Tu fuerza de voluntad no es eterna: se agota con facilidad (pero te damos trucos para reforzarla)
Muchos de nosotros lamentamos nuestra falta de fuerza de voluntady de autocontrol como nuestro mayor obstáculo a la hora de cambiar de hábitos. En teoría, con más fuerza de voluntad conseguiríamos comer mejor, hacer ejercicio de forma regular, mantenernos lejos del tabaco, el alcohol o cualquier otra droga...
Pero exactamente, ¿qué es la fuerza de voluntad? ¿Es algo con lo que se nace? ¿O se puede practicar hasta alcanzarlo? ¿Es el autocontrol una capacidad ilimitada, o puede terminar acabándose?
Para estudiar qué es la fuerza de voluntad, cómo se manifiesta y qué diferencias mostramos unos y otros a la hora de ejercerla, científicos y psicólogos han desarrollado distintas pruebas. Una de ellas, quizá la más famosa, es la que se realiza con niños y unas cuantas gominolas.
En una habitación que está siendo grabada, entran el niño y el investigador. Sobre una mesa hay un plato con una gominola, y se le dice al niño que el adulto tiene que ausentarse unos minutos, pero que si al volver aun no se ha comido la chuchería, se le dará otra, y podrá comerse las dos. En cambio, si cuando vuelva el investigador el niño se ha comido la gominola, no se le darán más.
Es un ejemplo perfecto de un retraso de la gratificación: si decides satisfacerla enseguida, solo recibirás un premio; pero si eres capaz de esperar un poco, recibirás dos. Y ocurre lo mismo con muchas otras decisiones: si consigues resistir las ganas de beberte un refresco azucarado, más adelante perderás peso y te encontrarás mejor; si evitas gastarte tu dinero en compras continuas, podrás ahorrar para irte de viaje.
Cuando la fuerza de voluntad nos falla es porque la exposición a un estímulo "caliente" pasa por encima del sistema "frío" de reflexión
Este experimento llevó a sus autores a desarrollar una teoría que explica nuestra habilidad para posponer la gratificación. Propusieron que existe un sistema de "frío" y "calor" que explica por qué la fuerza de voluntad a veces triunfa y otras veces fracasa. En él, el frío es la naturaleza del sistema cognitivo: un sistema reflexivo e intelectual que incorpora el conocimiento sobre sensaciones, sentimientos, acciones y objetivos (te recuerda, por ejemplo, por qué no debes comerte la gominola todavía).
Por su parte el sistema caliente es impulsivo y emocional. Es responsable de la respuesta rápida y refleja ante determinados estímulos (en este caso, meterte la gominola en la boca sin pensarlo dos veces).
Según esta teoría, cuando la fuerza de voluntad nos falla es porque la exposición a un estímulo "caliente" pasa por encima del sistema "frío" de reflexión, empujándonos a acciones impulsivas.
Algunas personas, al parecer, son más susceptibles que otras a esos impulsos, y esa susceptibilidad influye en su comportamiento a lo largo de la vida, concluían los autores tras analizar a los niños que hicieron su tests varios años después, ya adolescentes: aquellos que habían logrado esperar más habían sacado notas más altas en Selectividad, y sus padres les describían con capacidad para planificarse, manejar el estrés, responder a razones, mostrar autocontrol en situaciones frustrantes y concentrarse durante más tiempo sin distraerse.
Cuando un estudio posterior reunió a varios de los participantes en este experimento que ya rondaban los 40, concluyó que esas diferencias entre los que habían ejercido autocontrol de niños ante las gominolas y los que no seguían siendo perceptibles décadas después.
Esta teoría del frío y del calor explica nuestra habilidad para retrasar la gratificación pero, ¿qué pasa cuando resistimos una tentación tras otra? Al fin y al cabo, pasamos el día ejerciendo la fuerza de voluntad: para comer sano, e ignorar a esa chocolatina que nos llama desde la máquina de vending, para seguir entrenando cuando estamos cansados, para dejar de fumar...
Los científicos concluyeron que resistirse a las galletas había agotado el autocontrol de los voluntarios para las siguientes situaciones frustrantes.
Y eso, según varias investigaciones, nos supone un desgaste mental. Por eso muchos psicólogos científicos asemejan la fuerza de voluntad con un músculo que puede terminar cansándose y fallando de tanto usarlo.
Por ejemplo, en un experimento se metió a varios voluntarios en una habitación en la que olía a galletas recién hechas. Sobre la mesa había un plato de galletas y un bol lleno de pasas. A unos se les pidió que se comiesen las galletas, y a otros las pasas. Después, se les dio a todos 30 minutos para resolver un complejo puzzle geométrico. Las personas que habían comido pasas desistieron de media a los 8 minutos, y los que habían comido galletas, a los 19. Los científicos concluyeron que resistirse a las galletas había agotado el autocontrol de los voluntarios para las siguientes situaciones frustrantes.
