Se escribe Blockchain, se pronuncia revolución
Image: REUTERS/Bobby Yip - RC1BCE630540
Unos minutos después del mediodía del 11 de diciembre de 2017, la fiebre del Bitcoin alcanzó su punto más alto. La cotización de la criptomoneda más popular en el mundo tocó un techo histórico de 17,549.67 dólares. Mucho se especuló sobre la profunda transformación que generaría la moneda digital en prácticamente todas las esferas y rápidamente empezaron a surgir criptomillonarios, y el nuevo activo virtual, creado en 2008 por una misteriosa figura llamada Satoshi Nakamoto, se apoderó de la atención del planeta entero.
Pero, si el propósito de una moneda es mantener su valor, el Bitcoin lo ha hecho terriblemente: seis meses después de alcanzar su máximo, una unidad de la criptomoneda podía cambiar de manos por poco más de 8,073 dólares (dato al cierre de esta edición).
Eso se explica, en parte, porque su valor estaba sustentado en poco más que la voluntad colectiva, sobre todo si se considera que existían sobre la faz de la Tierra más de 1,500 criptomonedas distintas para competir con Bitcoin. Muchas fortunas se forjaron sobre la base de la venta de Bitcoins, al tiempo que otros patrimonios se evaporaron con el colapso de 62%, en medio año, en el valor de la moneda.
No obstante, mientras unos se hacían ricos y otros lo perdían todo, en la trastienda una multitud de jugadores comenzó a experimentar con la tecnología que hace seguro al Bitcoin (y al resto de las criptomonedas), conocida como blockchain, un registro público compuesto por cadenas de bloques encriptados que se comparte entre todos los miembros de una red y se amplía con cada nueva transacción que se hace, ofreciendo una transparencia sin precedentes.
Mientras que las criptomonedas aún parecen estar lejos de cumplir con su promesa de acabar con la banca tradicional, el blockchain ha probado tener un sólido caso de negocio para empresas en prácticamente todas las industrias imaginables. Una estimación realizada por la firma de investigación Winter Green Research prevé que el valor del mercado de blockchainpase de 708 millones de dólares (mdd) en 2017, a 60,700 mdd en 2024.
Ésa es una fiesta que nadie quiere perderse. Hoy, no existe un gran nombre en el mundo corporativo que no haya anunciado planes o programas piloto con esta tecnología. En marzo pasado, se reportó que Google trabaja en una tecnología de blockchain para su negocio de cómputo en la nube; en mayo, HSBC afirmó haber hecho la primera transacción financiera usando la cadena de bloques; Microsoft la ha incorporado en soluciones para el gigante naviero Maersk Line, que intentan reducir los costos del aseguramiento de carga; y Walmart se alió con IBM con la meta de transparentar la cadena de proveeduría de los alimentos que llegan a sus tiendas, reduciendo, por ejemplo, el tiempo de trazabilidad de un mango, de poco más de una semana a apenas unos cuantos minutos.
La aparición y auge del blockchain no es un tema menor. Hay quienes afirman que la tecnología tiene un potencial tal de hacer más eficiente un mercado, que puede terminar con los intermediarios, amenazando directamente la subsistencia de millones de empresas alrededor del mundo.
Hay dos conceptos clave detrás del blockchain: descentralización y confianza. Aunque hoy hablamos de servicios que están inmersos en la economía compartida, su operación aún se encuentra centralizada; son los intermediarios quienes conectan a quien demanda un servicio con quien lo ofrece. Es en los intermediarios donde se genera buena parte de las ineficiencias del mercado, ya sea que se trate de intermediarios comerciales (que sólo compran y venden) o de otra naturaleza, como el gobierno. “Las redes nos interconectan, y en esos puntos de contacto hay puntos de fricción. En física, cuando hay fricción, ésta se traduce en calor; en los negocios, se traduce en papel”, dice a Forbes Baltazar Rodríguez, Client Technical Leader de IBM.
Ese papel debe ser administrado, revisado, registrado, indexado y almacenado, todo mientras descansa ocioso, privando a la organización de los beneficios que ofrecen el Big Data y la analítica, por no estar digitalizado. Hasta ahora, la razón detrás de la generación de respaldos físicos es la necesidad de que exista un comprobante tangible de que algo sucedió dentro de este universo de desconfianza natural. Es aquí donde entra la ayuda del blockchain, una tecnología que permite transparentar una transacción y ponerla a la vista de todos.
En el modelo 1, que es el que tenemos hasta ahora, todo está centralizado; existe sólo un registro: el que gestiona el acceso a la información incluida en éste. Un buen ejemplo es el servidor de un banco, al que se conectan los usuarios para realizar transacciones.
Los dos últimos modelos representan dos aproximaciones al blockchain. Mientras que el 2 hace referencia a un blockchain público, el 3 ejemplifica uno privado. Las representaciones aquí usadas son simplificaciones de procesos complejos, en los que existen muchos más elementos en juego, por lo que este ejercicio tiene fines puramente explicativos.
