Qué es el distanciamiento social intermitente y por qué se habla de implementarlo hasta 2022
Una cliente se sienta en una de las sillas que se establecieron para mantener el distanciamiento social con el fin de prevenir las infecciones tras el brote de la enfermedad coronavirus (COVID-19), en la sucursal de Higashinakano del Banco MUFG en Tokio, Japón, el 24 de abril de 2020. Image: REUTERS/Kim Kyung-Hoon - RC2XAG9B8IAT
Salir y confinarse... Volver a salir y regresar al aislamiento. Ese es sólo un escenario hipotético de lo que pudiesen ser los próximos años.
Frente a los grandes desafíos que está planteando la pandemia de coronavirus, expertos de distintas disciplinas evalúan diferentes estrategias para hacerle frente a corto, mediano y largo plazo.
¿Qué está haciendo el Foro Económico Mundial en relación con el brote de coronavirus?
Y es que una de las grandes incógnitas que existen es si el SARS Cov-2 se logrará erradicar como sucedió con la epidemia de SARS de 2002-2003 o si el microorganismo será parte de los tantos virus con los que la población tendrá que lidiar de ahora en adelante.
Dos de los frentes de batalla de la ciencia ante el coronavirus son: hallar los fármacos idóneos para tratar la enfermedad que provoca, covid-19, y la búsqueda de una vacuna.
Mientras eso se consigue, las medidas de distanciamiento social son claves para frenar la propagación del virus y reducir su impacto en los sistemas de salud.
Un modelo teórico de distanciamiento social lo analizó un grupo de investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard.
Los autores exploran en el caso de Estados Unidos, uno de los países más golpeados por el coronavirus, varios escenarios, entre ellos el de establecer periodos de distanciamiento social intermitente que pudieran extenderse hasta 2022.
Stephen M. Kissler, Christine Tedijanto, Edward Goldstein, Yonatan H. Grad y Marc Lipsitch son los autores del estudio que fue publicado en la revista especializada Science.
"Es urgente poder entender el futuro de la transmisión del síndrome respiratorio agudo severo -coronavirus 2 (SARS-CoV-2)", indican.
Teniendo en cuenta distintos factores (como estación del año, cierta inmunidad) y datos de Estados Unidos, los científicos analizan posibles escenarios de propagación del virus hasta 2025 y hacen varias estimaciones:
"Proyectamos que los brotes recurrentes de SARS-CoV-2 durante el invierno probablemente ocurrirán después de la onda pandémica inicial más grave", señalan.
Para evitar que una segunda ola o resurgimiento del brote tenga un impacto dramático en los servicios hospitalarios -reflexionan- "el distanciamiento social prolongado o intermitente podría ser necesario" hasta 2022.
El robustecimiento de los sistemas de atención médica así como también el desarrollo de terapias efectivas contra el virus, "mejorarían el éxito del distanciamiento intermitente y acelerarían la adquisición de la inmunidad colectiva".
Así mismo, los autores plantean la necesidad de realizar “"con urgencia estudios serológicos longitudinales para determinar el alcance y la duración de la inmunidad al SARS-CoV-2".
"Incluso en el caso de una eliminación aparente, la vigilancia del SARS-CoV-2 debe mantenerse ya que un resurgimiento del contagio podría ser posible hasta 2024".
Uno de los planteamientos claves de los autores es qué pasará cuando las cuarentenas o medidas de distanciamiento social se empiecen a levantar.
“Cuando el distanciamiento social se relaje y al aumentar la transmisibilidad del virus en otoño, puede producirse un intenso brote invernal, que se superponga a la temporada de gripe y supere la capacidad de atención de los hospitales”, explican.
Para el doctor Fernando Rodríguez, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), es importante tener en cuenta que el planteamiento de los investigadores de la Universidad de Harvard es un ejercicio de “modelización teórica, (…) no hay evidencia directa”.
Hacen un análisis, no una propuesta. De hecho, ellos mismos hacen énfasis en que no respaldan una medida o política en particular, sino que su objetivo es identificar posibles trayectorias de la pandemia.
“(Lo que plantean) es que la forma más práctica de controlar la epidemia, de hacerlo lo antes posible, con los menores costes para la sociedad y, sobre todo, protegiendo los sistemas sanitarios, es confinarnos durante un tiempo, abrir la mano para que aumenten las infecciones y eso permitiría que las personas fueran poco a poco desarrollando la inmunidad del rebaño y cuando los contagios fueran muy altos, volvernos a confinar y así sucesivamente”, señala Rodríguez en diálogo con BBC Mundo.
De acuerdo con el académico, el argumento que los científicos utilizan es que ese método permitiría que la gente llevase una vida relativamente normal y que la actividad económica se reanudase, al tiempo que se generaría la inmunidad colectiva, también llamada inmunidad de rebaño.
