Un prestigioso científico experto en vacunas de la COVID-19 responde a nuestras preguntas
El profesor Robin Shattock está liderando los esfuerzos para desarrollar una vacuna de ARN para COVID-19. Image: Imperial College London
- Un enfoque innovador sobre una vacuna de la COVID-19 que utilice ARN ofrece ventajas en términos de rapidez y escalabilidad, si los ensayos resultan satisfactorios.
- Si bien es posible que se identifiquen vacunas efectivas en cuestión de 12-18 meses, la disponibilidad de dichas vacunas en todo el mundo podría llegar mucho más tarde.
- El mundo debe aprender de la pandemia de COVID-19 y garantizar que se realice una inversión suficiente como salvaguarda frente a futuras pandemias.
El trabajo para acelerar el desarrollo de una vacuna para el coronavirus recibió un impulso la semana pasada cuando el gobierno del Reino Unido anunció una medida de financiación de 42,5 millones de libras para los dos esfuerzos principales que está realizando el país en la Universidad de Oxford y el Imperial College de Londres. El pasado jueves, el programa de la Universidad de Oxford, liderado por la profesora Sarah Gilbert, se convirtió en la primera institución europea en iniciar ensayos en humanos, mientras que el equipo del Imperial College tiene previsto iniciar los ensayos clínicos en junio. Esto lleva el número total de ensayos clínicos de la vacuna del coronavirus iniciados en 2020 a 11.
El profesor Robin Shattock lidera el equipo del Imperial College. En 2019, el profesor intervino en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos para hablar de las nuevas técnicas que estaba desarrollando para facilitar el desarrollo rápido, los ensayos y —algo crucial— la producción local de vacunas. Conjuntamente, estas técnicas contribuyen a garantizar unas respuestas rápidas ante los brotes sin que ninguna región ni ningún país se queden rezagados. Hablamos con él para conocer los avances de su equipo y para que nos diera su opinión sobre la respuesta global hasta la fecha.
En 2019, el profesor advirtió al público de Davos sobre la amenaza que plantea una pandemia, instando a la acción para garantizar que el mundo pudiera responder rápidamente si se producía una. ¿Cómo se sintió al ver la propagación de la COVID-19? ¿Cómo valora los esfuerzos globales por encontrar una vacuna hasta la fecha?
Ha sido un período interesante como experiencia de vida. Cuando nos presentamos en Davos, afirmamos que estas cosas ocurrirían, pero no pensamos que iban a ocurrir tan pronto o que serían un coronavirus. Todo el mundo predecía que probablemente sería un brote de gripe aviar.
En cuanto a la respuesta global, es positivo que haya muchas vacunas distintas en desarrollo, creo que más de 90 en el último recuento. Existe cierto grado de coordinación, pero todos estos grupos trabajan de forma independiente con sus propios enfoques o tecnología. Eso no es necesariamente algo malo, dado que el desarrollo de una vacuna entraña un gran riesgo, lo que implica la repartición del riesgo, y creo que está muy claro que algunos grupos podrán ofrecer una vacuna eficaz.
Su equipo lleva trabajando en el desarrollo de una vacuna para la COVID-19 desde principios de febrero. ¿Podría describir para nuestros lectores cómo se fabrica una vacuna típica y en qué difiere su planteamiento con respecto al uso de ARN?
Los planteamientos tradicionales de las vacunas suelen basarse en el cultivo físico del virus. Esto puede hacerse cultivando el virus en cantidades masivas, decenas o centenas de miles de litros y después desactivándolo o cultivando virus con el tiempo para debilitarlos gradualmente hasta que son seguros. Ambos métodos tardan bastante tiempo en estar preparados para su uso clínico y requieren una gran cantidad de virus para fabricar una dosis efectiva.
Nuestro planteamiento es centrarnos únicamente en el código genético de la proteína «s» en la superficie del virus y utilizarla como nuestra vacuna. Cuando la vacuna se inyecta en el cuerpo, las células musculares la «amplifican» de forma natural produciendo copias de la proteína «s» que el sistema inmunológico detecta como amenaza. Este proceso entrena al sistema inmunológico del cuerpo para defenderse frente al SARS-CoV-2 a través del reconocimiento de la proteína cuando se encuentra de nuevo con ella.
¿Cuáles son las ventajas de trabajar con el ARN?
El uso del ARN nos aporta rapidez, ya que la secuencia genética puede sintetizarse en el laboratorio, y dado que puede autoamplificarse, tan solo necesitamos una dosis reducida de la vacuna para que sea efectiva, es decir, podemos fabricar el equivalente a un millón de dosis en un litro de material de la reacción. Esto nos permite una expansión muy rápida, y hace que sea factible fabricar decenas de millones de dosis a la semana en nuestro laboratorio. Si se añaden más plataformas de vacunas que trabajen en paralelo, se aumentará todavía más la capacidad de producción.
