Naturaleza y Biodiversidad

El programa de conservación que ha ganado hábitat para el oso andino en las cordilleras Central y Occidental de Colombia

Con ayuda de programa de conservación, el oso andino en la cordillera Occidental de Colombia pudo aumentar en un 52%

Con ayuda de programa de conservación, el oso andino en la cordillera Occidental de Colombia pudo aumentar en un 52% Image: UNSPLASH

Antonio José Paz Cardona
Editor Colombia y Ecuador, Mongabay Latam
  • Datos recolectados por el programa Conservamos la Vida, entre 2016 y 2021, muestran que el área de ocupación del oso andino en la cordillera Occidental de Colombia aumentó en un 52%. Este monitoreo implicó recorrer más de 208 km en la búsqueda de rastros y evidencias del oso.
  • Se han firmado 70 acuerdos de conservación con campesinos y gracias a estos se han logrado destinar 2661 hectáreas de ecosistemas clave para la conservación del oso. También se han mejorado las prácticas productivas en predios que abarcan 1716 hectáreas.

El 21 de febrero se conmemora el Día Internacional para la Protección de los Osos del Mundo. En Sudamérica solo habita una especie, el conocido oso de anteojos o andino (Tremarctos ornatus), que desafortunadamente se encuentra catalogado como Vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Este gran mamífero es una especie clave en los ecosistemas andinos y el gran territorio que necesita para vivir y alimentarse es una de las razones que lo convierten en una especie sombrilla, es decir, aquella que al ser conservada permite la protección de muchas otras especies de flora y fauna.

“Al moverse tanto, tiene bastantes interacciones ecológicas. Se sabe que son dispersores de algunas semillas de plantas que consumen y, al ser grandes y buenos trepadores, hacen huecos dentro de las selvas para que la luz solar entre y se activen procesos de regeneración natural de los bosques”, comenta Mauricio Vela, líder de mamíferos grandes de WCS Colombia, una de las entidades que forma parte del programa Conservamos la Vida que, desde 2015, trabaja en la conservación del oso andino en Colombia.

Este trabajo ha logrado unir a instituciones científicas, al sector privado y a comunidades locales para trabajar en un objetivo común: la recuperación del oso andino y su hábitat, mientras se brindan opciones de producción sostenibles para las personas que comparten territorio con este animal. En la iniciativa participan Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN), Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), Fundación Grupo Argos (FGA), Fundación Smurfit Kappa (FSK), Wildlife Conservation Society (WCS) y las comunidades rurales de varios municipios ubicados en la cordillera de los Andes.

Oso avistado en La Cruz, Nariño.
Oso avistado en La Cruz, Nariño. Image: WCS, Juan Camilo Rubiano.

Una de las primeras tareas del programa fue identificar los principales núcleos donde habita el oso en Colombia y definieron cinco: el primero está conformado por el corredor que une Tatamá-Farallones-Munchique, tres parques nacionales en la cordillera Occidental de los Andes. El segundo núcleo está formado por los parques Los Nevados, Las Hermosas y Doña Juana-Cascabel, en la cordillera Central. El tercero se ubica en la cordillera Oriental, en el corredor entre los parques Chingaza, Sumapaz y Picachos. Un cuarto núcleo está formado por los parques nacionales Orquídeas y Paramillo, y el último corresponde al corredor entre los parques Pisba-Cocuy-Tamá, este último en el límite con Venezuela.

El trabajo más fuerte del programa se ha concentrado en los núcleos de la cordillera Occidental (8623 km2) y Central (17 469 km2), donde se han firmado 70 acuerdos de conservación con las comunidades locales, los cuales involucran 121 predios a lo largo de estos dos corredores.

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Esto ha permitido destinar a la conservación 2661 hectáreas de ecosistemas clave para la vida del oso y, según datos recolectados por el programa Conservamos la Vida entre 2016 y 2021, el área que ocupa el oso en la cordillera Occidental aumentó en un 52 %. “Esto muestra que las acciones que hemos venido realizando han sido positivas. Estamos conservando más bosque y los osos se están moviendo más, ocupando áreas que anteriormente no visitaban porque no había disponibilidad de hábitat, porque los recursos eran bajos o porque eran zonas con una alta presión productiva que ahora ha venido disminuyendo”, destaca Vela.

