Convertir el aire en combustible: cómo descubrimos accidentalmente una forma de parar el cambio climático
Image: REUTERS/Afolabi Sotunde
En la imagen, se puede ver la cantidad de dióxido de carbono que emitimos a la atmósfera cada día comparado con la Estatua de la Libertad. Suman más de 100 millones de toneladas métricas y, además, son un problema que no hemos sabido atajar.
Por eso, que un grupo de científicos hayan descubierto una forma barata, eficiente y escalable para transformar el dióxido de carbono en etanoles una noticia brutal. No sólo nos permitiría sacar grandes cantidades de CO2 de la atmósfera. Sino que, de paso, podríamos llenar el depósito del coche o acumular energía renovable.
A grandes males, nanorremedios
Hace unos meses celebrábamos que habíamos encontrado una forma barata de almacenar el dióxido de carbono en basalto. Pero lo que se ha publicado en Chemistry Select, es mucho mejor. Y por casualidad.
El equipo del Oak Ridge, el centro de investigación del Departamento de Energía de Estados Unidos, estaba tratando de mejorar el proceso de conversión que, hasta el momento, era muy engorroso. De hecho, estaban investigando sólo la primera parte del proceso, cuando, de repente, vieron que el catalizador era capaz de llevarlo a cabo entero por sí solo.
Es una gran noticia. Hasta ahora no creíamos que fuera posible encontrar un proceso sencillo, barato y rápido de convertir dióxido de carbono en etanol. "En cierta forma, es como revertir el proceso de combustión", explicaba Rondinone, el autor principal del proyecto.
En realidad, el equipo usa un catalizador de carbono, cobre y nitrógeno sobre el que aplican energía. Esto permite, estructuralmente, "reducir al mínimo las reacciones indeseables" y concentrar la "reactividad electroquímica donde nos interesa". Según los investigadores, este dispositivo nanotecnológico permite convertir una solución de dióxido de carbono y agua en etanol con un rendimiento del 63%.
Aplicaciones que van desde impulsar coches hasta 'salvar el mundo'
El catalizador tiene dos grandes novedades. La primera es que, en su nanoestructura, usa partículas de cobre insertadas en espigas de carbono. De esta forma, se evita el uso de metales raros, caros y poco comunes que hacían otras técnicas inviables.
La segunda es la posibilidad de trabajar a temperatura ambiente. Esto permite poner en marcha el proceso con muy poca energía y, precisamente por eso, los investigadores están convencidos de que el proceso tiene grandes aplicaciones a nivel industrial. Podría tratarse de una forma sencilla (¡revolucionaria!) de reducir el CO2 y acumular energía usando los excedentes de las energías renovables.
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Andrea Willige
4 de noviembre de 2024