‘Reducetarianos’: ¿Y si bastara con reducir el consumo de carne?
Image: REUTERS/Beck Diefenbach
Brian Kateman descubrió el impacto de sus acciones diarias cuando estaba en el instituto. Comenzó a reciclar, a beber en vasos reutilizables y a darse duchas más cortas. Cuando llegó a la universidad, un amigo le regaló el libro que terminaría de asentar sus ideas con respecto al mundo: Somos lo que comemos, de Peter Singer y Jim Manson.
Cerdos en espacios tan reducidos que no pueden darse la vuelta, pollos en jaulas tan pequeñas que les impiden abrir las alas, peces apretujados… Toda esa falta de espacio, ese sufrimiento al que estaban expuestos los animales que consumimos, afectaron a Kateman. Si bien no cambió su visión del mundo, aquel libro reforzó su necesidad de hacer algo para reducir el impacto de su consumo.
«También aprendí lo que ahora parece un hecho obvio, pero fue muy sorprendente para mí en ese momento: el impacto de comer carne en el medio ambiente era mucho peor que no reciclar o no compartir. Por ejemplo, un comedor de carne tiene el doble de huella de carbono que un vegetariano, una proteína de carne utiliza 10 veces la cantidad de agua que proteína vegetal, y se necesitan nueve calorías de alimento para producir y una sola caloría de aves de corral», explica a Yorokobu.
No fue fácil: las hamburguesas y las alitas de pollo ocupaban un lugar preferente en su dieta. Pero quería que sus valores y sus acciones fueran acordes y decidió hacerse vegetariano. Aunque se sentía bien con su decisión, le fue agotando poco a poco y se planteó alternativas que implicaran comer carne de vez en cuando.
Ser flexitariano o semivegetariano le permitiría comer hamburguesas y alitas alguna que otra vez. Parecía una buena opción, pero no se ajustaba del todo a sus necesidades. «Eso describía quién era, pero todavía sentía que no terminaba de captar el sentimiento de mucha gente que ha ido reduciendo el consumo de carne de manera gradual», dice Kateman.
Un día Kateman quedó con un amigo para tomar café y ambos descubrieron que estaban ante el mismo dilema. Los dos estaban consumiendo menos carne y un reducido número de productos animales, pero eso no les hacía veganos ni vegetarianos. Por eso, pensaron que sus dudas partían de una cuestión taxonómica: «Éramos como omnívoros intentando llevar una dieta vegetariana o vegana. Pensamos que quizá el problema estaba en la etiqueta: quizá necesitamos sacar adelante una campaña que reconozca a la gente que está reduciendo el consumo de carne y huevos a diario, en vez de culparles de no ser “perfectos”».
Como el fundador del movimiento reducetariano, el 10% de los estadounidenses ha sido alguna vez vegetariano o vegano, según un estudio reciente. Kateman vive en un país en el que solo uno de cada cinco vegetarianos mantienen su decisión. Los otros cuatro -el 84%- vuelven a comer carne en algún momento.
Ante estas cifras, Kateman se planteó buscar una alternativa que fuera más inclusiva y que abarcara a la inmensa cantidad de personas que quieren dejar de comer carne y, por cuestiones de salud o por presión social, no lo consiguen o no pueden hacerlo de golpe.
Ya existían los flexitarianos, pero a Kateman no le parecía que compartieran objetivos, a pesar de que sus motivaciones pudieran ser las mismas: si bien los primeros comen carne de manera esporádica, los reducetarianos aspiran a reducir su consumo poco a poco, con el objetivo de dejar la carne algún día. El reducetarianismo es una actitud, pero también un proceso.
A raíz de aquella conversación, nació Reducetarian Movement, una página que trata de visibilizar el empeño de aquellas personas que se esfuerzan a diario por reducir el consumo de carne poco a poco. Tras esta página, surgió la idea de editar el libro The Reducetarian Solution. How the Surprisingly Simple Act of Reducing the Amount of Meat in Your Diet Can Transform Your Health and the Planet, que acaba de publicar TarcherPerigee en Estados Unidos.
The Reducetarian Solution consta de más de 70 ensayos originales escritos por diversos autores que exploran y explican cómo un acto tan sencillo como «reducir un 10% el consumo de carne puede transformar la vida del lector, de los animales y del planeta».
El libro cuenta con firmas como Seth Godin, Victoria Moran, Joel Fuhrman, Jeffrey Sachs, Bill McKbben, Naomi Oreskes, y el mayor referente de Kateman: Peter Singer. Esta antología se presenta como un diálogo en el que también participan autores vegetarianos y veganos. Incluye, además, consejos y recetas.
Kateman destaca pequeñas acciones cotidianas con las que el lector podría mejorar su salud y contribuir a mejorar el mundo, como «evitar comer carne en la cena si ya la has comido en el almuerzo; sistituir la tortilla con un revuelto de tofu; elegir un burrito vegano en vez de un burrito de ternera; declarar un día sin carne una vez a la semana».
Como un complemento del libro, Ruducetarian Movement ha organizado un congreso que se celebrará en mayo en Nueva York y que reunirá a reducetarianos de todo el mundo. Con ello, Kateman aspira a «traer perspectivas y tecnologías desde todos los rincones del mundo para explorar cómo crear un sistema alimentario más justo, sostenible y compasivo». La principal pregunta que marcará este evento mundial es «cómo podemos trabajar como individuos, organizaciones, comunidades o sociedades, para reducir el consumo de carne de manera sistemática».
Por ahora, Kateman considera que una buena forma de empezar consiste en reunir a cientos de personas para «debatir, profundizar y buscar soluciones».
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