La Covid-19 amenaza con duplicar el número de personas con hambre aguda
Un cliente usa una mascarilla protectora y guantes de plástico mientras compra comida en un mercado tradicional en medio del brote de la enfermedad coronavirus (COVID-19) en Yakarta, Indonesia, el 22 de abril de 2020. Image: REUTERS/Ajeng Dinar Ulfiana - RC2L9G92PJQW
- La ONU y oenegés alertan de que 135 millones ya sufren graves crisis alimentarias
Yemen ostenta la primera posición de un ranking que nadie querría liderar, el de los países con más víctimas de la inseguridad alimentaria aguda, que al concluir el 2019 afectaba a casi 16 millones de yemeníes, el 53% de la población, del total de los 135 millones en todo el mundo, según un informe difundido ayer por las Naciones Unidas. Lo más preocupante es que la Covid-19 puede empeorar mucho las cosas para los más vulnerables del planeta: sin ayuda, el número de personas que se enfrentan a crisis alimentarias podría duplicarse a finales del 2020 alcanzando la cifra de 265 millones.
¿Qué está haciendo el Foro Económico Mundial en relación con el brote de coronavirus?
Yemen ostenta la primera posición de un ranking que nadie querría liderar, el de los países con más víctimas de la inseguridad alimentaria aguda, que al concluir el 2019 la sufrían casi 16 millones de yemeníes, el 53% de la población, del total de los 135 millones de todo el mundo, según un informe difundido ayer por las Naciones Unidas. Lo peor es que la Covid-19 puede empeorar mucho más las cosas para los más vulnerables del planeta: sin ayuda, el número de personas que se enfrentan a crisis alimentarias podría duplicarse a final del 2020 alcanzando a 265 millones de personas.
El Programa Mundial de Alimento de la ONU publicó ayer su informe sobre Crisis Alimentarias elaborado junto con quince organizaciones humanitarias y de desarrollo. Dicho documento baraja la nomenclatura de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC en su siglas en inglés) que en una escala de uno a cinco evalúa la situación de las naciones pobres. Los 135 millones de personas son las que se encuentran en los niveles 3, que alerta ya de una crisis; 4, de emergencia, y 5, de catástrofe por una hambruna. La mayoría están en el nivel 3 pero cualquier golpe y sin ayuda pueden verse abocados al desastre.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU hizo público ayer el documento sobre crisis alimentarias en cuya realización han participado una quincena de organizaciones humanitarias y de desarrollo. Dicho trabajo utiliza la nomenclatura de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC, en sus siglas en inglés) que, en una escala de uno a cinco, evalúa la situación de las naciones pobres. Los 135 millones de personas son las que se encuentran como mínimo en el nivel 3, que alerta ya de una crisis; en el 4, de una emergencia, y en el 5, cuando ya se produce una catástrofe e irrumpe la hambruna. La mayoría están en el 3, pero cualquier golpe y sin apoyo pueden verse abocadas al peor escenario posible.
La fase 3 determina “la falta crítica y acentuada de acceso a los alimentos, niveles de malnutrición elevados y agotamiento acelerado de los activos que conforman los medios de subsistencia”. De prolongarse en el tiempo estas carencias, los que las padecen podrían enfrentarse a una hambruna o tener que emprender el desplazamiento a otras zonas para intentar subsistir.
De hecho, los autores del informe constatan que 27 millones de personas de 35 de los 55 países analizados ya se encuentran en la fase cuatro y que 84.500 sursudaneses y yemeníes sufrieron hambruna en el 2019; es decir, que apenas tenían nada que llevarse a la boca y que pudieron haber muerto de hambre.
Si Yemen encabeza la lista de los hambrientos en cifras absolutas, Sudán del Sur hace lo propio si nos referimos a porcentajes: el 61% de sus habitantes tiene insuficiencia alimentaria aguda.
Lo más desolador es que las cifras van aumento; de los 113 millones del 2018 se pasó a los 135 del 2019, aunque cabe matizar que el año pasado se contabilizaron datos de países que antes no figuraban en el cómputo, en concreto de Angola, Namibia, Ruanda, Tanzania y Venezuela, lo que supuso añadir 11,4 millones de casos más.
Aun así, la inseguridad alimentaria crece debido a las guerras y a los desastres naturales. Por segundo año consecutivo, tres países azotados por los conflictos bélicos, Yemen, la República Democrática de Congo y Afganistán, suman el 32% de las víctimas de inseguridad alimentaria aguda (fase 3) o peor (4 y 5). Y por primera vez se registra la evolución de Venezuela, con 9,3 millones de sus habitantes que requieren asistencia para comer. También dos destinos de refugiados venezolanos en Ecuador y en Colombia observan una notable escasez de alimentos en diferentes asentamientos.
Los actores humanitarios insisten en que los enfrentamientos armados, el extremismo, la violencia intercomunal y otras disputas entre comunidades siguen castigando a África del Este, y particularmente a Sudán del Sur, lo que alienta la huida de sus poblaciones hacia destinos fronterizos como Uganda.
El coronavirus arroja más incertidumbre sobre el futuro de los que sufren la violencia, la crisis climática y el hambre. ¿Qué pasará si se protege a las personas de la Covid-19 pero pierdan su sustento, sus medios de vida? El sector humanitario pidió ayer la coordinación de todos para movilizar recursos que eviten muertes por hambre.
Si en Europa, en España, las entidades sociales han tenido que multiplicar su respuesta para poder atender a los más vulnerables, a los ciudadanos que han perdido empleos precarios y se han quedado sin ingresos, ¿qué sucederá en los países pobres? La ONU y las oenegés urgen a un plan de acción para hacer frente a diferentes escenarios, entre ellos el del alza del precio de los alimentos en naciones que dependen de las importaciones, como Yemen, Siria, Sudán o la R.D. de Congo.
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