El turismo está dañando el océano. Esto es lo que podemos hacer para protegerlo
Image: REUTERS/Bobby Yip
¿Qué significa el gran azul para usted? ¿Es un destino de vacaciones, una fuente de ingresos, una fuente vital de proteínas de 151 millones de toneladas para el consumo humano como para los 60 millones de personas que trabajan en la industria de la pesca marítima o un hogar para millones de especies? El océano tiene distintos significados para cada uno de nosotros, pero para todos nosotros, es una fuente de vida.
Vitamina del mar
A menudo nos olvidamos de que dos tercios de la superficie de la Tierra están cubiertos por agua. El océano es grande, resistente y sana el alma, pero ¿qué sucede cuando enfrenta una crisis y no puede revitalizar sus propias heridas? Los científicos predicen que el 90 % de los arrecifes de coral del mundo morirán para el año 2050 y que la biodiversidad del océano se está deteriorando a un ritmo alarmante, debido a las actividades humanas.
Con una clase media mundial cada vez mayor y una facilidad para viajar en aumento, en los últimos años las personas han logrado una mayor movilidad. Según la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas, la cantidad de viajes turísticos internacionales en todo el mundo alcanzó los 1300 millones en 2017, y se prevé que en el año 2030 alcance los 1800 millones.
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo prevé que el futuro de los viajes y el turismo respaldará 400 millones de empleos y contribuirá al 25 % de la creación global de empleos netos a nivel mundial. La infraestructura necesaria para sostener este crecimiento de la actividad económica ha ejercido mayor presión sobre los recursos naturales, la biodiversidad y las comunidades locales.
El turismo puede ser perjudicial, pero también puede estimular el desarrollo sostenible. Cuando se planifica y se gestiona de manera adecuada, el turismo sostenible puede contribuir a mejorar las condiciones de vida, la inclusión, el patrimonio cultural y la protección de los recursos naturales, así como a favorecer la comprensión internacional.
Imagen: Trazado de los servicios del ecosistema oceánico, 2018
Aquí le presentamos tres ejemplos de cómo el turismo está dañando nuestros océanos y los esfuerzos para mitigar ese daño:
Algunos de los principales centros turísticos luchan por gestionar la afluencia cada vez mayor de viajeros. En ciudades como Ámsterdam, Venecia y Barcelona, los residentes urbanos están expresando su preocupación y el sentimiento antiturístico está creciendo. El aburguesamiento impulsado por el turismo puede ejercer presión sobre el bienestar y la subsistencia de la comunidad local, al provocar un alza de los precios inmobiliarios, hacer que el destino esté saturado e intensificar la erosión de la costa por las actividades turísticas en las zonas costeras.
En 2017, Palau y Nueva Zelanda comenzaron una campaña audaz que les pedía a los visitantes que fueran agentes ambientales al firmar un compromiso ecológico durante la visita a sus países. Este pequeño paso es fundamental para cambiar el comportamiento de los visitantes hacia el respeto por la cultura, la protección de los recursos naturales y biológicos del país, así como la preservación del país para las generaciones futuras.
Hoy es más importante que nunca concientizar en temas de sostenibilidad, ya que el contenido generado por el usuario y las plataformas digitales de pares como Instagram, Facebook, Airbnb y TripAdvisor se están convirtiendo en factores influyentes para la economía de la experiencia, las tendencias del turismo y las actitudes de los trotamundos.
A medida que la cantidad de amantes de las playas aumenta, también lo hace el uso de protectores solares. Muchas personas no lo saben, pero cada año llegan al mundo submarino 14 000 toneladas de protector solar tóxico. De hecho, hasta 82 000 tipos de sustancias químicas de productos de cuidado personal terminan en los océanos. El uso de protectores solares químicos, la contaminación del agua, las enfermedades de los corales, el aumento de la temperatura del mar y la acidificación de los océanos, producen deformaciones en los corales jóvenes, la decoloración de los arrecifes y evita que los corales crezcan, se reproduzcan y sobrevivan.
En 2018, Hawái, México y Aruba anunciaron una prohibición de las lociones de protección solar no biodegradables. Seychelles dio un paso más y emitió un bono azul para respaldar la financiación de proyectos basados en el océano y en el mar con beneficios económicos, medioambientales y climáticos positivos. Es fundamental tener un enfoque holístico e innovador de la economía azul, ya que se espera que para el año 2030 la industria crezca al doble de la economía convencional.
La conciencia mundial sobre la huella del (micro)plástico procedente del turismo cobró impulso en 2018. Los investigadores calculan que ocho millones de toneladas métricas adicionales de plástico terminan en el océano cada año. Aproximadamente el 40 % del plástico se encuentra en envases de un solo uso, ya que los turistas llenan las playas con sorbetes, tazas de café, botellas de agua y colillas de cigarrillos.
En octubre de 2018, Tailandia anunció el cierre de Maya Beach por tiempo indefinido para limpiar la cantidad incontenible de plástico y drenaje que deterioró su costa. La amenaza para nuestros océanos exige la colaboración entre países y regiones, pero lo más importante es la participación de múltiples partes interesadas a nivel mundial.
Las asociaciones estratégicas que facultan al sector público y privado para reducir los residuos plásticos, desarrollar una economía circular y construir comunidades sostenibles y más resilientes son decisivas. La alianza entre los mayores productores de envases del mundo, como el Compromiso Global por la Nueva Economía del Plástico, es clave para proyectar medidas conjuntas innovadoras y soluciones a fin de reducir la contaminación y salvar nuestros océanos.
Existen tanto aspectos positivos como negativos provenientes del aumento de la movilidad humana y el turismo; por lo tanto, es esencial encontrar un equilibrio para fomentar el turismo para el crecimiento económico y estimular los incentivos sostenibles para la conservación de los océanos.
El océano puede parecer infinito, pero todos estamos en el mismo barco y es necesario que encontremos soluciones comunes para sobrellevar la situación juntos. Esto es esencial no solo para nuestros océanos y la vida marina, sino también para la supervivencia humana.
Jemi Laclé, gerente de proyectos, Prácticas Mundiales de Datos y Análisis, Energía e Industrias Extractivas, Grupo del Banco Mundial
Aleksandra Dragozet, fundadora y directora ejecutiva, Sea Going Green
Melissa Novotny, gerente de Desarrollo de Negocios y Asociaciones, Sea Going Green
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