¿Está la producción distribuida lista para ayudar? ¿Qué otras medidas pueden adoptarse para garantizar que las vacunas lleguen a todas las personas necesitadas?
En este momento, el mecanismo de producción distribuida no está disponible. Las instalaciones de fabricación de todo el mundo no están configuradas con la misma tecnología, por lo que no pueden utilizarse métodos idénticos. También es necesario armonizar la homologación para garantizar que cuando se autorice el uso de una vacuna en una ubicación, otras plantas de fabricación de todo el mundo puedan iniciar la producción a escala.
No espero que una red de estas características empiece a funcionar a tiempo para contribuir de forma significativa a la respuesta a la COVID-19. Cuando se identifiquen vacunas eficaces, probablemente todavía se produzcan con un enfoque más tradicional de trabajo con fabricantes de gran tamaño. No obstante, el desarrollo de dichas capacidades de producción distribuida deberían ser una parte fundamental del refuerzo de la resiliencia global cuando esta crisis haya acabado.
Un ejemplo de medidas adicionales que pueden adoptarse es el del Serum Institute of India y otros que se están ofreciendo a fabricar vacunas exentas de regalías para garantizar que estén disponibles para el máximo número de personas posible sin que el coste elevado de las mismas sea un obstáculo.
Algunos investigadores están comunicando niveles de anticuerpos virales más bajos de los esperados en personas que se han recuperado de la COVID-19, lo que posiblemente sugiera que cualquier inmunidad adquirida será temporal. ¿Podrán las vacunas estimular una respuesta más contundente y ofrecer una inmunidad más prolongada?
Sí, una vacuna debe ser más efectiva que la inmunidad natural, y hay pruebas contundentes de que así será. La COVID-19 es una infección respiratoria, y aquellas personas que tengan una infección leve no se expondrán a una gran cantidad de virus porque solo estará en sus superficies respiratorias. La respuesta inmune natural a dicha infección será muy inferior a la que se genere mediante una inyección potente de la vacuna. Si la vacuna no provoca una respuesta contundente, no debe ofrecerse a la población en general.
Para que una vacuna tenga una eficacia elevada, debe impedir la infección en más del 80 % de las personas vacunadas y proporcionarles inmunidad durante un mínimo de 1 año (lo que permitiría potenciarla cada año), aunque idealmente el período debería ser mayor.
En condiciones normales, el desarrollo de vacunas tarda varios años, pero hoy estamos viendo cómo se aceleran los plazos paralelamente a la presión de los gobiernos, los medios de comunicación y el público. Como investigador, ¿cómo está viviendo esto?
Es difícil alcanzar un equilibrio adecuado. Es importante que las personas entiendan que estamos avanzando más rápido de lo que nadie lo ha hecho antes, porque nuestro objetivo es tener una vacuna totalmente probada en un plazo de 12-18 meses cuando normalmente se tardaría entre cinco y ocho años o incluso más. Dicho esto, cuando la necesidad es tan acuciante como lo es hoy, incluso 12-18 meses parece demasiado.
Es necesario relajar ligeramente las expectativas, ya que si bien los ensayos de las vacunas finalizarán en breve, no dispondremos de vacunas a escala global durante un período prolongado.
La duda sobre las vacunas ha reducido la eficacia de los programas públicos de vacunación en determinados ámbitos, lo que ha provocado brotes de sarampión y otras enfermedades prevenibles. ¿Le preocupa que dicho comportamiento pueda limitar el potencial de una vacuna del coronavirus?
En este momento, creo que las personas quieren una vacuna. No creo que existan muchas dudas sobre ello, ya que la COVID-19 está muy presente en nuestro día a día. El problema de las vacunas es que tienen tanto éxito a la hora de prevenir la enfermedad que se olvidan y el motivo por el que son necesarias se hace menos aparente.
Si en cuestión de dos, tres o más años contamos con una vacuna efectiva y no registramos nuevos contagios de COVID-19, las personas podrían optar cada vez más por no vacunarse. Esto podría deberse a la duda o simplemente a que no es una de sus prioridades, ya que el virus no parece ser una amenaza. Esta situación podría provocar la aparición de brotes, y serán necesarias estrategias de compromiso público para minimizar el riesgo de que esto ocurra.
¿Qué mensaje le gustaría dejar a nuestros lectores?
Ya estamos siendo testigos del enorme impacto de esta pandemia en las economías del mundo. Debemos aprender de ello y realizar las inversiones necesarias para limitar el impacto de futuras pandemias ahora. La inversión necesaria es nimia en comparación con el coste económico y humano de otras pandemias. Tiene todo el sentido en términos financieros y cualquier otra cosa no servirá. El mundo necesita una póliza de seguros contra las pandemias.
Esta entrevista ha sido editada para mayor brevedad y claridad.
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