Parece haber distintos factores que influyen en nuestra capacidad de autocontrol. Algunos son relativamente sencillos de intuir, como por ejemplo el cansancio físico.
Otros no lo son tanto. Algunos experimentos sugieren por ejemplo que el agotamiento de la voluntad se refleja a nivel neuronal: cuando hemos ejercido tanto autocontrol que ya no podemos mantenerlo más, nuestro cerebro funciona diferente.
Otro factor es la energía: el cerebro es un órgano que consume mucha glucosa, y algunos investigadores sugieren que las neuronas que trabajan para mantener el autocontrol consumen esa glucosa más rápidamentede lo que se les administra, y que por eso solo pueden mantenerlo durante un tiempo determinado.
Las personas que creen que la fuerza de voluntad tiene un fin sienten cómo ese autocontrol efectivamente se agota tras un rato ejerciéndolo
Algunos de estos factores provienen denuestras propias creencias y estado de ánimo. Un estudio, por ejemplo, concluyó que aquellas personas que deben mantener la fuerza de voluntad por motivos externos a ellas (para agradar a otros, por ejemplo, se agotan mucho antes que aquellas que lo hacen por su propia convicción. También el estado de ánimo influye: mejorando el humor de los voluntarios de un experimentocon regalos sorpresa y vídeos con escenas cómicas, estos mantuvieron el autocontrol en marcha durante más tiempo.
Por último, nuestras propias ideas sobre la fuerza de voluntad influyen sobre esta. Un experimento comprobó que las personas que creen que la fuerza de voluntad tiene un fin y en algún momento se agota sienten cómo ese autocontrol efectivamente se agota tras un rato ejerciéndolo; mientas que los que creen que no se agota, no mostraban síntomas de frustración y de agotamiento del autocontrol tras un rato sometidos a distintas tentaciones.
La investigación realizada hasta la fecha en torno a la fuerza de voluntad tiene un claro objetivo: encontrar cómo reforzarla. Si el autocontrol es efectivamente un recurso limitado, ¿qué podemos hacer para ampliarlo y que nos dure más?
Evitar la tentación es una técnica siempre efectiva. En el experimento de los niños y las gominolas, aquellos niños que miraban directamente a la gominola tenían menos probabilidades de aguantar la espera que los que cerraban los ojos, le daban la espalda o encontraban cualquier otra forma de distraerse.
Otra técnica útil es la que en psicología se llama "implementación de intenciones" que consiste en desarrollar estrategias para los momentos en que pueda flaquear la fuerza de voluntad, como por ejemplo: "Si alguien me ofrece una galleta de chocolate, me comeré un chicle". No hace falta que sea algo muy elaborado, simplemente una forma de hacer frente a una posible grieta en nuestro autocontrol hasta que esta vuelva a cerrarse.
Los científicos concluyeron que ejerciendo su autocontrol con el ejercicio físico lo habían mejorado también en otras áreas de su vida
Por otro lado, si la fuerza de voluntad es como un músculo, también podemos entrenarla. Un experimento asignó a a la mitad de los voluntarios una rutina de ejercicio físico de dos meses, apelando a la fuerza de voluntad para cumplirla. Pasado ese tiempo, los participantes que habían seguido esta rutina realizaron mejor una serie de pruebas encaminadas a medir la fuerza de voluntad que los que no tenían que hacer esas rutinas, además de fumar y beber menos, comer más sano y haber mejorado sus hábitos de estudio. Los científicos concluyeron que ejerciendo su autocontrol con el ejercicio físico lo habían mejorado también en otras áreas de su vida.
Por último, si tenemos en cuenta la relación entre fuerza de voluntad y glucosa, puede ser de ayuda consumir con frecuencia pequeñas cantidades de alimentos ricos en azúcares. Pero ojo, no de azúcares añadidos que de hecho son un factor de riesgo en enfermedades como la diabetes o la obesidad, sino azúcares naturalmente presentes en los alimentos, como la fructosa o la lactosa entre otros.
Pero si efectivamente la fuerza de voluntad termina agotándose, ¿esto quiere decir que estamos condenados a caer en la tentación antes o después? No necesariamente, ya que en realidad no se nos agota del todo, sino que mantenemos reservas de emergencia que sacamos a flote con la motivación necesaria, por ejemplo si nos dicen que nos pagarán por nuestros esfuerzos o si estos servirán para una causa superior, como ayudar a un ser querido.
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