La gigantesca bola de deuda global que debería preocuparnos
Image: REUTERS/Max Rossi
La deuda mundial se encuentra en máximos históricos, alcanzando un monto total de 164 billones de dólares (137 billones de euros) en 2016, lo que equivale al 225% del PIB mundial. El mundo está ahora 12 puntos porcentuales más endeudado que el pico anterior en 2009, con China como fuerza catalizadora de esta deuda.
La deuda pública desempeña un papel importante en la deuda mundial, debido al colapso económico durante la crisis financiera mundial y la respuesta de política, así como los efectos de la caída de los precios de los productos básicos en 2014 y el rápido incremento del gasto en el caso de los mercados emergentes y los países en desarrollo de bajos ingresos.
Como se puede apreciar en el siguiente gráfico, la deuda pública de las economías desarrolladas se sitúa en el 105% del PIB, niveles medios no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. En los mercados emergentes y las economías de ingresos medios, la deuda se acerca al 60% del PIB en niveles medios visto por última vez durante la crisis de la deuda de los años 80. Para los países en desarrollo, las proporciones medias de la deuda en relación con el PIB han estado subiendo a un ritmo rápido y supera el 40% a partir de 2017.
En términos absolutos, los 164,4 billones de dólares se repartían de la siguiente manera: 119,2 billones entre las economías avanzadas, 43,9 billones entre las economías emergentes y 1,3 billones entre las economías en desarrollo que bajos ingresos.
Hay que destacar que tres países son los que aglutinan la mitad de la deuda global: Estados Unidos (48,1 billones), China (25,5 billones de dólares) y Japón (18,2 billones de dólares). Esta es una foto del momento, pero si nos centramos en términos dinámicos, en comparación a 2007, Estados Unidos y China han sido los grandes catalizadores de la deuda.
En el caso de Estados Unidos, en el año 2007 asumió unos niveles de deuda de 33,6 billones de dólares, por lo que, tras nueve años, la deuda se ha disparado un 43%. Asimismo, con la política actual de Trump no parece que se vaya a controlar el déficit, por lo que deberíamos ver incrementos en su deuda pública.
En contraste, tanto en términos absolutos como relativos al año 2007, China se lleva la palma. Si al inició de la Gran Recesión China mostraba una deuda de 4,9 billones de dólares, en 2016, ascendió sumó 20,6 billones adicionales a su deuda, lo que supone un incremento del 420%, debido a una política de bajos tipos de interés para incentivar la demanda interna del país.
¿Por qué deben preocuparnos los altos niveles de deuda?
Nos encontramos con varias razones por las que la elevada deuda pública y los déficits son motivo de preocupación y deberían motivar países a crear amortiguadores mediante la reducción de los déficits y la la deuda en un camino constante a la baja.
La elevada deuda pública puede hacer que los países sean vulnerables al riesgo de refinanciación debido a la gran cantidad de las necesidades de financiación, especialmente cuando los vencimientos son cortos.
Como le pasó a Grecia, el acceso a los mercados podría verse perturbado si las condiciones de financiación se estrechan abruptamente o si se produce un cambio en el sentimiento de los inversores que les lleve a rechazar las emisiones del Tesoro.
Un elevado ratio deuda/PIB podría causar un aumento en las primas de riesgo si los inversores se vuelven escépticos sobre la capacidad de un país o voluntad de pagar, incluso por motivos de preocupación con la viabilidad política de las políticas fiscales.
Los países pueden estar sujetos a grandes perturbaciones inesperadas en los niveles de deuda pública en relación con el PIB, lo que exacerbaría el riesgo de refinanciación. De hecho, sobre la base de una muestra de 179 episodios de picos de deuda en 90 países avanzados de mercados emergentes y países en desarrollo de bajos ingresos, encuentran que el mayor impulsor de los picos de deuda pública no son los déficits primarios, sino las contracciones del PIB o pagos de intereses más altos.
También, los altos niveles de deuda pública dificultan la capacidad para llevar a cabo las necesidades de gasto público por la caída de ingresos en los contextos de crisis financiera. La combinación de los niveles excesivos de deuda pública y privada pueden muy peligrosos en caso de recesión pues se incurre en subidas de impuestos para recaudar las pérdida de ingresos, reduciendo la renta disponible de las familias en una situación compleja.
Muchos podrían menospreciar la importancia del factor deuda ejemplificando el caso de Japón que actualmente asume una relación deuda pública sobre PIB del 236%, siendo la relación más elevada del mundo y el país, hasta la fecha, no ha entrado en quiebra.
Para entender la situación de Japón hay que remontarse al pinchazo de la burbuja inmobiliaria a principios de la década de los años noventa. Una vez que el mercado de valores se desplomó y los precios de las acciones cayeron, los bancos y las compañías de seguros quedaron con una alta morosidad.
El gobierno y el banco central japonés apoyaron a estas organizaciones rescatándolas y ofreciéndoles créditos a bajos tipos de interés. Por lo tanto, estas empresas dependían exclusivamente del apoyo pero esto finalmente se volvió insostenible, por lo que algunas entidades finalmente se nacionalizaron.
A lo largo de muchos años, otras iniciativas de estímulo fiscal también se utilizaron para ayudar a reactivar la tambaleante economía. Debido a estas medidas aprobadas por el gobierno, el nivel de deuda de Japón se disparó hasta convertirse en el más alto del mundo.
Hay un punto interesante en Japón que contrasta con otros países y que explica por qué se mantiene el país sin caer en el default. Y es que la mayor parte de la deuda de Japón (incluidos los bonos del Estado) está en manos de sus propios ciudadanos, por lo que el riesgo de impago queda limitado.
A su vez, entra en juego un entorno de deflación histórica o baja inflación, si los precios bajan y los bonos ofrecen rentabilidad positiva, la rentabilidad real se incrementa.
Pero a partir de aquí empiezan los problemas... El país tiene que aumentar el ahorro nacional para que los compradores nacionales sigan comprando nueva deuda pública. Sin embargo, la población de Japón está disminuyendo y envejeciendo, por lo que es muy dudoso que el país pueda aumentar el ahorro nacional hasta un punto en el que la compra de bonos gubernamentales sea sostenible y necesitará forzosamente inversores extranjeros si no pretende entrar en default.
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