Éstos son los espacios turísticos más sostenibles
Image: REUTERS/Michael Kooren
El turismo representa alrededor del 5% de la economía nacional, y se estima que dentro de ocho años dependerán de ese sector el 10% del PIB y casi el 11% de los empleos. Se trata de una industria clave en la diversificación económica, y las autoridades se han ocupado de proteger su futuro.
La quinta parte del territorio de este país es espacio protegido. Además posee una legislación muy avanzada en la armonización del turismo con las necesidades locales. Ésta permite que las comunidades tribales sean copartícipes del negocio, otorgándoles beneficios y una voz sobre los proyectos –fundamentalmente safaris– acometidos en sus tierras ancestrales. En tanto que propietarias de los terrenos, las tribus las arriendan a empresas que deben demostrar su capacidad de generar beneficios económicos, sociales y medioambientales.
A su vez, desde 2013 la caza deportiva en esos recintos está prohibida. Ello supone un modelo sin parangón que ayuda a que se rehabilite la fauna nacional, pero también priva a Botsuana de un negocio tan éticamente deplorable como lucrativo. En este sentido, la apuesta del país por la sostenibilidad es arriesgada: si el turismo acaba decayendo como consecuencia de la prohibición, la caza podría volver a permitirse –la furtiva, por su parte, sigue al alza–.
Botsuana tiene además un sistema propio de certificación que se concede a los operadores que se adhieren a los cinco principios básicos de la Estrategia Nacional para el Ecoturismo, lanzada en 2002, y que se basa en minimizar los impactos negativos del turismo y en el respeto al patrimonio natural y cultural del país.
El país cuenta con dos espacios incluidos en la clasificación internacional de referencia Green Destinations. Uno es la región del delta del Okavango, que incluye cinco parques nacionales y alberga a la mayor población mundial de elefantes. El segundo destino es la Reserva Selinda, uno de los santuarios de fauna y flora mejor conservados de África, gestionado por una organización de ecoturismo centrada en la preservación de los recursos naturales y en el apoyo a las comunidades afincadas en su territorio.
Pocos países del mundo cuentan con un territorio tan vasto y prístino. Son dones naturales que Canadá quiere aprovechar de forma sostenible.
La estrategia turística federal se guía por una serie de principios sostenibles que inciden no sólo en la preservación de los espacios naturales, sino también en la protección y promoción de la amenazada cultura indígena y en el desarrollo rural. Gracias a ese enfoque sostenible, las autoridades esperan que la contribución del turismo a las cuentas nacionales pase del actual 4,6% a superar el 5% en 2025.
Canadá cuenta con cuatro espacios en la lista de los Green Destinations, por encima de sus vecinos norteamericanos –Estados Unidos tiene tres, México uno–. Uno de estos espacios es el parque nacional de las Cataratas del Niágara. Si bien la parte estadounidense no goza del mismo reconocimiento, el flanco canadiense destaca por la buena gestión de un lugar paradigmático y sometido a flujos turísticos muy intensos, así como por la preservación de la cultura local del entorno.
Otros espacios incluidos en la clasificación se sitúan, por el contrario, en zonas mucho más remotas e inaccesibles al turismo de masas. Es el caso del Great Bear Rainforest, que ha conseguido acoger a un creciente número de visitantes sin comprometer la supervivencia del oso Kermode –una especie única en el mundo– ni perjudicar el modo de vida de las aproximadamente 27 comunidades indígenas radicadas en su territorio.
Canadá encabeza otras clasificaciones de turismo sostenible, como la elaborada por National Geographic. Tres destinos canadienses figuran entre los 10 primeros: los parques nacionales de Kootenay y Yoho, en la Columbia Británica –ambos son considerados como ejemplos de gestión de espacios naturales inmaculados–, y la península de Gaspé en Quebec –donde destaca el ritmo respetuoso de la industria turística local y la preservación de especificidades culturales de la zona–.
Más conocida por su polución y desastres medioambientales, China no es el primer lugar que viene a la mente al pensar en turismo sostenible. Sin embargo, es uno de los países que más intensamente colaboran con la Organización Mundial del Turismo (OMT) en la implantación y evaluación de destinos turísticos perdurables.
El territorio chino alberga ocho observatorios de turismo sostenible de la OMC, más que ningún otro país del mundo. Estos centros se encuentran en algunos espacios paradigmáticos y de alto valor ecológico y turístico como Yangshuo, en la China meridional, famoso por sus formaciones kársticas, pero también en megaciudades como Chengdu –la cuarta urbe más grande del país–. Igualmente, hay un observatorio en Changshu, una pequeña ciudad de provincias famosa por sus jardines, o Xishuangbanna, una zona tropical que es además un crisol de distintas etnias nacionales. Estos centros se dedican a vigilar el impacto que tiene el turismo y velan por su protección medioambiental y cultural según parámetros de calidad establecidos por la OMT.
