Nómadas digitales, portátiles en la playa y postureo
Image: REUTERS/Aladin Abdel Naby
Los jóvenes de hoy en día ya no quieren ser ingenieros, médicos o deportistas de élite, sino nómadas digitales. ¿Quién no querría facturar varios miles de euros cada mes desde una Quechua en Los Alpes o desde la hamaca de una playa en Tailandia?
Por si algún lector no está familiarizado con este término, un nómada digital es un profesional que aprovecha la tecnología para ganarse la vida de forma deslocalizada, sin horario laboral y sin oficina. Las dos únicas herramientas que necesita para trabajar mientras viaja por el mundo son un portátil y una conexión a internet.
El nomadismo digital vive su época de oro. Como prueba, el 2 de junio se celebró en Barcelona el DNX 2018, el primer gran evento dirigido a emprendedores digitales y profesionales freelancers. En otras palabras, el gran festival de los nómadas digitales.
Con titulares del estilo de "Cómo facturar 125.652€ en dos meses incluso antes de lanzar tu producto", "Cómo dejar atrás tu empleo, y crear un negocio de 6 cifras en menos de un año" o "Cómo logré gestionar mi empresa desde una Land Rover Defender" nos podemos hacer una idea sobre cuál será el tema estrella de las distintas ponencias.
No se a vosotros, pero a mi este nuevo escenario laboral tan fresco, romántico e ideal me provoca bastante escepticismo, sobre todo si las redes sociales, Instagram en particular, se convierten en el escaparate con el que mostrar los éxitos al resto de mortales.
He aquí un ejemplo de nómada digital trabajando desde su oficina en una playa de Ibiza. ¿No le molestará el brillo de la pantalla? ¿Tampoco la brisa de aire caliente? ¿Y la arena? Imagino que no, ya que hay miles de fotografías del mismo estilo en esta red social.
Por sugerente que resulte la idea de trabajar desde cualquier lugar del mundo, sin un jefe al que darle explicaciones y con un horario establecido por ti mismo, creo hay un poco de humo en torno al nomadismo digital. Llámame tonto, pero yo no quiero ser un nómada digital.
Tonto.
Por supuesto, tengo mis razones. A grandes rasgos, creo que estos son los tres grandes problemas del nómada digital a los que no me gustaría tener que enfrentarme jamás (y menos de forma habitual):
Antes señalábamos que un nómada digital solo necesita un ordenador y una conexión a internet para hacer su trabajo. El problema es que, como suele pasar siempre, la realidad no es tan sencilla como nos la intentan vender.
Un ejemplo muy fácil para ilustrar este problema: las baterías de los ordenadores portátiles, con suerte, apenas duran unas horas. Y hasta donde yo se, no emana energía eléctrica de las laderas del Kilimanjaro o de los árboles de la selva amazónica. Por tanto, por muy nómada digital que seas vas a necesitar tener un enchufe cerca a la hora de currar.
Ocurre además que en muchos de los destinos preferidos por los nómadas digitales las conexiones a internet son malas, desesperantes y muy caras. Si en los hoteles de cinco estrellas de muchos de estos países el acceso a la red es complicadísimo (en ocasiones limitado a la zona de recepción), no quiero ni imaginarme lo que tiene que ser mendigar una conexión wifi gratuita en la calle.
Las limitaciones tecnológicas no son las únicas a las que se enfrentará el nómada digital. A poco que tengas que ser un poco creativo en tu trabajo, tendrás un problema muy grave de concentración si no consigues encontrar un lugar tranquilo y silencioso en el que trabajar.
El nomadismo digital suele asociarse con bloggers, copywriters, diseñadores web, consultores o traductores. El común denominador de estas profesiones es que sin concentración no hay creatividad. Corregidme si me equivoco pero, al menos en mi caso, la productividad cae en picado en entornos laborales que no son rutinarios.
Los vuelos de 8 horas, las noches en los albergues, las salidas nocturnas y, en definitiva, la imposibilidad de crear hábitos y rutinas, no ayudan a ser productivos y eficientes. No se vosotros, pero yo alguna vez he intentado adelantar trabajo mientras viajaba y para tareas que en condiciones normales habría ejecutado en apenas media hora he necesitado más del doble de tiempo.
Dejando al lado el tema laboral, un nómada está obligado a resetear su vida constantemente. Al principio esto puede parecer un reto divertido, incluso estimulante, pero no creo que a medio y largo plazo los efectos sean igual de positivos.
De forma inevitable, esta inestabilidad y esta falta de continuidad terminarán trasladándose al ámbito profesional y contribuyendo a alimentar los problemas de concentración que explicábamos en el punto anterior.
Mención a parte merece el hecho de que una vida nómada y en continuo reseteo sólo es apta para personas jóvenes o sin cargas familiares. No debe ser nada fácil vivir en continuo movimiento si tienes una familia con dos hijos pequeños. Como padre, me echo a temblar solo de pensar en lo que los niños necesitan para pasar un fin de semana fuera de casa, así que ni me imagino lo que tiene que suponer estar en continuo movimiento.
Si has llegado leyendo hasta aquí quizás pienses que estoy en contra del teletrabajo cuando esto no es así. Hace unos años comentaba en estas mismas páginas que el teletrabajo es el futuro, y sigo pensándolo. De hecho, casi la mitad de mi trabajos actuales los hago de forma remota. Esto me permite conciliar vida personal y profesional y ser más mucho productivo organizándome como me da la gana.
Gracias al teletrabajo se eliminan las barreras físicas y se permite la expansión geográfica, por lo que alguien de Sevilla puede trabajar para una empresa de Londres con un jefe que toma decisiones desde Miami. Por no decir que el ahorro en costes es brutal tanto para la empresa como para el teletrabajador.
Pero una cosa es esto y otra bien distinta vender humo subiendo fotos a Instagram en las que se te ve trabajando desde Tulum, en Playa del Carmen, o desde la terraza de una cafetería en la isla de Palawan. Por mucho que se adorne, el trabajo sigue siendo trabajo y requiere menos postureo y más ergonomía y concentración.
Por otra parte, es especialmente significativo el hecho de que un porcentaje importante de estos nómadas digitales no trabajen por cuenta ajena, sino que son emprendedores digitales. Si miras su web te encontrarás con una landing muy bonita junto con un mensaje basado en la promesa de que puedes cambiar tu vida si pasas por caja y pagas por el curso que ha elaborado y en el que te explica paso a paso como replicar su método.
Pues no. En esta web nos explican muy bien cómo funcionan este tipo de técnicas de marketing. Ya tienes deberes para el fin de semana. Y si eres más de oír que escuchar, aquí un podcast acendrado en el que ponen los puntos sobre las íes hablando sobre la realidad de los negocios digitales.
Para terminar, volved a corregirme si me equivoco, pero tras varios años de profesión en el mundo online solo puedo decir que el dinero no llega solo. Que no te engañen, no existen atajos ni trucos que valgan. La constancia y el esfuerzo son las únicas claves para tener éxito con un negocio, incluso si eres un nómada digital.
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