Francoland: ¿de verdad la democracia española ha retrocedido a los años 70?

Lights from vehicles are seen on one of the busiest streets, the Gran Via, in Madrid, Spain, September 16, 2017.  REUTERS/Paul Hanna - RC133ED73580

Image: REUTERS/Paul Hanna

Kiko Llaneras
Nacho Carretero
Periodista y escritor, El País

Estos días basta echar un vistazo a las redes sociales o darse una vuelta por algunos bares (en el caso de aquellos resistentes a la opinión digital), para leer o escuchar posiciones que apuntan a un retroceso social, democrático y de las libertades en España. La crisis en Cataluña ha polarizado los argumentos y la retórica parece haber perdido toda su prudencia.

A los debates sobre la situación en Cataluña regresan términos como presos políticos, censura, falta de libertades y hasta dictadura. En Twitter, estos días, prolifera el hashtag Francoland, mediante el que se pueden encontrar opiniones que dibujan un paisaje, el español, cercano al totalitarismo.

“Prohibir manifestaciones, controlar medios de comunicación, presos políticos y corruptos gobernando. Está quedando un fascismo de manual”, tuiteaba un usuario. “En Francoland varios millones de personas siguen votando a los franquistas. Por eso pueden hacer lo que hacen. La cosa es bien simple”, decía otro. Expresiones así se encuentran por miles en las redes sociales.

No son solo ciudadanos de a pie. El diputado Gabriel Rufián, diputado de ERC, tuiteaba hace unos días sobre la detención de los líderes de Òmnium Cultural y la ANC: “No se fue a Irak, la sede se pagó sola en negro, son casos aislados, no se apaleó a nadie el 1O, no son presos políticos y el toro no sufre”.

Más reciente han sido las declaraciones de Clara Ponsatí, ex consellera de Enseñanza de la Generalitat y miembro de la ANC, quien ha tildado al Estado de "franquista". "Antes, al menos llegabas a Perpignan y estabas seguro, ahora no", ha dicho. Más lejos incluso ha ido el tertuliano independentista Bernat Dedéu con su tuit de hace unos días: "Recordad que vivimos en un campo de concentración y tenemos todo el derecho a insultar y burlarnos de nuestros captores".

¿Qué hay detrás de esta retórica? ¿Se trata de una exageración con objetivos políticos e ideológicos? ¿O de verdad España sigue siendo el mismo país que en 1970?

Más libres

Dice el Intelligence Unit Index de The Economist que España experimenta una democracia plena (full democracy). El Instituto de Calidad de Gobierno (QOG, según sus siglas en inglés), califica con un 95 sobre 100 la democracia española, situándola entre las más sanas del mundo (por encima de países como Francia o Italia).

Añade Amnistía Internacional (AI) que en España no hay presos políticos. En realidad, AI no utiliza este término, sino el de presos de conciencia. “Creemos que la figura de preso político no está definida por el Derecho Internacional y está abierta a interpretaciones. Por eso usamos presos de conciencia, que son aquellos que están encarcelados por sus ideas. En el caso de los políticos y líderes catalanes no consideramos que sean presos de conciencia porque han sido encarcelados acusados de un delito de sedición. Sí creemos que los cargos son exagerados y pedimos su puesta en libertad, pero no los consideramos presos de conciencia”, explica Ángel Gonzalo, portavoz de la organización.

Amnistía Internacional afirma que en España no hay presos políticos y no considera a los políticos catalanes presos de conciencia.

Según la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, un arrestado es preso político cuando la detención ha sido impuesta por razones puramente políticas sin conexión con ningún delito tipificado.

Con democracia y separación de poderes reconocidos por los principales organismos internacionales cabe preguntarse: ¿somos menos libres? No parece. En 1982, los españoles valoraban con 5,9 sobre 10 la libertad y el control en su vida; en 2011, con un 6,7 (World Values Survey). En 1978 solo había dos cadenas de televisión en España; en 1996 había 12 y ahora hay casi un centenar. España está entre los 10 países de Europa donde más personas han participado en manifestaciones. En 2014 fue el país donde más, según la última edición de la European Social Survey.

“Éramos invisibles. No existíamos”. Lo cuenta Javier Mazorra, periodista de viajes y vecino de Madrid. Se refiere a la comunidad gay y habla de 1980. “En esos años, que no son hace tanto, la simple sospecha de ser gay era el ostracismo y el desprecio más absolutos. Tenías que tener mucho cuidado con eso”.

