Test en Islandia y prudencia danesa, la lucha contra el virus en los países nórdicos
La gente practica el distanciamiento social fuera de la entrada del parque de la ciudad Tradgardsforeningen mientras continúa la propagación de la enfermedad coronavirus (COVID-19), en el centro de Gotemburgo, Suecia, el 24 de abril de 2020. Image: via REUTERS
3.011 muertos. Ese el total de fallecidos que suma una de las regiones de Europa con menos índice de mortalidad por el coronavirus: los países nórdicos. Pero pese a un estricto —y prematuro— control de la situación sanitaria y a un robustísimo Estado de bienestar que inyecta dinero a empresas y particulares cuando la economía peligra, en estas sociedades tremendamente igualitarias también ha habido diferencias en la gestión de la pandemia de coronavirus.
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Frente a la precaución noruega y danesa —que fueron los primeros en su región en tomar medidas restrictivas—, y a la preparación y contingencia de Finlandia e Islandia, sorprende la estrategia sueca: confiar en la responsabilidad individual, en el civismo de cada uno, para evitar la propagación del virus sin imponer grandes restricciones a los ciudadanos. ¿Resultado? En Suecia hay más de 2.100 muertos. En Noruega y Finlandia 201 y 190 respectivamente.
Después de un mes cerrada a cal y canto, desde el 14 de marzo, en Dinamarca ya han salido a respirar la primavera. El país, de 5,8 millones de habitantes, fue el primero en su región en decretar un estado de emergencia y cerrar escuelas, lugares de culto religioso, negocios y fronteras cuando apenas tenían casos confirmados y la pandemia se cebaba principalmente con Italia y España. Temeroso de que las imágenes del caos que llegaban del sur de la UE se repitieran en su territorio, Copenhague impuso, junto a Noruega y Finlandia, un límite de reunión de 10 personas y obligó a sus ciudadanos a trabajar desde casa. Hoy, con 8.643 contagiados (contando con los de las Islas Feroe y Groenlandia) y una curva de casos activos claramente descendente, el país escandinavo ya puede decir que está saliendo del túnel.
Los niños de primaria (menores de 12 años) llevan diez días yendo a la escuela. Eso sí, con un horario de entrada escalonado y haciendo una rigurosa fila colocándose en unas marcas pintadas en la acera para respetar la distancia de seguridad y limitando sus juegos a un grupo muy reducido de amigos, según las recomendaciones de los centros escolares. Desde el pasado lunes, los ciudadanos también han podido ir a las peluquerías e incluso hacerse un tatuaje, según las imágenes que mostraban los medios locales.
El Gobierno danés de la socialdemócrata Mette Frederiksen, en minoría, está día tras día levantando uno de los confinamientos más estrictos de la UE, aunque por detrás del de España o Italia. Incluso parte de la oposición ya pide que en la segunda fase de apertura se priorice la economía abriendo centros comerciales y bares para fomentar el consumo. “Debemos empezar a devolver [ingresos] al Estado de bienestar”, señaló el liberal Jakob Ellemann-Jensen. La primera ministra, sin embargo, se apresuró a frenar esas ansias de normalidad y anunció que el Gobierno no entrará en la segunda fase hasta al menos el 10 de mayo. “Entiendo bien la impaciencia y espero que no se convierta en desánimo (…) Pero si vamos demasiado rápido, corremos el riesgo de perder el control”, dijo Frederiksen, según recoge el diario Jyllands-Posten. Las autoridades danesas recuerdan que el distanciamiento social perdurará al menos un año.
Los Gobiernos finlandés y noruego, también liderados por mujeres —la socialdemócrata Sanna Marin, y la conservadora Erna Solberg, respectivamente— apenas tardaron dos días en copiar las medidas de sus vecinos daneses: limitar las reuniones a menos de diez personas; impulsar el teletrabajo; cerrar fronteras; restringir las visitas a residencias de ancianos, considerados lugares de alto riesgo de contagio; y decretar el cierre de escuelas y universidades. En definitiva, limitar los movimientos. Finlandia, incluso, fue mas allá cercando la dinámica región de Uusimaa, donde se encuentra Helsinki, por ser el mayor foco de contagio de la covid-19 del país. Pero así como siguieron la huella del confinamiento danés, están siguiendo la estela del camino a la normalidad.
En Noruega, 275.000 niños volvieron el lunes a la guardería aunque, como en Dinamarca, con mucha precaución: sin comida (el famoso pack-lunch), ni juguetes traídos de casa; a partir de ahora deben sólo entretenerse con los que les ofrece el centro porque están desinfectados y más controlados. Los niños de primaria volverán al colegio la semana que viene. Pequeños negocios como las peluquerías, también abrirán esta semana en el país nórdico. Los bares que sirven alcohol aún permanecen cerrados, pero ya se estudia una apertura paulatina a partir de mediados de mayo. Las autoridades, sin embargo, no deja de repetir ante los medios que en cualquier momento el Gobierno podría echar marcha atrás.
Pero sin duda el elefante en la habitación en Noruega es el Día Nacional. El 17 de mayo el país se envuelve en la famosa bandera de cruz azul sobre un fondo rojo como símbolo de unión entre todos los noruegos. Los niños suelen desfilar a ritmo de música tradicional, visten trajes regionales y lucen flores en el pelo. Este año, sin embargo, el Gobierno trabaja contra el reloj para que, pese a las medidas de distanciamiento social que aún permanecen —y permanecerán mucho tiempo—, el país esté de fiesta para mediados de mayo. Una fiesta que será digital, ha avanzado el Ejecutivo sin desvelar más detalles.
