Los patinetes no están logrando que dejemos el coche. Están haciendo que caminemos menos
Una mujer monta un scooter eléctrico sin muelle o una "trotineta" Lime-S del servicio de bicicletas compartidas Lime, con sede en California, en una calle de París, Francia, 2019. Image: REUTERS/Charles Platiau
Desde que irrumpieran en el centro de las grandes ciudades, los patinetes eléctricos se han convertido en uno de los debates más controvertidos de la movilidad urbana. Sus defensores argumentan que ofrecen una alternativa rápida y sostenible al tradicional predominio del coche. Sus opositores consideran que ocupan espacio urbano sin penalización, trasladando ese coste a los vecinos. Y que no son ni útiles ni ecómicos.
Es decir, que no son una alternativa al coche. Puede que estén en lo cierto.
Un informe elaborado por la Agencia Danesa de Seguridad Vial ha analizado les da la razón. Desde su introducción en Dinamarca, los patinetes eléctricos habrían servido para sustituir trayectos o en bicicleta o a pie, y no tanto en coche. Casi un 60% de sus usuarios solía cubrir las mismas distancias caminando o pedaleando. Sólo un 12% de ellos ha cambiado el coche por el patinete.
El estudio extrae más conclusiones. Al parecer, es siete veces más probable tener un accidente conduciendo un patinete eléctrico que una bicicleta. En 2019 la policía danesa registró 57 accidentes, de los cuales 24 resultaron en lesión. En comparación, las bicicletas se vieron involucradas en 2.042 accidentes, con 740 lesiones como resultado.
La muestra es muy pequeña, pero arroja una frecuencia más alta para los patinetes (0,07 accidentes por cada 10.000 kilómetros) que para las bicicletas (0,01). En ambos casos, no obstante, el riesgo de accidente es bajo. Otros estudios no han encontrado evidencias de que los patinetes sean especialmente inseguros.
La introducción del patinete compartido en Dinamarca ha estado acompañada de las mismas polémicas que en otros países. El parlamento no legalizó su presencia en las calles hasta principios del año pasado. Desde entonces, están obligados a circular por los carriles bici, muy abundantes en el país. Los problemas han sido familiares: se aparcan por doquier, ocupan espacio público y son objeto de vandalismo.
Pese al permiso de las autoridades, su uso y número en muchas zonas sigue restringido y acotado.
Porque todas las conversaciones sobre movilidad urbana rotan hoy en torno a un elemento: el coche. Las empresas de patinetes siempre han presentado sus aparatos como una solución para el futuro. Se comparten, no emiten, son pequeños. Pero hay poca evidencia (y sí muchas estimaciones) sobre su capacidad para detraer coches de las calles y convertir sus trayectos en otras formas modales.
Se necesitan más estudios para comprender su impacto en la movilidad urbana. Pero si los patinetes lo que hacen, en realidad, es que andemos menos, tendrán un problema. Sabemos que el coche, un mecanismo natural para prevenir el ejercicio físico, puede engordar a sus conductores y disparar algunos riesgos para la salud. Cualquier alternativa debería mejorarle. Y no está claro que los patinetes lo logren.
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Marcela Guerrero Casas
22 de noviembre de 2024