El modelo 2 es usado por Bitcoin y otras criptomonedas. No existe una figura central; todos los participantes de la red pueden enviar o recibir información (dinero digital, en el caso del Bitcoin), son anónimos y cuentan con una copia del registro, de forma que todas las transacciones están a la vista de todos. Cada vez que se realiza una transacción, se añade un bloque a la cadena, que se suma al registro compartido. Este modelo se denomina red pública no permisionada, ya que los participantes no deben cumplir con ninguna condición para acceder a la red.
El tercer modelo pertenece a una blockchain privada y permisionada, en la que todos tienen acceso a la red, pero existen requisitos para que los miembros puedan ver cierta información. Rodríguez lo ejemplifica así: “Supongamos que compraste una póliza de seguros con la aseguradora A. Como cliente, puedes ver tu póliza, y la aseguradora A puede ver todas las pólizas que ha emitido, pero ni tú puedes ver las pólizas de todos los demás clientes de la aseguradora A, ni la aseguradora A puede ver todas las pólizas de la aseguradora B”. No obstante, en esa red privada y permisionada puede haber más actores: la policía, por ejemplo, la cual podría ver pólizas para asegurarse de que están al día y que son auténticas; así, la policía tendría visibilidad de todas las pólizas, pero únicamente una a la vez. Ése es el tipo de cosas que permiten las redes del modelo 3, y que vuelven mucho más seguro y privado el uso del blockchain.
Microsoft, por ejemplo, trabaja con Maersk Line, la naviera danesa que, en 2017, reportó ingresos por 31,000 MDD, para hacer más eficiente el proceso de aseguramiento de la carga que viaja a bordo de sus barcos. El programa consiste en la instalación de sensores dentro de los contenedores. Si alguno de los sensores detecta que la temperatura o la humedad rebasan los límites preestablecidos (lo que arruinaría la carga), notifica a la aseguradora, que se encarga de emitir el pago de la póliza de forma automática, a través de un elemento de la tecnología del blockchain denominado Smart Contract. En este caso, tanto la naviera como el cliente y la aseguradora cuentan con acceso a los registros a través del blockchain, pero la detonación de un proceso automatizado y verificado reduce costos y eleva la confianza de las partes.
Los beneficios más claros de los dos últimos modelos es que elevan exponencialmente el nivel de seguridad. Rodríguez lo explica así: “Con los modelos actuales, si accedo al servidor central de un banco y cambio la información de mi cuenta sumándome 100 millones de pesos (mdp), habré alterado la realidad y tendré efectivamente 100 mdp, pero si lo intentara con una red distribuida [como la usada en el blockchain] con 300 nodos, tendría que modificar 151 nodos o más para poder alterar la realidad”.
Por eso, añade el especialista, el blockchain no sólo genera un gran nivel de seguridad, también incrementa significativamente el nivel de confianza de los participantes de la red: “Como todos estamos compartiendo el sistema, yo desconfío de ti y tú desconfías de mí; pero si todos confiamos, el ejercicio que sucede de la acumulación de toda esa desconfianza logra, al final, que generamos una confianza sistémica. Ahí reside el poder de las redes distribuidas, en que nadie es dueño y nadie tiene más poder que los demás”.
¿Qué debe pasar para que se dé esta revolución? Lo primero es tiempo para que crucemos la curva de aprendizaje inicial, que más gente se familiarice con la tecnología y experimente con ella. Citando a Mark Twain, Rodríguez, de IBM, advierte que “al hombre con un martillo, todo le parece un clavo”, y que muchas empresas se han acercado a él buscando una solución de blockchain, aunque no la necesiten o no sea viable.
Al respecto, Microsoft desarrolló un mapa de flujo que puede resultar de gran utilidad para que una organización determine si esta tecnología puede serle de utilidad o no. En términos generales, es una solución ideal para grandes organizaciones con problemas de desconfianza.
El siguiente paso consiste en esperar a que la tecnología madure lo suficiente como para que se generen estándares que permitan la convivencia del ecosistema, debido a que hoy no existen dos blockchains compatibles entre sí. En este sentido, ya hay varios consorcios trabajando en el desarrollo de soluciones de esta naturaleza (muchas de ellas, de código abierto) para empresas, entre ellos la Enterprise Ethereum Alliance, el Hyperledger Project, R3 y B3i.
El otro gran reto que enfrenta el blockchain es la reputación negativa que comienza a generarse por su uso en la creación de criptomonedas, especialmente por startups que ven en la emisión de monedas una forma fácil y rápida de financiar sus negocios, aprovechando la popularidad del Bitcoin. El mecanismo que siguen es similar al de una Oferta Pública Inicial en un mercado bursátil, pero, en vez de ofrecer acciones de su empresa, emiten una moneda a través de un proceso denominado Oferta Inicial de Moneda (ICO, por sus siglas en inglés), cuya emisión y comercialización usa blockchain, y que, por lo común, tiene un espectro de usos muy limitado, con frecuencia en un ecosistema cerrado creado por la misma empresa.
