No importa si eres un portero o un CEO, esto es lo que realmente te hace un líder
Image: REUTERS/Yuriko Nakao
El liderazgo es el arte de la persuasión, el acto de motivar a la gente a hacer más de lo que nunca creyó posible en pos de un bien mayor.
No tiene nada que ver con tu título, con la autoridad o la experiencia.
No eres un líder sólo porque haya gente que te reporte a ti. Y tampoco te conviertes automáticamente en un líder al percibir cierto sueldo. Un verdadero líder tiene una influencia positiva sobre los demás. El liderazgo tiene todo que ver con la influencia social, y nada con el poder derivado de una posición determinada.
“Si tus acciones inspiran a los demás a soñar más, aprender más, hacer más y convertirse en más, entonces puedes considerarte un líder”, John Quincy Adams.
No necesitas siquiera que las personas te reporten para ser un líder. Un conserje puede influir a las personas a su alrededor y guiarlas del mismo modo que un director general. Del mismo modo, cualquiera puede convertirse en un seguidor, incluso si tiene una posición de liderazgo.
Si eres un esclavo del status quo, careces de visión o no motivas a las personas que te rodean para que sean mejores, entonces probablemente seas un seguidor. Incluso si tienes un título que ostente poder, las personas no te seguirán cuando vean esos comportamientos en ti.
Un ejecutivo importante que crea una burocracia innecesaria, se encierra en su oficina y evita interactuar con los demás de manera significativa no es más líder que un ingeniero en sistemas antisocial que se rehúsa a hacer cualquier cosa que no sea escribir códigos.
Por supuesto, la verdadera pregunta es: ¿eres un líder o un seguidor? Para conocer la respuesta, es preciso que te hagas un par de preguntas básicas. Piensa con cuidado antes de contestar cada una y pronto lo sabrás con certeza.
Los seguidores hacen su trabajo, pero no más. Sin importar qué tan buenos sean en su trabajo, rara vez se les ocurre ir más allá de sus funciones básicas. Por otro lado, los líderes ven sus descripciones de puesto como lo mínimo, la base sobre la cual erigen su grandeza. Los líderes añaden un valor extra cada vez que encuentran la oportunidad.
Los seguidores ven los talentos y logros de los demás como una amenaza. Quieren mejorar las cosas, y buscan apoyarse en otras personas para lograrlo. Son verdaderos jugadores de equipo, y no tienen miedo de admitir que necesitan de otros para fortalecerse en sus áreas de debilidad.
Los seguidores ven las limitaciones inherentes a cualquier situación; los líderes ven las posibilidades. Cuando las cosas se ponen mal, los líderes no pierden tiempo quejándose: están demasiado ocupados en encontrar soluciones para mejorar la situación.
Los seguidores se conforman con la comodidad del status quo. Ven al cambio como algo amenazante y lleno de problemas. Por otro lado, los líderes ven una oportunidad en cada cambio. Ya que buscan mejoras continuas, nunca tienen miedo de preguntar “¿qué sigue?”.
Con frecuencia, los seguidores dudan sobre si deben actuar o no, pues temen equivocarse. Pero los líderes no sienten temor de tomar una decisión, incluso si no están seguros de que sea la correcta. Prefieren tomar una decisión y equivocarse que ser víctimas de la parálisis de la indecisión.
Cuando cometen errores, los seguidores se apresuran a culpar a las circunstancias y a otras personas. Por otro lado, los líderes rápidamente se hacen responsables de sus acciones. No se preocupan por que admitir su culpa les dé una mala imagen, pues saben que evitar su responsabilidad los hará lucir peor.
Con frecuencia, los seguidores permiten que los obstáculos e imprevistos los saquen de su curso. Cuando algo sale mal, asumen que todo un proyecto ha fallado. Los líderes saben que habrá obstáculos en el camino y disfrutan los desafíos. Saben que incluso los mejores planes pueden tener problemas inesperados, así que, si llegan, los resuelven y siguen su camino.
Los seguidores están eternamente buscando la gloria. Los líderes son humildes. No permiten que la autoridad que tienen los haga sentir superiores a los demás. Así, no dudan en hacer el trabajo sucio cada vez que sea necesario, y no pedirán a nadie más que se haga algo que no harían ellos mismos.
Los seguidores se encuentran atrapados en la rutina diaria. Van al trabajo y completan sus tareas con tal de irse a casa al final del día y seguir con sus “vidas reales”. Los líderes, por el otro lado, aman lo que hacen y consideran su trabajo una parte sustancial de sus vidas. Su trabajo no es simplemente “a lo que se dedican”; es una parte importante de quiénes son.
Los seguidores sólo se sienten motivados por factores externos: el siguiente título, el siguiente aumento, el siguiente escalón en el estatus… Los líderes se sienten motivados desde su interior. No trabajan para conseguir una mejor posición social o para acumular más posesiones; se sienten motivados a ser mejores porque así son. Los líderes verdaderos siguen avanzando, incluso cuando no haya una zanahoria meciéndose enfrente de sus ojos.
Los seguidores se preocupan mucho por los títulos, ya sea por los propios o por los de las personas con las que trabajan. Siempre están pendientes de “quién está más preparado que quién”, pues no tienen la visión suficiente para crear un ambiente de liderazgo. Los líderes se centran en las cualidades individuales de cada empleado, independientemente de lo que esté impreso en su tarjeta de presentación.
Los seguidores se enfocan en lo que puedan conseguir de manera individual. Los líderes son jugadores de equipo, pues saben que la grandeza es una característica colectiva. Un líder sólo es bueno en la medida en la que puede tener logros a través de otras personas.
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