Ese concepto hace referencia a cuando un número suficiente de individuos de una población adquiere inmunidad contra una infección y, al desarrollarla, detiene eficazmente su propagación.
Y con esa lógica y en el contexto actual, la inmunidad no se daría a través de una vacuna sino de tener la enfermedad: más gente se infecta, más gente se recupera y se vuelve inmune. Eso ayudaría a crear una resistencia y los brotes irían disminuyendo. Eso dicen quienes apoyan esta teoría.
“Poco a poco nos iríamos contagiando y con 60%, 70% de la población infectada, recobraríamos rápidamente la normalidad”, explica el profesor de la institución española.
El confinamiento como el que se está llevando a cabo en muchos países reduce las infecciones y frena nuevas oleadas de casos.
“Los investigadores de Harvard lo que argumentan es que de esa forma tendríamos muy poco contagios pero tendríamos que estar así por mucho tiempo porque la gente al no infectarse, no se inmunizaría”, indica el docente de la UAM.
Uno de los aspectos que contempla la estrategia del distanciamiento social intermitente es que “en el momento en que estuviésemos acercándonos a la saturación de los hospitales, nos volvamos a confinar para evitar llegar a ese punto”.
Ese escenario tiene problemas de factibilidad política, reflexiona Rodríguez.
"Es jugar un poquito con fuego porque en la medida en que el nivel de contagios se eleva, si no actuamos rápidamente confinando a la gente o si el sistema de vigilancia epidemiológica no funciona bien, podemos llegar tarde y provocar que (los centros de salud) se saturen”.
De hecho, en su análisis, los autores hacen hincapié en que en ese escenario se debe aumentar la capacidad del sistema sanitario, especialmente de cuidados intensivos, para que haya un control eficaz de la situación.
Rodríguez así como otros expertos insisten en que el estudio de Harvard es un modelo teórico, basado en simulaciones matemáticas, y que ponerlo en práctica puede llegar a ser muy complicado.
Aunque se elogia no sólo su excelencia, sino como una herramienta para las autoridades.
La idea de que, tras flexibilizar las medidas de confinamiento por una epidemia, haya la necesidad de dar marcha atrás y volver a una cuarentena estricta no es nueva.
"Lo que es moderno es diseñar el desescalamiento para que hayan confinamientos intermitentes (en el futuro)".
Debido a que el coronavirus y todas las secuelas que ha provocado es un fenómenos nuevo, “estamos haciendo experimentos naturales, estamos evaluando, sólo cuando implementamos las medidas nos damos cuenta de cuán eficaces son”.
“Sabemos que el confinamiento es eficaz, pero en ningún país se ha sabido cuántas semanas de confinamiento son necesarias para que prácticamente no hayan infecciones. Eso lo vamos aprendiendo en cada lugar”.
Y es que hay muchas incertidumbres aún de cara al coronavirus.
De acuerdo con la doctora Rebeca Cordero, profesora de Sociología de la Universidad Europea, los escenarios que plantean que los individuos deben estar confinados durante ciertos periodos de tiempo y que puedan salir a hacer determinadas actividades en otros momentos, también tratan de responder a una necesidad de explorar formas de transición.
“No se supone que se pueda llegar a producir un salto definitivo del confinamiento al modelo de vida que teníamos anteriormente”, le indica a BBC Mundo.
Parte del equilibrio que tienen muchas personas que están encerradas reposa en sus expectativas de que eventualmente volverán a salir y “tendrán una vida plena como antes”, dice.
“Pero cuando nos dejen salir (inicialmente a los grupos sin riesgos), vamos a encontrarnos con una sociedad con gran distanciamiento social”, regida por la higiene sanitaria.
“En España se usa el término de ‘desescalada’, de ir poco a poco. Así se está haciendo en países de Europa y, en su momento, se implementó en China”.
La experta explica que se trata de ir abriendo la sociedad poco a poco a un hábitat social diferente al que teníamos.
“El distanciamiento social como una política que consiste fundamentalmente en que los individuos mantengan las distancias en público y dentro de los espacios de relación social, se va a tener que llevar a cabo una vez que se produzca la ‘desescalada’”, señala Cordero.
Y es que la mirada siempre va a estar puesta en la evolución de la pandemia.
Por ejemplo, si hay evidencia científica de que en verano el virus se pudiese desactivar un poco en España, reflexiona la socióloga, quizás se les pudiese permitir a miembros de los grupos de riesgo salir.
Pero en otoño, quizás deberán volver a la fase de confinamiento.
Y esos ciclos de confinamiento seguirán dependiendo de los avances que se consigan en tratamientos y vacunas.
En lo que parecen coincidir los expertos como los investigadores de Harvard, Rodríguez y Cordero es que es muy poco probable que pronto volvamos a la vida que llevábamos antes del surgimiento del SAR Cov-2.
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