El gran ejemplo del parque Tatamá

“Estamos muy contentos con lo que hemos logrado porque en algunos predios ya se han dado avistamientos de osos y oseznos. El trabajo no ha sido en vano, algunas fincas ya están muy reforestadas, las personas ya están más conscientes de lo importante que es cuidar la fauna y la flora”, comenta Julián Pinilla, dueño de una finca en el municipio de El Águila, Valle del Cauca, en zona de influencia del Parque Nacional Tatamá.

Pinilla dice que, además, las zonas conservadas han ayudado a que ahora no haya escasez de agua, pues aumentaron los cauces y algunos nacimientos de agua. Su finca está ubicada entre los 1800 y 2100 metros sobre el nivel del mar, tiene 12 hectáreas dedicadas al cultivo y a unas cuantas reses y 46 a conservación, garantizando así el hábitat para el oso. “He estado muy interesado en aprender más del oso, de su hábitat y de lo importante que es conservar los sitios donde vive porque así se cuidan otras especies que están alrededor de él. Ahora ya somos conscientes de que es un esparcidor de semillas que necesita muchas hectáreas para su reproducción”, agrega el poblador.

En El Águila se han firmado 10 acuerdos de conservación y Pinilla es uno de los firmantes. Según dice, el programa Conservamos la Vida los ha capacitado en torno a la importancia del oso andino en el ecosistema y a la vez los ha asesorado en mejoras de sus sistemas productivos, principalmente para sus cultivos de café. “Siempre hemos sido cafeteros pero antes no sabíamos a qué sabía nuestro café, qué calidad tenía, y en medio de este proyecto ya lo hemos aprendido”, comenta.

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Carlos Sánchez es otro productor cafetero de El águila y cuenta que, en medio de las asesorías del proyecto de conservación decidió, junto a Pinilla y otras ocho familias, crear la asociación ‘Productos de exportación guardianes del oso andino’. Ya han sacado varias cosechas de un café de altura de alta calidad y, gracias a las mejoras hechas en los predios y a que son protectores del oso andino, han logrado vender su producto a mejor precio. “En este momento tenemos una meta de 3000 kg por semestre y hace cuatro años era solo de 1000”, destaca Pinilla.

Datos del programa de conservación indican que el perfil de taza de los 10 caficultores de El Águila ha alcanzando un promedio de 83 sobre 100 puntos, ya han comercializado 10 757 kilogramos entre 2019 y 2021 en Colombia y otros países, de los cuales 1532 kg son de la marca propia Café Oso Andino®. La ganancia de la venta ha subido, en promedio, 24 % por kilo debido a la calidad y al aporte a la conservación del oso.

Oso en el parque Chingaza.
Oso en el parque Chingaza. Image: WCS Colombia

Juan Carlos Troncoso, jefe del Parque Nacional Natural Tatamá, asegura que ya han comprobado la efectividad de las acciones ejecutadas en los predios de los campesinos que habitan cerca del área protegida. Después de varios años de estar vinculados al programa de conservación, volvieron con cámaras trampa a las áreas de hábitat que se han liberado en los predios privados, “las retiramos en enero y ya encontramos presencia del oso allí”, dice.

Este resultado es vital para garantizar la movilidad del oso por fuera del parque nacional, ya que dentro del área protegida su situación es bastante buena. Según Troncoso, el 97 % del parque se encuentra en buen estado de conservación y las evidencias de pelo, huellas, heces y comederos han mostrado que el oso ocupa cerca de un 85 % del área de Tatamá.

El jefe del parque también asegura que en los predios de cuatro de los firmantes de acuerdos de conservación ya se dieron registros del oso andino y de otros mamíferos como el puma. “Unas 18 especies, que antes no aparecían, están llegando a las áreas que se liberaron para conservación”, destaca.

A Troncoso también le llama la atención que en una zona de Tatamá, en el municipio de Santuario, Risaralda, han identificado 10 osos andinos. “Queremos investigar más porque varios de ellos vienen apareciendo desde hace siete años y permanecen allí. Y es un área relativamente pequeña comparado con el tamaño total del parque”, dice.

Oso en el parque Chingaza.
Oso en el parque Chingaza. Image: Natalia Vargas

Proteger al oso andino en Munchique

Al sur del núcleo de la cordillera Occidental se encuentra el parque nacional Munchique, donde también se ha venido haciendo un esfuerzo de conservación que involucra a campesinos y a empresas privadas como Smurfit Kappa, una de las compañías más grandes en la provisión de empaques de papel en el mundo.