Ese mecanismo implica varios problemas. Quizás el más importante sea que, a diferencia de una acción, que puede comercializarse en el mercado y está respaldada por los activos de la empresa (y la ley ampara a quien compra una), en la vasta mayoría de los casos, una criptomoneda no tiene un soporte. Es por ello que muchas voces advierten acerca de ellas a los compradores. Uno de los más críticos de las ICO ha sido Jason Calacanis, inversionista de Silicon Valley que ha estado detrás de varios de los grandes éxitos del valle, como Uber, quien ha dicho que la gente debería ver a las ICO “menos como una inversión y más como una donación”.
Finalmente, el otro desafío es la seguridad. Para el doctor Raymundo Peralta, el creador del Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios (SPEI) usado por el Banco de México para habilitar la banca electrónica en México, el riesgo es claro: “¿Qué pasa si las computadoras cuánticas rompen el sistema de criptografía del blockchain que se usa en un país y que llevaría tiempo modificar? ¿Qué pasa si hackean el sistema? Cuando usas criptografía, asumes que nadie puede tener tus mismas llaves; si haces bien las cosas, es altamente probable que sea así; pero con la probabilidad siempre hay un problema: si algo es muy poco probable, eso no significa que nunca vaya a pasar”.
El uso de blockchain fue sugerido por algunos especialistas como una posible solución a los problemas de hackeo que enfrenta el SPEI y que en abril pasado posibilitaron el robo de 300 mdp. Al respecto, el doctor Peralta dice a Forbes que, al menos en ese caso, “preferiría que los sistemas fueran públicos y abiertos para saber, lo más pronto posible, si hay un problema, y tener la mayor cantidad de tiempo para reaccionar. Siempre es bueno poner restricciones físicas en este tipo de sistemas. Hacerlos demasiado fluidos podría generar más problemas que soluciones”.
Por su parte, Rodríguez, de IBM, enfatiza que, desde la compañía para la que trabaja, ya piensan en criptografía postcuántica, de manera que se reduzcan esos riesgos en el futuro.
Desarrollar soluciones para empresas, “no sólo se trata de aumentar márgenes y eficientar procesos, sino de encontrar nuevos nichos de negocio”, asegura a Forbes México Pablo Junco, director de Desarrollo de Negocio para Microsoft, una empresa que lleva tres años desarrollando soluciones basadas en blockchain.
Rodríguez, de IBM, coincide: “El objetivo no es tanto la reducción de gasto frente al sistema transaccional actual, sino de una reducción de gasto ecosistémico y el potencial de nuevos valores que hoy no tienes”. Uno de esos valores, por ejemplo, es el hallado por Walmart en la trasabilidad de productos perecederos que, con el uso de blockchain, se ha reducido de ocho días a unas cuantas horas. En nuestro país, la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) ya trabaja en la implementación de blockchain para ayudar a identificar, con mayor rapidez y facilidad, la vigencia de una póliza.
En México se están gestando simultáneamente varios movimientos que buscan impulsar la experimentación y adopción. Bitso, la casa de cambio en línea de criptomonedas, anunció, en mayo pasado, la creación de la Asociación Mexicana de Blockchain, en conjunto con GBM y Luna Capital. En abril pasado, el Centro de la Complejidad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) albergó el primer curso en la materia en asociación con Blockchain at Berkeley, una organización de estudiantes de la UC Berkeley. El banco BBVA Bancomer también ha celebrado con frecuencia foros en los que se discute la relevancia de esta tecnología.
Al final, el beneficio será general. No sólo las compañías sacarán provecho. Aunque aún hay mucho por experimentar en este campo, Nadir Akhtar, fundador de Blockchain at Berkeley, dice a Forbes que el blockchain “da a los usuarios el poder de convertirse en sus propios proveedores de servicios, sin necesidad de un intermediario”, mientras que Aparna Krishnan, directora de Educación de la plataforma, señala que esos mismos usuarios podrán ver muy pronto cómo el control sobre sus datos vuelve a sus manos gracias al blockchain. Eso podría generar un cambio en la marea de proporciones cataclísmicas para compañías que basan su modelo de negocio en los datos gratuitos de sus usuarios, como Facebook o Google.
“Hemos escuchado una y otra vez que Uber y Aribnb son compañías súper exitosas a pesar de no ser dueñas de autos ni de hoteles, pero ése es el enfoque equivocado. Lo que es más relevante es de qué sí son dueños, y son dueños de redes; son los intermediarios”, dice Rodríguez.
El vocero de IBM añade que, en esos modelos en los que la relación se da de compañero a compañero, aún existe una centralización. Hoy, Uber habilita la interconexión y cobra una comisión por ello, pero el blockchain permitiría la existencia de un Uber sin Uber, simplemente al vincular a los distintos actores de la red, conectando directamente a las personas que quieren ser llevadas con las personas que quieren llevarlas, usando reglas muy claras de cómo van a operar entre sí, sin necesidad de que alguien los esté gobernando, sin que exista un punto centralizado.
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