Romper el ciclo de las crisis
Image: REUTERS/Mohamed Abd El Ghany/File Photo - RTS14RT6
Hace 30 años, 1 millón de personas murieron en Etiopía debido a una de las peores hambrunas en la historia moderna causada por los conflictos y las sequías.
Hoy, los conflictos y las sequías contribuyen de nuevo a una crisis que ha puesto a 20 millones de personas de cuatro países al borde del hambre. Esta vez, Etiopía no está entre esos países.
El país sigue siendo uno de los más pobres del mundo, y también enfrenta una devastadora sequía. Pero Etiopía ha podido reducir el impacto mejorando la gestión de la tierra y de los recursos hídricos. Además, ha aumentado la resiliencia de la población mediante un programa amplio de redes de protección social, que cuenta con el respaldo de 11 donantes, incluida la Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco Mundial.
Desde su establecimiento en 2005, esta red de protección social ha permitido a Etiopía romper un ciclo de peticiones anuales de asistencia alimentaria de emergencia. Durante el año pasado, el ya extenso programa aumentó su respuesta a la sequía para proporcionar alimentos, o dinero en efectivo para comprar alimentos, a 18,2 millones de personas.
Programas de redes de protección social de esta naturaleza se están implementando en 149 países emergentes y en desarrollo para abordar las desigualdades sociales y económicas, y se consideran un medio para aliviar las dificultades temporales o incluso prevenir crisis humanitarias, como las que se registran ahora en Somalia, Sudán del Sur, Yemen y el noreste de Nigeria.
Según Naciones Unidas, estos países enfrentarán el hambre o tendrán riesgo de sufrir hambruna en los próximos seis meses. Se estima que 1,4 millones de niños, que sufren una malnutrición grave, están en riesgo inminente de muerte.
Y si bien las hambrunas se pueden producir por numerosas razones, un factor común en la hambruna actual es el conflicto prolongado que ha exacerbado las vulnerabilidades previas a la crisis.
- En Sudán del Sur, 1,9 millones de personas han sido desplazadas internamente desde diciembre de 2013, y 1,7 millones de habitantes se han refugiado en países vecinos.
- En Yemen, los conflictos han afectado el sistema bancario y el comercio. El Gobierno no ha podido pagar los salarios ni entregar beneficios sociales.
- En Somalia, la sequía ha empeorado la inseguridad y ha impulsado la migración poco segura conocida como “Tahrib”.
- En el noreste de Nigeria, la violencia perpetrada por el grupo terrorista Boko Haram interrumpió el suministro de semillas, y los artefactos sin explotar en los campos han impedido que los agricultores vuelvan a las plantaciones.
En respuesta al deterioro de la situación en África al sur del Sahara y Yemen, el presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim, llamó en marzo a actuar con urgencia.
“Las hambrunas son una mácula en nuestra conciencia colectiva. Nuestra prioridad absoluta es colaborar con los asociados para garantizar que las familias tengan acceso a alimentos y agua”, dijo Kim.
“Pero debemos admitir que las hambrunas tendrán impactos duraderos en la salud, y la capacidad de aprendizaje y de ganarse la vida de las personas. De modo que también continuaremos colaborando con las comunidades para recuperar sus medios de subsistencia y crear resiliencia frente a crisis futuras. Para evitar crisis en el futuro, debemos invertir en paliar las causas y los factores que dan lugar a la fragilidad actual, y ayudar a los países a crear resiliencia en las instituciones y la sociedad”.
El Banco moviliza USD 1800 millones para crear sistemas de protección social (como las redes mencionadas), fortalecer la resiliencia de la comunidad y mantener la prestación de servicios para los más vulnerables.
Un monto superior a USD 870 millones provenientes de proyectos en curso será redirigido para ayudar a las comunidades amenazadas por las hambrunas en el noreste de Nigeria y Yemen. En Nigeria, mediante una serie de proyectos se están reconstruyendo las instituciones, y restableciendo los servicios y suministros de alimentos para alentar a las personas a regresar a sus hogares.
Unos USD 930 millones se destinarán a proyectos de seguridad alimentaria de emergencia, programas de redes de protección social y programas de agricultura y agua en Sudán del Sur, Yemen, Nigeria, Etiopía y Kenya.
