Así sería el mundo si hubiese un salario mínimo global de un dólar la hora
Image: REUTERS/Leonhard Foeger
En pleno debate en la Unión Europea sobre la crisis de los refugiados, la intensidad de la misma, que tan sólo ha cedido algo desde sus momentos más álgidos, ha supuesto un varapalo en intención de voto para algunos dirigentes. No obstante, desde las instituciones europeas, se preguntan cómo se puede evitar que semejante corriente migratoria vuelva a ocurrir, con las tremendas consecuencias de toda índole que todos conocemos.
Una idea que vamos a analizar en este artículo, porque puede tener un gran impacto positivo con un coste residual para el consumidor y los gobiernos europeos, es la posibilidad de instaurar un salario mínimo global de 1$/hora. A buen seguro que la medida tendrá sus fervientes seguidores, y sus airados detractores. Dentro de entrar en la rancia polémica de intervencionismo sí o intervencionismo no, desde El Blog Salmón les traemos hoy un análisis de los pros y contras de esta medida, pero también sobre posibles e importantes efectos colaterales que están pasando inadvertidos tanto a los creadores de la propuesta, como a los eurócratas que la están valorando en Bruselas.
Como pueden leer en este artículo del diario online El Español, la persona que promueve esta idea es el investigador y especialista en innovación social alemán Peter Spiegel (Wurzburgo, 1953), asesor del gobierno de Angela Merkel en Alemania. Como expone el artículo, la idea es muy simple, a la vez que potencialmente efectiva, y con un coste despreciable para Occidente. Spiegel popone instaurar un salario mínimo global de 1$/hora por trabajador. El alemán no peca de poco ambicioso con su revolucionaria medida, puesto que ha acudido incluso a Naciones Unidas para tratar de que su causa alcance el rango de derecho humano universal.
No obstante, la ONU es un foro en el cual este tipo de resoluciones llevan años, sino décadas, en ser acordadas. Pero nuestro sociólogo no se echa para atrás, sino que da un paso al frente y en paralelo está abordando con su idea a las autoridades europeas, en donde la crisis de los refugiados ha golpeado con dureza, y como consecuencia de ello sus dirigentes han tomado conciencia del potencial efecto positivo de este tipo de medidas. Como habrán leído, el propio presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha mostrado un gran interés en la propuesta de Spiegel, y está analizándola en detalle pues, según sus propias palabras, debía "estudiarla de cerca", lo cual indica inequívocamente que hay posibilidades ciertas de que se ponga en marcha al menos en Europa.
Los datos que aporta el artículo son interesantes desde el punto de vista socioeconómico, empezando por la comparativa de que en Bangladesh la hora de trabajo alcanza un mínimo actual de apenas 30 céntimos de dólar, mientras en España alcanza algo más de 3 dólares. Por otro lado, si bien en los países menos desarrollados la implantación de la medida supondría una auténtica revolución socioeconómica, su impacto económico en Occidente sería casi insignificante: unos vaqueros de marca de media cuestan unos 69€, y el impacto del a medida tan sólo los elevaría a 70,30€.
Como decíamos antes, las más altas instancias europeas están muy interesadas en la revolucionaria idea, y están analizando en detalle con vistas a su potencial futura implantación. La reciente (e inacabada) crisis de los refugiados, y la factura política que ha conllevado en algunos países, hace que en Europa seamos muy conscientes de la necesidad de contener los movimientos migratorios contemplándolos desde una nueva perspectiva. De hecho, en Europa incluso se están planteando la posibilidad de lanzar un Plan Marshall para África, por lo que la idea de Spiegel no ha podido caer en mejor caldo de cultivo para poder hacerse una realidad.
Como último punto de la exposición de los datos de la entrevista de El Español, Spiegel abogó por la implantacion de su propuesta de manera análoga a como se implantaron los estándares medioambientales del Viejo Continente. En la actualidad ya hay multitud de estándares medioambientales para los productos que consumimos en Europa. Europa es el primer mercado del mundo, y las empresas no pueden permitirse el lujo de ignorar el mercado europeo. El nuevo estándar social se aplicaría a toda compañías que pretendan importar a Europa, exactamente de la misma manera en que se hizo con los estándares medioambientales de la Unión, que además han demostrado empíricamente ser neutrales para la libre competencia.
Pero como nuestros lectores saben perfectamente, en El Blog Salmón rara vez nos detenemos en el análisis más superficial, y no nos quedamos en las consecuencias socioeconómicas más evidentes. Sabemos que les tenemos acostumbrados a un análisis detallado de las medidas económicas, llegando hasta las últimas consecuencias que nuestras mentes sean capaces de imaginar (no todas, que, como siempre les digo, la "bola de cristal" tampoco la tenemos nosotros).
