas a comprometerse a convertirse en organizaciones positivas para el agua en 2030. Esto significa que invertirán dinero en reponer más agua de la que utilizan en la cuenca específica en la que operan. Más de 240 empresas y en ascenso han comunicado sus compromisos con el CEO Water Mandate y la tendencia continúa.

Para resolver cualquier desafío global, debemos empezar por la seguridad hídrica. Hacer más eficiente el uso del agua en la agricultura es el primer paso para abordar el reto de la seguridad hídrica.

Debemos empezar por la agricultura porque consume aproximadamente el 80% del agua dulce de los países en desarrollo. Además, varios estudios han demostrado que los agricultores pueden lograr un 20% más de eficiencia tomando decisiones basadas en datos utilizando las tecnologías existentes. Sin embargo, la adopción de tecnología en este sector ha sido muy lenta y, hasta la fecha, solo el 12% de los agricultores utiliza alguna herramienta de datos para decidir cuándo y cuánto regar.

En respuesta a estos retos, Kilimo, una empresa de tecnología climática o climatech, desarrolló un modelo que pone en contacto a agricultores dispuestos a utilizar la tecnología para hacer un uso más eficiente del agua con empresas privadas que han asumido compromisos positivos para el agua y están dispuestas a pagar por ese ahorro. De este modo, Kilimo se convirtió en la primera empresa de América Latina en compensar económicamente a los agricultores por utilizar tecnología y ahorrar agua, generando cambios a largo plazo en sus prácticas de riego y contribuyendo a la seguridad hídrica en las cuencas latinoamericanas.

Veamos este proyecto que incluye dos proyectos de compensación activos en la cuenca del Maipo, en Santiago de Chile, financiados por empresas tecnológicas de renombre internacional. A continuación se exponen algunos de los resultados alcanzados:

Gracias a las recompensas económicas por el cumplimiento de las buenas prácticas, se ha fomentado la adquisición de tecnología. El gráfico siguiente muestra el número de hectáreas controladas por la tecnología de Kilimo en 2021, antes del proyecto de compensación, y su crecimiento exponencial tras el inicio de los proyectos de compensación en 2022. La posibilidad de optimizar los recursos, principalmente el agua, pero también la energía y los fertilizantes, y de recibir un incentivo económico por ello acelera significativamente la disposición de los agricultores a probar nuevas tecnologías.

La compensación económica para los agricultores está ligada a su cumplimiento de las buenas prácticas, lo que provoca mayores niveles de compromiso con la tecnología para lograr esos compromisos. El siguiente gráfico compara a los agricultores de Kilimo en dos cuencas adyacentes, las regiones de Maipo y O'Higgins. Muestra que los que pertenecen a los proyectos de compensación (Maipo) tienen un 10% más de compromiso con la tecnología y el servicio que los que no participan en ninguno (O'higgins).

En 2022, Kilimo ahorró 72 mil millones de litros de agua gracias a sus recomendaciones basadas en big data e inteligencia artificial, lo que equivale a dos meses de consumo de agua para toda la población de Santiago de Chile. Además, como los proyectos activos aún se están ejecutando, Kilimo ya ha logrado un 35% de ahorro de agua tras cinco meses de trabajo.

El caso presentado demuestra que los incentivos económicos pueden mejorar radicalmente la adopción de tecnología por parte de los agricultores para tomar decisiones más eficientes en materia de riego. Sin embargo, es esencial subrayar que los incentivos por sí solos no bastan. La prestación de asistencia técnica y apoyo personalizado, adaptado a las necesidades locales del agricultor, es crucial para el éxito del proyecto.

Se necesitan estrategias audaces y modelos disruptivos, como el presentado, para dirigir los recursos humanos y económicos hacia sectores que puedan impactar en sus comunidades lo antes posible. Por lo tanto, acelerar el camino para proteger las cuencas hidrográficas a través de la agricultura con incentivos precisos ofrece una oportunidad global para lograr la seguridad hídrica en las cuencas hidrográficas de América Latina para 2030.