Regar el mundo de inversiones e infraestructuras: el plan de China para ser la primera potencia
Image: REUTERS/Susana Vera
Por primera vez en trece años el presidente de China pondrá pie en España durante una visita oficial. Es un evento significativo: China es hoy la segunda economía mundial y, de forma inesperada, la campeona del libre comercio y la economía globalizada. Xi Jinping se reunirá tanto con Felipe VI como con Pedro Sánchez y se dirigirá al Congreso y al Senado. De fondo, sin embargo, algo más importante: las inversiones.
El objetivo. España y China firmarán varios acuerdos bilaterales, pero no el más importante planteado por Beijing: el memorándum sobre la Nueva Ruta de la Seda. Se trata del gran proyecto ideado por Xi Jinping en materia internacional, y aspira a crear una gigantesca red de infraestructuras y redes comerciales que vertebren los cinco continentes. Algunos países europeos, como Grecia, ya se han sumado. Otros, como Alemania, no.
España mantiene la línea comunitaria. Juzga el memorándum poco transparente.
Por qué importa. Pese a ello, desea obtener su parte de pastel. La Nueva Ruta de la Seda se ha convertido en un auténtico maná económico para numerosos países. China ha construido más de 200 carreteras, puentes y ferrocarriles; 199 centrales térmicas; y 41 oleoductos o gaseoductos a lo largo de más de cien países. El potosí inversor representa una notable oportunidad para las empresas españolas. El gobierno busca abrir sus puertas.
El largo plazo. La estrategia geopolítica de China pivota sobre la Nueva Ruta de la Seda. Es su forma de tender puentes (literal y figuradamente), sumar alianzas y ganar influencia sobre diversos países de planeta. Sucede en el sudeste asiático, donde extiende su influencia a través de presas y carreteras; y en África, donde sus inversiones (en ocasiones en países inestables) le han otorgado una posición política prevalente.
Los problemas. No todos ganan. El planteamiento de China también es económico. Beijing ofrece préstamos millonarios a países en desarrollo para financiar sus nuevas infraestructuras. Cuando no pueden hacer frente a los pagos, como le sucedió a Sri Lanka, quedan a merced de China. Su puerto, uno de los más importantes de la Nueva Ruta de la Seda, será controlado durante 99 años por las autoridades chinas. Es un ejemplo de muchos.
Otros países han denunciado los dudosos beneficios económicos de las inversiones. Los constructores chinos utilizan no sólo su know how, sino también su mano de obra. Llegan, construyen y se van. China gana.
Las relaciones. De ahí que los principales países de la UE se hayan abstenido de suscribir el memorándum. En cualquier caso, la visita de Xi Jinping ilustra la nueva primacía global de China. Beijing, ante todo, quiere una economía global abierta. En plena guerra comercial y giro proteccionista de EEUU, sus inversiones son una forma de proyectar su dominio económico. Para los demás, una oportunidad ¿irrechazable?
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