Javier conversa con Antonio Miranda, 25 años y director de una agencia de comunicación. Antonio también es gay. “A veces no somos conscientes de que hace sólo 30 años no podías ir por la calle de la mano con tu pareja. Y mucho menos darte un beso”, reflexiona.

En 1980, según datos del World Values Survey, el 54% de los españoles creía que la homosexualidad era injustificable. Un 28% creían que lo era el divorcio. Hoy esas opiniones las sostienen apenas el 8% y el 5% de los españoles.

“Toda la progresía era homófoba”, retoma Javier. “El Partido Comunista e incluso el PSOE eran homófobos. No podías contar con ellos. Nunca nos sentimos identificados en su lucha”. En 1990, y de nuevo según datos de World Values Survey, todavía un 30% de españoles decía que preferiría no tener homosexuales como vecinos.

“Queda camino por recorrer y existe todavía la homofobia -afirma Antonio, el joven de 25 años-, pero en España tenemos a día de hoy una libertad que no tiene casi nadie en el mundo. Y a veces no somos conscientes de que hay gente que ha luchado mucho para que esto sea así”, dice mirando a Javier. “Y creo que seguimos en el buen camino: mi hermana tiene 14 años y ya me gustaría tener la tolerancia que tiene ella”.

No sólo hemos logrado avanzar contra la homofobia. En 1990, el 30% de los españoles pensaba que si faltaba empleo los hombres tienen más derecho al trabajo que las mujeres. También ese año, las mujeres suponían sólo el 15% de todos los diputados del parlamento español. Hoy son el 39%, lo que nos convierte en el quinto país de Europa con el mayor porcentaje de mujeres diputadas, solo por detrás de Islandia, Suecia, Finlandia, Noruega y Bélgica.

Más ricos

Desde 1980 el PIB por habitante en España casi se ha casi triplicado: ha pasado de 14.500 dólares a 34.000 en 2014, corrigiendo la inflación (Penn World Table). La crisis nos sacudió con fuerza. Pero no ha destruido todo lo logrado. El mejor valor se alcanzó en 2008 —35.000 dólares por habitante— y después la economía se contrajo, pero nueve años después casi ha recuperado aquel máximo histórico. La crisis nos ha hecho retroceder, sí, pero de forma relativa.

Desde 1980 la renta media por adulto pasó de 19.000€ a los 29.000 actuales, según la World Wealth and Income Database. En 2016 acabamos de recuperar el máximo histórico de 2007, en plena burbuja. La huella de la crisis todavía se nota en la riqueza patrimonial: la media por adulto ha caído a 174.000€ desde los 232.000€ de 2007. No obstante, el valor es todavía el doble del de 1980 (86.000€).

El avance se ve en muchos otros indicadores económicos. Según el INE, el salario medio ha pasado de 7 a 11 euros entre 1990 y 2014. El salario mínimo era de 370€ y ahora es de 655€, corrigiendo el efecto de la inflación. La productividad de los trabajadores, según datos de Our World in Data, ha pasado de 19 dólares por hora a 51 desde 1978 a 2016.

En cuanto al desempleo, durante la crisis alcanzamos un máximo histórico: una tasa de paro del 26%. Desde entonces el paro ha descendido hasta el 16%, una cifra terrible, pero ya inferior a la de las crisis de mediados los ochenta y los noventa.

Un aspecto donde no mejoramos es en la desigualdad de ingresos. El índice Gini—la métrica más habitual para medir la desigualdad— es hoy peor que en 1985. Los más ricos no son más ricos, pero la desigualdad creció por abajo. El porcentaje de españoles viviendo en pobreza relativa (es decir, que ganan menos del 40% de la renta mediana) ha pasado del 6% al 10%.

Hace sólo tres décadas éramos más pobres, más ignorantes y menos libres

Jacobo Cabañas tiene 43 años y es cirujano general en una clínica privada de Madrid. Su padre, Luis Cabañas, lo fue. Ahora está jubilado. Cuando Luis ejercía, la esperanza de vida en España era de 62 años. Ahora que lo hace su hijo, es de 82. En 1978, la esperanza de vida en España era de 74 años, ocho menos que hoy.

