5 inquietudes que dejó el Foro de Davos
Image: REUTERS/Ruben Sprich
Como cada principio de año, se llevó a cabo la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, la cual convoca a 3 mil líderes de negocios, políticos, intelectuales, periodistas y jóvenes que discuten los asuntos que más presión generan al mundo. Con la temática “Liderazgo Receptivo y Responsable”, el Foro tuvo la intención de pedir más compromiso y sensibilidad a los líderes del mundo, pues han fallado en escuchar a las personas que lideran.
Entre más de 200 conferencias, aquí comparto cinco inquietudes que fueron parte de las discusiones del Foro, cuyos efectos, agendas y seguimiento suceden a lo largo del año.
El último lustro ha tenido como protagonista a la desigualdad, tema que ha producido Premios Nobel, libros best sellers, documentales, y sobre todo, un debate sobre la estructura del sistema económico mundial. Si bien se reconoce que son muchos los ingredientes del debate, el amasamiento de capital por parte del 1% más alto y la falta de oportunidades son elementos permanentes.
El 3% de la población mundial con mayor riqueza ha conseguido recuperarse al nivel donde estaba antes de la crisis, pero el otro 97% sigue luchando por lo mismo. Estos temas pasaron desapercibidos para varios líderes del mundo, quienes vieron que las elecciones de 2016 terminaron siendo un manotazo de quienes se sienten “perdedores” de la globalización para que se haga algo con los empleos desplazados por la tecnología y el modelo económico que los ha excluido.
Si bien la cuestión de la desigualdad no ha sido del agrado ni atención de diversos líderes del mundo, hay una amplia coincidencia de que el populismo sí les es un problema, pues pone en juego muchas de las reglas e instituciones que ya se daban por sentadas, y donde encontrar la solución es la parte más divisoria del debate.
Se pueden encontrar cuatro fenómenos inherentemente complejos, que al entrelazarse forman un coctel exclusivo:
El mundo vive en un mejor estado general que en otras generaciones, pero relativamente, existen menos oportunidades para las clases media y trabajadora del mundo desarrollado. Más aún, las personas tienen aspiraciones legítimas a querer vivir mejor, pero la demanda rebasa la oferta de oportunidades que el gobierno y las organizaciones pueden crear, por lo que las expectativas y posterior decepción, son altísimas.
Mientras cada movimiento populista es único, todos comparten un desdén generalizado por las élites, cualesquiera que sea la definición y las prescripciones económicas y políticas que promueven. Sin embargo, el error que diversos tomadores de decisión, políticos y medios de comunicación cometen, está en la definición de qué caracteriza a un populista y qué no –recordemos el episodio de Obama declarándose populista en la cumbre trilateral de Norteamérica-, y de tachar a los seguidores de los populistas como “ignorantes, flojos” o con calificativos peores. Es por ello que pidieron más esfuerzo intelectual en caracterizar un populista y espíritu de inclusión para reconocer las manifestaciones de grupos desfavorecidos como válidas, legítimas e inclusive necesarias.
La hiper-conectividad y las redes sociales nos están dividiendo en vez de unirnos. Existe más presión por actuar rápido, por lo que la democracia representativa se debilita y la toma de decisiones es cortoplacista. El 2016 nos mostró que las personas confunden opiniones con hechos, y rápidamente aceptan evidencia que confirma nociones preconcebidas o convicciones prejuiciosas.
Superar las grandes barreras: Entre oriente y occidente; entre generaciones; entre ricos y pobres; y entre personas que tienen acceso al conocimiento y las que no.
Además, están convencidos de que la sociedad tiene que ser optimista, exigiendo mejores resultados a sus líderes autocomplacientes y buscando formas de encontrar soluciones a la desilusión colectiva. Las medidas tienen que ser organizadas, prácticas y pragmáticas, no tanto alrededor de creencias o recetas, para que las personas sigan teniendo aspiraciones, sueños y acceso a oportunidades.
Mientras el debate en 2016 fue sobre si la recesión continuará y por cuánto tiempo, si estamos en una distorsión de los mercados, o si la victoria del Brexit y de Trump tendrían consecuencias desastrosas, la verdadera lección de economía fue que los bancos centrales se dieron cuenta que tener independencia de los gobiernos no es suficiente, sino que también requieren armonía y trabajo conjunto en las políticas monetaria y fiscal.
Las tareas próximas serán que las políticas monetarias se transmitan a la economía real y que la ola desregulatoria ayude a la economía en lugar de perjudicar. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, las economías como Japón y Europa crecen mejor de lo esperado, mientras que Latinoamérica saldría en 2017 de su recesión de dos años.
Estados Unidos crecería en el corto plazo, por lo que las tasas aumentarán gradualmente, evitando que el dólar se encarezca innecesariamente. El billete verde ha emergido más fuerte de lo que era antes de la crisis financiera: el euro se ha debilitado, el yen japonés se está depreciando, el renminbi chino está amenazado y otras monedas son demasiado pequeñas para tener influencia significativa en la economía global. El dólar es un dolor de cabeza para diferentes economías, y lo empieza a ser para los mismos Estados Unidos.
Por otro lado, los países latinoamericanos enfrentan una larga lista de tareas pendientes para impulsar el lento crecimiento: estimular la innovación, abordar la desigualdad, la informalidad y la corrupción, mejorar la educación y crear instituciones. El problema es que el sobre-diagnóstico ha llevado a la “circularidad” en la conversación, pues estos desafíos están identificados hace mucho tiempo y no recomendaciones adecuadas para cada contexto estatal, nacional y regional.