Efectivamente la medida en términos generales sería revolucionaria y aportaría enormes beneficios para los países menos desarrollados, a un coste prácticamente nulo para los países desarrollados. Esto es así por la misma desigualdad que Spiegel dice pretender atajar: un incremento de coste que es a todas luces despreciable para el consumidor europeo, resulta en un incremento sustancial de los salarios y las condiciones de vida de los trabajadores de los países menos desarrollados. Hasta aquí todo es de color de rosa, y en todo lo anterior un servidor aplaude una medida bienintencionada, sin apenas coste, con grandes beneficios, y que frenaría los flujos migratorios masivos construyendo una barrera de contención económica en los países de origen, en vez de un muro en las fronteras de la Unión Europea.
No sé si es que un servidor tiene como meta para sus análisis la mayor objetividad posible, independientemente de la conclusión que más me gustaría alcanzar, pero ¿Alguien se ha parado a pensar en las consecuencias de segunda ronda de esta medida? Visto lo visto, parece que tanto los que promueven la idea como las autoridades europeas, tan sólo se han preocupado por el impacto directo en los flujos económicos entre los países productores y los países-mercado de la Unión. Ése es el único caso que aplica a los estándares medioambientales, pero para el caso del nuevo estándar social, la principal diferencia con las regulaciones medioambientales estriba en que el impacto de los sociales transciende la relación directa Europa-Países en Vías de Desarrollo.
Esa diferencia viene por el hecho de que, en el caso medioambiental, el que lo cumple vende a Europa, y el que no no. Pero en el caso social, aunque la idea primigenia sería la exactamente la misma, no se puede cometer el error de bulto de ignorar los flujos económicos que los propios países en vías de desarrollo tienen entre sí, y que se articulan en base a las diferencias de costes de mano de obra entre diferentes países. Se lo explico con más detalle en un ejemplo para que puedan entender con mayor claridad lo que trato de exponerles.
En la época de efervescencia de la globalización, recuerdo una entrevista a un importante ejecutivo de un conglomerado empresarial chino. El periodista le preguntaba que, en términos de deslocalización, para Occidente no habría gran diferencia en costes laborales entre deslocalizar a China o a La India: las diferencias entre el coste aproximado (de por entonces) de 1$/hora del trabajador chino apenas implica impacto frente al coste de 0,60$ correspondiente al trabajador indio. El empresario chino, muy acertadamente, hizo notar que, efectivamente, para una empresa occidental esta diferencia apenas es relevante, pero que el periodista debía tener en cuenta que, para una empresa china, deslocalizar producción a su vez a la India suponía unos ahorros de coste en personal de nada más y nada menos que el 40%. De hecho, en aquellos años, la tendencia en políticas deslocalizadoras era que las empresas occidentales deslocalizaban su producción a la tan de moda China, pero luego China a su vez deslocalizaba su producción a La India.
Si ahora con el estándar social elevamos de golpe costes como el de Bangladesh de 30cts a 1$/hora, indudablemente esto va a afectar a su economía, pudiendo incluso llegar a perjudicarla, y no por los europeos precisamente, sino porque muchas empresas textiles chinas (o de otros países emergentes) que han establecido allí sus centros de producción de menor valor añadido, van a ver cómo ya no hay ahorro de costes alguno por deslocalizar a Bangladesh, y se irán del país, volviendo a su natal China ante la equiparación de los costes.
Los impactos reales y finales de este tipo de medidas tan relevantes no deben ser nunca dados por sentados ni analizados a la ligera. Y no se confundan, en absoluto estoy tratado de menospreciar una idea que, en principio, es creativa e innovadora, además de potencialmente beneficiosa. Lo único que trato de transmitirles con este análisis es que los sistemas socioeconómicos son muy complejos, y dejando los análisis en la mera superficie, se corre el tremendo riesgo de acabar sufriendo desastrosos efectos indeseados. Desde estas líneas lo único que un servidor reclama a las autoridades europeas es un análisis mucho más detallado de los posibles efectos adversos de esta medida, que, dicho sea de paso, gustosamente haríamos desde estas líneas salmón, pero lamentablemente, tanto la necesidad de hacer un análisis profundamente econométrico, como la multinacionalidad de los datos comerciales a tener en cuenta, exceden los medios de que disponemos nosotros.
A buen seguro que en Europa disponen del acceso a datos mucho más concluyentes al respecto, así como la posibilidad de constituir de todos los equipos de técnicos especialistas que el tema requiere. Tan sólo les animamos a no tomar decisiones tan relevantes sin tener los datos necesarios en la mano. Por muy bienintencionada que sea la medida, puede acabar trayendo el efecto contrario al deseado. La socioeconomía es un sistema tremendamente complejo e interrelacionado, en el que influyen multitud de variables. Recuerden aquel famoso Efecto Mariposa de Lorenz, por el que el simple aleteo de una mariposa en las antípodas, puede acabar desencadenando un huracán al otro lado del planeta. Efectos imprevistos siempre va a haber, a nadie se le exige adivinar un futuro siempre imprevisible, pero que, por lo menos, las decisiones se tomen con todos los datos disponibles (y obtenibles) en la mano.
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Kimberley Botwright
11 de noviembre de 2024