La reinserción de los niños soldado en Oriente Medio

Internally displaced Syrian children who fled Raqqa city stand near their tent in Ras al-Ain province, Syria January 22, 2017. REUTERS/Rodi Said      TPX IMAGES OF THE DAY - RTSWUCG

Image: REUTERS/Rodi Said

Omer Karasapan
Middle East and North Africa Region\'s Knowledge and Learning Coordinator, The World Bank

El problema de los niños soldado es una desgracia moderna de larga data. Se creía que este fenómeno, que alguna vez fue lo habitual, que fue documentado en el mundo clásico y que prevaleció hasta el siglo XIX, estaba desapareciendo lentamente con el surgimiento del Estado-nación. Sin embargo, en la actualidad, se observa en casi todos los continentes y en casi todos los conflictos, aunque rara vez entre las milicias formales.

Es imposible obtener cifras totales e incluso las Naciones Unidas (ONU) ya no entrega números precisos de los niños involucrados. Según Nick Scarborough, oficial administrativo de Child Soldiers International, “todas las cifras que citamos son estimaciones, e incluso no se dispone de números para todos los conflictos... Sin embargo, el hecho que siete ejércitos nacionales y 50 grupos armados hayan sido incluidos por el secretario general de la ONU en una lista de las partes que reclutan y usan a niños indica la persistencia y severidad del problema”. La mayoría de los niños soldados son varones, especialmente en Oriente Medio, pero en todo el mundo se calcula que alrededor del 40 % de los niños reclutados son mujeres, las que son especialmente vulnerables a la violencia sexual y otras formas de violencia.

En el Cuarto Convenio de Ginebra se estipula que el “reclutar o alistar a niños en las fuerzas o grupos armados constituye un crimen de guerra en cualquier conflicto armado”. En el año 2000, el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño elevó a 18 años la edad mínima para el reclutamiento y la participación directa en conflictos armados. Desde 2012 ha sido ratificado por 123 países. Pero el progreso ha sido lento. En la Resolución 1612 aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que estableció un mecanismo de supervisión y presentación de informes, se señala que aún queda mucho por hacer al respecto en esta agenda, sobre todo porque la mayoría de los abusos atroces son cometidos por actores no estatales.

En Oriente Medio, todas las partes involucradas en los actuales conflictos han sido acusadas de usar niños soldados, estando especialmente en riesgo los desplazados por la fuerza. Los casos documentados incluyen a las milicias chiitas en Iraq, los grupos rebeldes contrarios al régimen como el Ejército Libre Sirio, las milicias sirias favorables al régimen, así como las unidades chiitas afganas reclutadas bajo supervisión iraní e incluso con el Hezbolá del Líbano. En la guerra en Yemen también participan niños soldados, y ellos son “usados” además por el Partido de los Trabajadores Kurdos (PTK) en Iraq y las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) en Siria.

Pero el uso de niños soldados por parte del Estado Islámico (EI) es el que ha atraído la mayor atención, no solo por la notoriedad de este grupo, sino por la función destacada que tienen los “cachorros del califato” del EI en la narrativa interna y externa de la agrupación.

Se dedica mucha atención en los medios de comunicación occidentales y en general a la utilización de niños como ejecutores o terroristas suicidas, una práctica empleada conscientemente por el EI para insensibilizar a los niños e iniciar una brutal “nueva normalidad”. Sin embargo, “la presencia y participación de los niños en la propaganda del Estado Islámico se extiende más allá de la violencia extrema. Prácticamente a diario, se presenta a los niños en múltiples contextos, desde ejecuciones altamente publicitadas y campos de entrenamiento hasta ferias de memorización del Corán y caravanas de predicación (dawa)”. A través de un proceso de selección entre la enorme población infantil que tiene bajo su control, el EI elige a sus “cachorros”. Muchos son secuestrados o huérfanos como los yazidíes y otros, pero “un porcentaje cada vez mayor de niños se une al EI como resultado de un proceso de preparación en el que el EI infunde un sentido de compromiso y camaradería”. Según un estudio este proceso se compone de varias fases: “a partir de los datos disponibles en la actualidad, (hay) seis etapas de socialización de los niños en el EI, a saber seducción, instrucción, selección, subyugación, especialización y emplazamiento”. Algunos son hijos de familias extranjeras que han ingresado voluntariamente en el territorio del EI, poniendo de relieve otro fenómeno singular: los niños soldados que se alistan con el consentimiento de sus familias, lo que incluye a familias locales que apoyan o están desesperadas por obtener beneficios monetarios u otros.

Para el EI, los niños no son solo carne de cañón como suelen ser los niños soldados, sino que son parte de una visión de largo plazo y un reconocimiento de que el esfuerzo actual por construir un califato podría fracasar frente a una abrumadora presión militar. Un combatiente del EI resume esta idea, señalando que: “Nosotros creemos que esta generación de niños es la generación del Califato... la doctrina correcta se ha implantado en estos niños. A todos les encanta luchar en aras de la construcción del Estado Islámico”.

Con la inminente derrota del EI en Mosul y Raqqa, surge la pregunta de cómo volver a integrar a la gran masa de niños bajo su influencia, así como la cuestión más difícil relacionada con la reinserción de los “cachorros”. De acuerdo a Mia Bloom de la Universidad Estatal de Georgia “esto requerirá un nivel de coordinación y creatividad que no se ha observado en ningún programa de lucha contra la radicalización hasta el momento... haciendo necesario un enfoque multifacético que aborde el trauma psicológico sufrido por los niños y... la reeducación de modo que puedan desaprender las distorsiones de la fe islámica (del EI)”. Las familias suelen desempeñar un papel crítico en la reintegración, sin embargo en estos casos los familiares podrían haber sido facilitadores y los niños tendrían que ser separados de ellos, aumentando el trauma.

Además de los “cachorros”, será necesario también rehabilitar y reintegrar a miles de otros niños soldados, cualesquiera que sean sus afiliaciones. Dado que las amenazas del EI y otros grupos similares tienen un carácter global, la respuesta al desafío de la reinserción debe ser mundial, movilizándose fondos y conocimientos en todo el mundo. De lo contrario, solo se facilitará el surgimiento de una nueva generación del terror.

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