Acción climática

Urge frenar el cambio climático

Frank Bainimarama, the new President of COP 23, speaks during the opening session of the COP23 UN Climate Change Conference 2017, hosted by Fiji but held in Bonn, in World Conference Center Bonn, Germany, November 6, 2017.    REUTERS/Wolfgang Rattay - RC1F7FE697B0

Image: REUTERS/Wolfgang Rattay

Jaume Giné Daví
Profesor asociado del Departamento de Derecho, ESADE

Del 6 al 17 de noviembre se celebrará en Bonn (Alemania) la 23º Conferencia sobre el Cambio Climático (COP23)

El pasado 31 de octubre el Programa de las NNUU para el Medio Ambiente publicó un informe que resalta la alarmante brecha entre los compromisos asumidos por los Estados en la COP21 en diciembre de 2015 para reducir las emisiones de gas que provocan el efecto invernadero y las medidas efectivas adoptadas para alcanzar los objetivos marcados en el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático en 2015. El pacto, resultante de complejas negociaciones y consensos geopolíticos y socio-económicos, fue firmado por 195 Estados, lo han ratificado 169 y entró en vigor hace un año.

Pero el presidente Donald Trump anunció el pasado 1 de junio y notificó oficialmente a las NNUU el 4 de agosto la retirada de EEUU. Una decisión unilateral basada en manipuladas teorías relacionistas o relativistas que esconde los intereses particulares de determinados grupos económicos. Y que daña la imagen y la capacidad de liderazgo mundial de EEUU, un vacío que llenarán China y la UE más proclives al multilateralismo. Y sin la cooperación del segundo país más contaminante y responsable del 17,9% de las emisiones del planeta, tras China (20%), la batalla para contener el calentamiento global puede fracasar. Y este no es una invención ideológica sino una realidad y un desafío insoslayables ante los que urge reaccionar. No estamos ante meras catástrofes naturales en la medida que se ven favorecidas por el abuso de los recursos del planeta.

El ritmo de elevación del nivel de los mares se acelera amenazando las islas y ciudades situadas en las zonas costeras.

La posición de EEUU es rechazable. Mucho más tras la sucesión de devastadores huracanes, inundaciones, incendios y desforestación que cada año demuestran una creciente vulnerabilidad del planeta con unos enormes costes humanos y económicos tanto para los países subdesarrollados como para los desarrollados. Y el ritmo de elevación del nivel de los mares se acelera amenazando las islas y ciudades situadas en las zonas costeras. Según el Banco Asiático de Desarrollo, la región de Asia-Pacífico, que concentra los dos tercios de la población mundial, es la más golpeada por el Cambio Climático. El monzón del pasado verano, con intensísimas lluvias y grandes inundaciones, fue especialmente catastrófico en el norte de la India, Nepal, Bangladesh provocando más de un millar de víctimas y más de un millón de desplazados. Bombay sufrió una de las mayores catástrofes climáticas de su historia. Y se repitieron en China, Filipinas y otros países del noreste de Asia e islas del Pacífico. También en América Latina y África. Pero los efectos perniciosos del Cambio Climático, que no entiende de fronteras, también castigan a los países desarrollados, entre ellos EEUU. Hace 12 años, el huracán “Katrina” inundó Nueva Orleans. En verano del 2017, los huracanes “Harvey”, “Irma” y “María” azotaron extensas zonas de Texas, Florida y Puerto Rico. No se libra ni el continente europeo.

El Informe de NNUU del 31 de octubre afirma que las emisiones mundiales anuales de CO2 provocadas por la combustión de recursos fósiles, como el carbón, petróleo y gas, y de la industria cementera, que representan el 70% de las emisiones de gas con efecto invernadero, parecen estabilizarse desde 2014, debido al menor consumo de carbón por parte de China y EEUU y por la propulsión de los energías renovables, también en China e India, dos países especialmente comprometidos con el Acuerdo de Paris. Influyó el compromiso de Barack Obama que firmó los Acuerdos de Paris y la desaceleración de la economía mundial provocada por la última crisis. Pero la tendencia podría torcerse debido a las políticas desreguladoras de la Administración Trump y una nueva aceleración de la economía mundial. Y si EEUU no cumple, será difícil que lo hagan otros Estados. Y sin mayor compromiso y financiación internacionales, la batalla se perderá y la Tierra sufrirá una elevación del termómetro de hasta 3,2 grados a finales de siglo. Según la Organización Meteorológica Mundial, la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó otro record en 2016.

La cooperación internacional para frenar el calentamiento global ofrece nuevas oportunidades económicas, sociales y medioambientales

Pero NNUU prefiere evitar caer en el pesimismo. La cooperación internacional para frenar el calentamiento global ofrece nuevas oportunidades económicas, sociales y medioambientales si la mayoría de países y sus sociedades, empezando por los desarrollados, apuestan definitivamente por “una transición energética” favorecida por los sectores industriales, financieros y sociales que pregonan un cambio hacia un modelo energético sostenible y respetuoso con el medio ambiente, capaz de producir beneficios económicos y asimismo sociales, como la mejora de la calidad del aire, la salud y la esperanza de vida. También un informe de la OCDE presentado en mayo al G20 insiste que las políticas y las inversiones en la transición energética impulsarían, a medio y largo plazo, el crecimiento mundial. Los países miembros del G20 representan el 80% de las emisiones de CO2 pero también el 97% de las capacidades instaladas de energía eólica, el 97% de la fotovoltaica y el 97% de los vehículos eléctricos.

Urge reaccionar. En caso contrario, se incrementarán los costes humanos y económicos. Y más devastación y pobreza mundial. Nuestra generación es responsable de asegurar el bienestar de las futuras. La COP23 que se inicia el 6 de noviembre en Bonn es otra oportunidad para seguir avanzando en la lucha contra el Calentamiento global.

Publicado originalmente en el Diari de Tarragona, el 6 de noviembre de 2017

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