Smurfit Kappa tiene varias fincas dedicadas a plantaciones forestales, que a la vez albergan bosques naturales, en la zona de influencia del parque nacional. “En las investigaciones que había hecho WCS Colombia se encontraron algunas manifestaciones de rechazo al oso andino, participar de un proyecto de estos era contribuir a la conservación de todo el ecosistema donde habita el oso y de las mismas comunidades, que han cambiado sus prácticas hacia la protección de la especie”, comenta Francisco Silva, ingeniero de Desarrollo Social de la Zona Sur (Cauca) de la compañía.

De acuerdo con Silva, se han firmado acuerdos de conservación con 36 familias que han hecho implementación de sistemas productivos amigables con el oso y 54 familias más están próximas a vincularse. También se ha trabajado con colegios y otras instituciones donde se han hecho procesos de educación enfocados en la protección del gran mamífero, y se está evaluando la posibilidad de que muchos de los productos que los campesinos sacan al mercado puedan tener una acreditación por el enfoque de conservación, como lo que ya se hace con el café en la zona de influencia del parque Tatamá.

Silva asegura que la empresa también ha tomado acciones en sus plantaciones forestales. “Tenemos transectos [método que consiste en la ubicación aleatoria de líneas de muestreo] en nuestras fincas y los hemos mapeado [a los osos] para saber por dónde transitan. Cuando entramos en faenas de cosecha, hemos incluido zonas de gradas para que el oso pueda descender y ascender, para no impactar negativamente las zonas por donde él se mueve y se busca que los árboles no caigan sobre el bosque natural, aplicando técnicas de direccionamiento de tumba”.

También comenta que se ha hecho aislamiento de rondas hídricas, que habían desaparecido por la presencia de potreros, para que el bosque se restaure por regeneración natural.

Para Mauricio Vela, líder de mamíferos grandes de WCS Colombia, lo que ha venido pasando en los parques Tatamá y Munchique es un ejemplo de que la sociedad civil y los sectores público y privado pueden alcanzar grandes metas cuando trabajan en equipo. En el caso del programa Conservamos la Vida, el reto está en cambiar la percepción negativa del oso que aún se tiene en algunas zonas.

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“La cordillera Central es uno de los núcleos con mayor índice de conflicto con osos y es complejo porque hablamos de más de 17 000 km2. Identificamos cinco zonas donde se daban los mayores registros de conflictos […] una localidad en el Quindío, una en el Valle del Cauca, una en el Huila, otra en el Cauca y otra en Nariño, donde en 2016 dejaron la pata de un oso en la oficina de Parques Nacionales”, dice Vela.

Muchas veces el oso carroñea una vaca pero no necesariamente fue el que la mató. El animal se pudo desbarrancar o pudieron cazarla otros animales como los perros ferales. El biólogo cuenta que cuando hacen la caracterización productiva y el diagnóstico de conflicto en algunas zonas, se dan cuenta que la gente deja el ganado solo mucho tiempo, en lugares muy alejados, dentro del bosque o en páramos. “El problema es que los osos son oportunistas, como la mayoría de carnívoros, y una vaca es una presa muy fácil”. De ahí el arduo trabajo que vienen realizando en capacitación de los campesinos y en la mejora de sus sistemas y prácticas productivas.

Oso andino.
Oso andino. Image: ‘El Pato’ Salcedo/ WCS Colombia.

Uno de los objetivos a futuro del programa Conservamos la Vida es hacer la evaluación de densidad poblacional de osos en la cordillera Central y Occidental y ampliar el trabajo en los demás núcleos de conservación, aprovechando que ya tienen una metodología estandarizada que se puede replicar.

Para productores cafeteros como Carlos Sánchez, la satisfacción está en producir y tener medios de vida dignos mientras trabajan en la conservación de una especie en peligro de extinción que es vital para los ecosistemas andinos. “Ya hemos visto al oso en cámaras trampa y también en videos de aficionados. Antes no veíamos al animal, Es algo muy bonito porque se está cumpliendo el propósito del proyecto, se ve que ha funcionado lo que estamos haciendo”, resalta.

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