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Para construir ciudades adecuadas para el futuro, tenemos que pensar de manera diferente

Steve Demetriou
Chair of the Board, Jacobs
  • El constante crecimiento de nuestras ciudades es el responsable de la mayoría de las emisiones de carbono
  • Es hora de analizar las infraestructuras urbanas desde una nueva perspectiva
  • Mediante la colaboración y con una visión colectiva, podemos dejar un legado adecuado para el futuro

En las ciudades vive la mayoría de la población mundial y se genera la mayor parte de las emisiones de carbono del planeta, que están directamente relacionadas con los efectos del cambio climático. La respuesta a la crisis creada por el cambio climático está inextricablemente ligada a cada uno de los retos económicos, sociales y ambientales que nuestro planeta tiene por delante. Compartir el conocimiento de las soluciones implementadas por ciudades progresivas para frenar y gestionar sus emisiones de carbono es beneficioso para todos.

El estudio de la economía dependiente del carbono ofrece datos alarmantes: el Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ha advertido que solo tenemos 12 años para actuar si queremos evitar los peores efectos del cambio climático. En un estudio de la red 100 Resilient Cities se estima que la superficie total ocupada por ciudades se habrá duplicado en 2070. En el mundo desarrollado, gran parte de las infraestructuras civiles están envejeciendo y ya no son aptas para sus fines, mientras que los países en desarrollo suelen carecer de ellas por completo. El Foro Económico Mundial estima que el planeta registrará un «déficit de infraestructuras» de 15 000 billones USD para 2040.

Hoy tenemos la oportunidad de analizar las ciudades desde una nueva perspectiva, como el foco del crecimiento económico futuro, donde las próximas generaciones vivirán, trabajarán y jugarán. Para lograr que las ciudades del futuro sean resilientes a los efectos previstos del cambio climático y alcancen la neutralidad de carbono tendremos que cambiar nuestra forma de pensar. El mayor reto que tenemos por delante es la necesidad de que todas las partes interesadas mantengan una colaboración que no tiene precedentes. La creación o adaptación de la próxima generación de ciudades resilientes y sostenibles implicará un enorme cambio de enfoque... y esa es la oportunidad que se nos presenta a los líderes mundiales en este ámbito. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para conectar grandes soluciones, colaborar en todos los sectores y promover un espíritu de cooperación.

Sin embargo, no empezamos desde cero. Ya existen soluciones. Tenemos que ver la conectividad entre el clima cambiante y los activos que forman nuestras infraestructuras urbanas. Todas las ciudades tienen activos que contribuyen a las emisiones de carbono, como fuentes de energía dependientes de los combustibles fósiles, una gestión de residuos residenciales y empresariales deficiente o inexistente, redes de transporte anticuadas e ineficientes, y servicios públicos que consumen mucha energía, como la distribución de agua y la depuración de aguas residuales. Se están desarrollando soluciones sostenibles y eficientes en carbono para cada uno de estos activos esenciales. Lo que falta es la conectividad entre la implementación de esas soluciones, que es nuestra oportunidad para reinventar las infraestructuras urbanas sostenibles del mañana.

Ver las soluciones que se están aplicando en todo el planeta nos infunde un sentimiento de esperanza, ya que cada día que pasa se desarrollan y se aplican más tecnologías y estrategias.

En Londres, por ejemplo, se han creado zonas de emisiones ultrabajas, además de las tasas por congestión que comenzaron a cobrarse en 2003. Este cambio relativamente sencillo en la gestión del tráfico ha reducido las emisiones de carbono, aumentado la calidad del aire y, en última instancia, mejorado la salud de los residentes en las ciudades.

Nueva York será la primera ciudad de Estados Unidos en aplicar tarifas por congestión, que se cobrarán a los conductores que entren en Manhattan. Hace un mes, Los Angeles puso en marcha el plan de transporte sostenible más agresivo adoptado por una ciudad estadounidense. Para 2028, todos los automóviles nuevos y todos los autobuses urbanos serán eléctricos. Este compromiso va acompañado de una estrategia de descongestión del tristemente célebre tráfico de Los Angeles. San Francisco también se ha unido al gran número de ciudades que han peatonalizado calles y zonas clave.

En los EAU, la empresa de ferrocarriles de alta velocidad de última generación, Etihad Rail, pretende conectar los centros urbanos y reducir las emisiones de carbono retirando los vehículos de las carreteras. Es un ejemplo de la importancia de los modelos de transporte conectado. Muchas ciudades europeas están mucho más avanzadas en este sentido que las de Estados Unidos y otros países, pero el aprendizaje está ahí y se puede compartir.

En un análisis más holístico del cambio climático y de las oportunidades para reducir las emisiones de carbono de forma significativa, la ciudad de Edimburgo, en el Reino Unido, ha completado un estudio pionero sobre la acción climática. Edimburgo, declarada Patrimonio de la Humanidad por las Naciones Unidas, fue construida con principios de ordenación medievales. El ayuntamiento de Edimburgo quiere dar forma a la ciudad de manera que promueva el crecimiento económico, priorizando al mismo tiempo el espacio público, el transporte público y las vías peatonales y los carriles bici. Esta visión de un futuro más integrado para la ciudad demuestra las ventajas de unir procesos de diseño y ordenación urbana multidisciplinares. La aplicación de los resultados del estudio está enfocada a crear infraestructuras centrales eficientes, mejorar la calidad del aire y reducir las emisiones de carbono.

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Si se consideran los edificios de una ciudad, lo que más influye en las emisiones de carbono son los aislamientos deficientes o la excesiva dependencia de la refrigeración. La buena noticia es que en algunos países las normas de edificación están abriendo el camino a un nuevo diseño de construcción. Los países escandinavos están aplicando la sostenibilidad de vanguardia a edificios de nuevo diseño, pero ¿qué hay de todos los edificios viejos ya existentes? Brasil y el estado de Paraná se han comprometido a transformar todos los edificios públicos para usar energía de cero emisiones netas, incluidos 180 colegios públicos, aplicando medidas de eficiencia energética como la producción de energía renovable en el marco de un enfoque integrado: un gran ejemplo del compromiso necesario para realmente cambiar las cosas.

Y, por último, el fundamento histórico de cualquier ciudad se centra en sus fuentes de agua y energía. Hace décadas que existen tecnologías para pasar de los combustibles fósiles a las energías renovables. Alemania ha mostrado el camino, ya que hace muchos años que está comprometida con la energía eólica. Actualmente está trabajando en un importante interconectador denominado SüdLink para llevar energía renovable a la población de Baviera y Baden-Württemberg. Todos podemos aprender de quienes van por delante en el camino de la evolución para depender de una energía con pocas emisiones de carbono.

Dado que somos una comunidad mundial, necesitamos colaborar entre sectores privados, agencias, departamentos y jurisdicciones; debemos cambiar nuestra manera de pensar y adquirir el compromiso de conectar las soluciones. Con una mayor puesta en común del conocimiento de las soluciones actuales que somos capaces de implementar, y creando soluciones sostenibles más conectadas, podremos dejar un legado adecuado para el futuro.

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