Donaciones de la AIF, el fondo del Banco para los países más pobres, por valor de USD 283 millones se utilizarán para responder a la creciente inseguridad alimentaria en Yemen. Esto incluye USD 125 millones del Servicio de Respuesta ante las Crisis de la AIF para financiar transferencias de efectivo para 1,5 millones de hogares extremadamente pobres (unos 8 millones de personas) que les permitirán comprar alimentos, y para proporcionar suplementos dietéticos a 1 millón de yemeníes que se encuentran en situación de extrema vulnerabilidad.
En Somalia, un país en que más de la mitad de la población necesita asistencia humanitaria, el Banco Mundial financia un proyecto de emergencia por un monto de USD 50 millones (i) destinado a aumentar la respuesta a la sequía y los esfuerzos de recuperación. La iniciativa cuenta también con el respaldo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Actualmente, los proyectos del Banco en los países más pobres incluyen un mecanismo para redirigir fondos hacia la respuesta inmediata y la recuperación. El Servicio de Respuesta ante las Crisis de la AIF proporciona nuevos recursos para ayudar a los países a encarar fuertes presiones económicas, grandes desastres naturales, emergencias de salud pública y epidemias.
De cara al futuro, el Banco se esfuerza en pasar de un énfasis en la respuesta a una cultura de prevención, aprovechando mejor su capacidad de seguimiento, sus políticas operacionales y sus instrumentos financieros. El Banco está ampliando su labor para abordar la fragilidad, los conflictos y la violencia, y entre las medidas se incluyen la detección y preparación frente a los riesgos antes de que estos se conviertan en crisis.
El Banco trabaja, además, con los países en la promoción de prácticas agrícolas inteligentes en relación con el clima, que enriquecen el suelo y lo hacen más resistente a la sequía, así como en la diversificación de los cultivos.
A medida que se desencadenó la crisis, numerosos actores de la comunidad internacional han reconocido que para solucionar este desafío en medio de situaciones de conflicto se necesita una colaboración estrecha entre los actores de los ámbitos humanitario, de desarrollo, de consolidación de la paz y de seguridad, así como entre los Gobiernos nacionales y otros.
Los conflictos violentos han aumentado extraordinariamente a nivel mundial desde 2010. Alrededor del 80 % de las necesidades humanitarias se derivan de los conflictos prolongados, lo que subraya que es urgente que los asociados mundiales ayuden a reducir la aparición y el impacto de tales crisis.
“Nuestro objetivo es hacer todo lo que podamos de manera conjunta —usando tecnologías de la información, innovaciones financieras y asociaciones creativas— para relegar las hambrunas a los libros de historia y no dejar a nadie rezagado”, dijo Kristalina Georgieva, directora general del Banco Mundial.
Algunos asociados tienen presencia en zonas que la comunidad mundial no puede llegar. Otros asociados pueden desempeñar una función política y diplomática para alentar a los líderes políticos a abordar las causas profundas de los conflictos.
“Mantendremos también la agenda de resiliencia a largo plazo en el primer plano para proteger y estimular los mercados y los medios de subsistencia tanto como sea posible, incluso mientras abordamos las prioridades inmediatas para salvar vidas”, señaló Georgieva.
En abril, durante las Reuniones de Primavera del Grupo Banco Mundial en la ciudad de Washington, el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, y el presidente Kim encabezaron una reunión de alto nivel sobre el hambre y la fragilidad, (i) con el propósito de impulsar una respuesta integral. Unos 50 líderes de bancos multilaterales de desarrollo, organismos de la ONU, donantes, organizaciones no gubernamentales y otras entidades debatieron sobre las maneras de fortalecer la colaboración, especialmente en materia de acceso y prestación eficiente de servicios, y mitigación y gestión de riesgos en el largo plazo.
El Banco y la ONU también firmaron un acuerdo el 22 de abril para trabajar más estrechamente (i) y brindar asistencia que salve vidas y cree resiliencia entre las personas más vulnerables, reduciendo la pobreza, promoviendo la prosperidad compartida, aumentando la seguridad alimentaria y manteniendo la paz en situaciones de crisis.
“Es crucial ayudar a los países a prepararse para estas crisis”, dijo Kim. “Estamos trabajando con los países afectados y con entidades asociadas para contribuir a poner fin a las hambrunas, y utilizaremos todas las herramientas de las que disponemos, incluidos los instrumentos financieros, para evitar que vuelvan a producirse en el futuro”.
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