Nos reciben ambos en el despacho de Jacobo, sentados frente a frente. “¿82 años? A eso sólo llegaba el viejo del pueblo. En los años 70 e incluso 80, si yo intentaba operar una urgencia a un paciente de 70 años, no me lo permitían”, cuenta Luis. Su hijo, Jacobo, responde: “Hoy, a un paciente de 70 años, se le trasplanta, se la da quimioterapia, se le hacen transfusiones… Hemos aumentado la vida de la población. La edad ha dejado de ser un factor absoluto, ahora nos fijamos en la condición del paciente. Me da igual la edad”. Luis completa: “Plantear ponerle una prótesis de cadera a un señor de 75 años era estar loco. Hoy, lo loco es no hacerlo”.

En 1980 solo el 8% de los niños se vacunaban contra el Sarampión y hoy lo están casi el 100%. Los avances, además, no fueron son en los ochenta. Entre 1995 y 2015 el gasto sanitario por persona pasó de 1.200€ a 3.000€, según cifras de Our World in Data corregidas de inflación.

Recuerda Luis, el cirujano jubilado, que en los años 80, en el hospital madrileño de La Paz, se hacían guardias que califica de horribles. “No había muchos más sitios otro sitio donde ir. No había otra urgencia. Traían a gente de pueblos que estaban a 200 kilómetros”, recuerda. Y no habla de hace un siglo: en 1975, en España, había tres veces menos médicos que ahora, según datos del INE. “Hoy hay hospitales en núcleos de población de 80.000 habitantes que te dan un nivel tecnológico insuperable. Ya no es preciso irse a EEUU”, explica Luis. “Hace 20 años la única manera de tratarse ciertas cosas es irse fuera. Hoy en día no hace falta”.

En un año tan reciente como 1985 España tenía un programa de lucha contra la lepra. Y había 3.600 enfermos.

Jacobo, hijo de Luis y cirujano en activo, afirma: “Si me trasladasen a los años 80 de España y me obligaran a ejercer la medicina, sería como si me soltaras en la selva y me dijeras que tengo que cazar la cena”.

Otro síntoma de progreso lo encontramos en la mortalidad infantil: el riesgo de muerte de los pequeños es treinta veces menor hoy que en 1950. Entonces un 12% de los niños moría antes de cumplir cinco años. En 1978, esa cifra era ya del 2,1% y ha seguido reduciéndose hasta el 0,4% actual.

En el salón de su casa, Paquita (75 años), Nieves (54 años) y Fabiola (21 años) se reúnen para hablar de su experiencia como estudiantes. Son abuela, hija y nieta. Tres generaciones testigos de los cambios que ha experimentado el sistema educativo en España. El español medio de 1950 había pasado menos de cuatro años escolarizado. En 1980 esa cifra había mejorado hasta los siete años y en 2010 superaba ya los diez.

Explica Paquita que eran pocas las niñas que lograban completar sus estudios básicos y que sus tareas se basaban en dictados y cuentas matemáticas. Nieves, su hija, añade que las materias, en su época, eran más complejas. Fabiola, que terminó bachiller hace dos años, aparece como la mejor preparada de las tres, con dominio de idiomas e informática.

Las mujeres, además, iban menos a la escuela y la universidad. En 1980 las mujeres españolas todavía habían recibido menos de educación reglada que los hombres: 5,5 años en lugar de los 7 de ellos. Desde hace unos años las mujeres en nuestro país han recibido tanta educación como los hombres: ambos superan los 10 años de media entre colegio, instituto y universidad.

En 1960, España dedicaba el 1,3% del PIB a educación. En 1978, el 2,2%. En 2009 y 2011 llegó al 4,9%, y aunque ha bajado con la crisis, en 2013 el gasto fue del 4,3%. La cifra casi se ha duplicado, con el añadido de que el PIB desde entonces se ha triplicado. En general, el gasto público en España ha aumentado enormemente.

Dice Fabiola que nunca sintió ningún tipo de tabú o prohibición de hablar cualquier tema en clase. Su madre, Nieves, reconoce que tenía limitaciones. Cuando le toca hablar a Paquita, lo resume: “Nada, nada. Nosotras no podíamos hablar de nada”.

Hace sólo tres décadas éramos más pobres, más ignorantes y menos libres. Por más que la crisis política e institucional que estamos atravesando haya elevado la tensión, hablar de franquismo, presos políticos o ausencia de libertad parece tener más que ver con intención ideológica que con la realidad.

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