Mientras tanto, la primera ministra, la conservadora Erna Solberg, ha marcado una novedosa práctica por la que fue aplaudida dentro y fuera de sus fronteras: dos ruedas de prensa solo para niños, donde los adultos no podían entrar. Solberg les explicó a los más pequeños que “está bien” que tengan miedo en esta situación. A esta iniciativa se han sumado también las premiers danesa, Mette Frederiksen, y finlandesa, Sanna Marin, que con sus 34 años dejó en el armario la habitual chaqueta oscura y lució un vestido de colores para contestar las dudas de los más pequeños.
Finlandia —donde la Educación es la joya de la corona—, pese a que permitió que los hijos pequeños de médicos y policías pudieran seguir yendo a la guardería, aún se está pensando si ha llegado o no la hora de que el resto de niños se reincorpore a las clases. La decisión se tomará a finales de mes, según el Ejecutivo de Marin. Helsinki, por ejemplo, ya ha avanzado que la prohibición de que se junten en un mismo lugar más de 500 personas permanecerá hasta julio, lo que afectará a los festivales de verano, muy extendidos en el país. “Tendremos que convivir con estas medidas hasta [que llegue] la vacuna”, advirtió Marin.
Lo que sí ha hecho el Gobierno de coalición progresista de cinco partidos es pasar del estado de emergencia a una estrategia “híbrida”, según anunciaron las autoridades el jueves. De esta forma, el país irá poco a poco disminuyendo las restricciones —aunque las que queden serán más duraderas en el tiempo— mientras aumenta los controles y los test a la población.
Son precisamente en esas pruebas masivas por lo que Islandia —y en parte Noruega, donde se realizan 20.000 test diarios— ha destacado durante las pasadas semanas. La isla atlántica, de 360.000 habitantes —y gobernada por otra mujer, Katrín Jakobsdóttir—, empezó desde el 31 de enero a realizar test de la covid-19 a todo aquel que lo quisiera, tuviera síntomas o no, estuviera en contacto con un positivo o no, fuera personal sanitario o no. Y lo que ha llamado más la atención: gratis.
Así, las autoridades de Reikiavik pudieron identificar mejor y más rápido a la población en riesgo y tomar medidas preventivas como la cuarentena, incluso cuando no había síntomas evidentes de coronavirus (tos, fiebre, falta de aire al respirar…). Dinamarca ha tomado nota y, como parte de su estrategia de salida del confinamiento, ha anunciado ya la realización de 20.000 test diarios.
“Las pruebas pueden reducir la propagación de la infección durante el período de incubación de dos semanas a través de la cuarentena”, repetían las autoridades sanitarias islandesas a la televisión sueca. En Suecia, como en tantos otros países, las autoridades se limitan a realizar los test a personas con síntomas, personal médico o policías.
Es Suecia, junto con Islandia, el país que más laxo está siendo en la toma de medidas restrictivas para intentar frenar la pandemia dentro de sus fronteras, que permanecen abiertas. El Gobierno rojiverde del socialdemócrata Stefan Löfven no ha decretado el estado de alarma, pese a que los muertos superan superan los 2.100, sino que se ha limitado a ampliar sus competencias sin, por ahora, hacer uso de ellas.
El país, de 10,2 millones de habitantes, el más poblado al norte del mar Báltico, ha mantenido durante todo este tiempo abiertas las guarderías y escuelas —“las universidades están cerradas”, se ha justificado el primer ministro en rueda de prensa ante las acusaciones de pasividad en la emergencia. El teletrabajo está solo recomendado y la prohibición de aglomeraciones se extiende a un máximo de 50 personas. Muy por encima de los 10 que estipularon Finlandia, Dinamarca y Noruega, y los 20 que marcó Islandia. Pero lo que más ha levantado cejas es que los negocios, bares y restaurantes permanecen abiertos. Eso sí, solo para clientes que se sienten en mesa, y no en barra.
El responsable de la peculiar estrategia sueca es Anders Tegnell, un epidemiólogo laureado con experiencia en laboratorios, en el terreno (Laos) y en oficinas de la OMS. Ahora dirige la Agencia Pública de Salud sueca —independiente del Gobierno aunque este acata sus indicaciones—, y niega las acusaciones de que su estrategia se base en un contagio masivo de la población para generar inmunidad en los ciudadanos, e insiste en que su objetivo es evitar el colapso y el largo plazo: “El enfoque de [contagio de] baja escala es más sostenible en el tiempo”, explica y opina, que la estrategia de cerrar fronteras es “ridícula”. “La covid-19 ya está instalada en cada país”, dijo el martes a la revista Nature.
Pese a las explicaciones diarias de Tegnell, tras reunirse con un grupo de 15 expertos cada mañana, el primer ministro Löfven aguanta la presión. La semana pasada, 22 científicos de renombre del país escandinavo escribieron un manifiesto en el Dagens Nyheter, el periódico de mayor tirada en Suecia, en el que instaban al Gobierno a intervenir en las decisiones de la Agencia Pública de Salud, que es independiente, una cualidad sacrosanta en la cultura política nórdica. La estrategia no sólo no ha cambiado, sino que paradójicamente, la popularidad del primer ministro Löfven ha escalado hasta el primer puesto con el 30,4% de simpatía, según una encuesta de Novus para la la Televisión Sueca (SVT). Son 4,8 puntos más que hace dos meses, cuando estalló la crisis.
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