A su vez, China es el país que más lugares tiene incluidos en la lista de espacios protegidos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Entre éstos se encuentran espacios tan icónicos como el Monte Huangshan –espacio en el que se ubica también uno de los ocho observatorios de la OMT–, catalogado como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
China es además el país asiático con el mayor número de espacios entre los Green Destinations. Uno de ellos es, nuevamente, el monte Huangshan, donde se ha hecho un esfuerzo por que el turismo favorezca a las comunidades locales y a sus productos. Otro de esos destinos, el condado de Yi, está invirtiendo parte de sus ingresos turísticos en el desarrollo de energías renovables. Por su parte, otro de los espacios clasificados, el parque nacional de la montaña de Sanqingshan, ha destinado parte de las ganancias a los artesanos locales del papel.
El turismo es un sector importante, que representa alrededor del 2,5% del PIB nacional. Las autoridades quieren que los ingresos derivados de esta industria lleguen al billón de dólares en 2020, convirtiendo a China en el primer mercado turístico mundial. Pekín ya está poniendo los cimientos para asegurar que sea un negocio rentable y duradero.
Ningún lugar del mundo tiene más destinos sostenibles en la clasificación de Green Destinations que los Países Bajos, con un total de 10 –ocho en el continente y los archipiélagos contiguos, y los dos restantes en los territorios holandeses del Caribe–. El país, a pesar de su territorio exiguo y de tener la mayor densidad de población del mundo, saca brillo a sus recursos turísticos gracias a una larga herencia en materia de concienciación medioambiental.
La aplicación de las políticas de sostenibilidad turística recae fundamentalmente en las provincias. Un ejemplo muy ilustrativo es el de Ameland, una isla del archipiélago holandés que figura entre los principales destinos sostenibles reseñados por Green Destinations. La administración insular se ha propuesto ser 100% autosuficiente por medio de energías renovables y es conocida por sus iniciativas de promoción de la cultura local (más concretamente por las visitas turísticas organizadas a su molino tradicional de mostaza). A su vez Ameland, junto a otros lugares de la costa holandesa, está incluido en la clasificación de destinos costeros sostenibles de la Coastal & Marine Union (EUCC).
El énfasis holandés en el turismo sostenible no se limita a los espacios naturales. Las autoridades se han preocupado de que también los destinos urbanos (que son los prioritarios, en términos cuantitativos) cumplan con criterios de sostenibilidad. Una prueba de estos esfuerzos es que Ámsterdam figura en el grupo de los 11 primeros destinos clasificados en el ranking de National Geographic, gracias a la excelente preservación de su núcleo histórico.
Tratándose de un sector importante para la economía nacional, con una facturación anual de 68.300 millones de euros y del que dependen 600.000 puestos de trabajo, el turismo está llamado a consagrarse como parte del ADN de la economía holandesa. Su ímpetu sostenible lo sitúa en una posición ventajosa para que esta industria mantenga su vigencia sin comprometer por ello los ecosistemas ni los modos de vida tradicionales.
Con un aporte anual superior a los 7.000 millones de dólares, el turismo es uno de los sectores más dinámicos de la economía chilena. Las autoridades son conscientes de esta fortaleza y de la necesidad de hacerla sostenible en su triple dimensión económica, social y medioambiental.
Chile cuenta con un plan nacional de desarrollo del turismo sostenible basado en el uso optimizado de los recursos ecológicos, la preservación de la biodiversidad y el respeto a los modos socioculturales de las comunidades anfitrionas (fundamentalmente las indígenas).
Tales escrúpulos son indispensables para garantizar la continuidad del negocio en un país que basa su oferta turística en el esplendor de sus parajes naturales y en la pervivencia de expresiones culturales únicas en el mundo. Las autoridades han reservado alrededor de 100 millones de dólares para el cumplimiento de esos objetivos en el periodo entre 2015 y 2018.
A su vez, el Servicio Nacional de Turismo (Sernatur) condecora con un sello de reconocimiento a los operadores turísticos privados que cumplan los criterios de sostenibilidad marcados por el Gobierno. El llamado Sello S está sujeto a estrictos criterios de evaluación basados en los parámetros establecidos por el Global Sustainable Tourism Council (GSTC) de la OMT. Actualmente hay 78 operadores que cuentan con el Sello S, distintivo que favorece además sus perspectivas comerciales.
Esos parámetros de preservación de realidades naturales y humanas únicas son lo que más se valora en los cuatro espacios chilenos que figuran en la clasificación de Green Destinations. Un ejemplo es Isla Grande Chiloe, la mayor isla del territorio nacional, en donde las autoridades y comunidades locales aprovechan los crecientes flujos turísticos para potenciar el negocio de la artesanía isleña.
Otro de los destinos privilegiados, Curacavi, ofrece un panorama bien distinto: no se trata de un lugar remoto, sino de una pequeña población en la región metropolitana de Santiago que potencia un turismo en sintonía con las costumbres locales de un espacio que, sin tales cuidados, podría quedar fácilmente subsumido en la expansión capitalina.
Por su parte, el parque nacional más conocido de Chile, Torres del Paine, figura en el décimo puesto de la clasificación de destinos sostenibles de National Geographic, aunque el aumento del turismo podría acabar llevando a un exceso de explotación en el futuro. Organizaciones como Sustainable Travel International están desarrollando proyectos en Torres del Paine para asegurarse de que parte de los ingresos turísticos se destinen a las comunidades locales o a reforestar ciertas zonas.
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