Donald Trump fue “el elefante en el cuarto” que estaba en cabeza de todos, generando incertidumbre y ansiedad. Hubo consenso en que planes como el de infraestructura son buenos, pero que las políticas financieras y económicas de Trump son impredecibles y algunas de las ideas de su administración no han sido probadas. A pesar de las controversias, ha generado confianza en los mercados y los consumidores.
Con todo y eso, hubo un reconocimiento que las luchas más fuertes de Trump serán en el interior de los Estados Unidos y que los cambios de fondo de los que ha hablado, tardarán tiempo en suceder. Por ejemplo: las órdenes ejecutivas trumpistas más comprometidas se están litigando en diferentes instancias y cortes, siguiendo el mismo modus-operandi que se usó para dejar sin efecto las órdenes ejecutivas de Obama, mientras que la política fiscal -que tardará casi todo el año en reformarse- será controlada por los republicanos, al tiempo que la política monetaria ya es controlada por los demócratas.
El Presidente de China dio un rotundo voto de confianza al libre mercado y el comercio global en su discurso inaugural, hecho que fue visto como una forma de pedir seriamente que China lidere el mundo. Más aún, fue surreal que Estados Unidos se manifieste contra el libre mercado y que China sea la que lo defienda.
Rusia, y especialmente China, están tratando de ocupar todos los espacios internacionales en los que EE.UU. ya no tiene interés -desde hace semanas-: cambio climático, comercio, cooperación internacional, ayuda humanitaria, financiamiento de infraestructura, derechos humanos, promoción de la marca país, entre otros.
China será capaz de mantener su impulso de desarrollo, pero la clave del éxito no será el ritmo de crecimiento, sino su calidad. Para ello, necesitará reformas a las empresas estatales e inversión extranjera a dos avenidas. La clave para China es una reforma estructural real y profunda. Pero por mientras, ya alzó la mano.
El crecimiento de la automatización y la economía de las plataformas están cambiando la naturaleza del trabajo y alimentando la agitación política. La tecnología está creando nuevos puestos de trabajo, pero los nuevos empleos no estén llegando tan rápido como otros están desapareciendo.
Muchos miembros de la fuerza laboral no están preparados para los nuevos empleos. A doce meses de la presentación de la 4ª Revolución Industrial, quedan claras dos cosas:
El cambio crea nerviosismo, y dicho cambio cada día más rápido y trae efectos más profundos. Hoy está dejando fuera a personas que en otra época no hubieran sido excluidas, por lo que cada la gente sin trabajo ya no está nerviosa, sino aprehensiva y desesperada.
En la mayoría de los países, los gobiernos no están haciendo lo suficiente para cerrar la brecha de habilidades y alinear la fuerza de trabajo con las futuras oportunidades de empleo.
No es el comercio sino la tecnología la que está desapareciendo los empleos que tanto reclaman los votantes en las urnas. Igualmente es cierto que se calcula que en países desarrollados desaparezcan 5 millones de empleos por automatización y se creen apenas 2 millones en las áreas STEM.
Pero para los próximos 12 meses, será aún más importante ver el tema de la 4ª Revolución Industrial con más amplitud, digestión y visión de oportunidad. Por ejemplo, nos ha hecho darnos cuenta que los humanos somos mejores que los robots en liderazgo, creatividad, habilidades artísticas, percepción sensorial, capacidades cognitivas, procesamiento de lenguaje nativo, capacidades sociales y emocionales y en algunas habilidades físicas.
se han identificado ciertas tecnologías claves, que les empiezan a llamar “las Fabulosas Cinco”: Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas, Robótica, Impresión 3D y Realidad Virtual. Lo sorprendente es que estas áreas de innovación han existido por mucho tiempo, y ciertos avances desencadenaron nuevo potencial.
En síntesis, el mundo ha estado aquí antes, pues las tres revoluciones industriales anteriores condujeron a niveles de vida más altos y crearon más empleos. Estamos en una oportunidad única de que las mega tendencias de hoy nos permitan alcanzar mañana una sociedad más efectiva, saludable y sostenible.
El Foro de Davos se abrió a los jóvenes a partir del 2011, año en que la Primavera Árabe mostró que las redes sociales y las juventudes tendrían un peso en la organización social mundial que no se había visto en décadas. Si bien nunca se ha invitado al Foro a más de 50 jóvenes del mundo, cada día resultan más vitales para que las y los líderes no pierdan el contacto con los sueños, valores y proyectos de las generaciones que vienen detrás.
Diversos estudios reflejan que los jóvenes tienen menos poder adquisitivo que el que tenían sus padres a su edad; en muchos casos también tienen menos oportunidades, pero igualmente son la generación más preparada en la historia y los primeros que crecieron con una computadora en su casa. A pesar de sus circunstancias, son optimistas de cara a su futuro, quizá más de lo que las otras generaciones los ven. Son la generación que votó en contra de Trump y del Brexit, y los que prefieren comprar de compañías que aporten soluciones a problemáticas sociales específicas.
Sus valores llegan a ser distintos a los de otras generaciones: mientras las generaciones anteriores valoran empleos con alta paga, nivel de expresión y de responsabilidad, los jóvenes prefieren que su empleo tenga flexibilidad de horario, un profundo significado, dé una sensación de realización y tenga buena compensación económica.
Con las inversiones adecuadas en educación y desarrollo de programas de aprendizaje para jóvenes, América Latina podría aprovechar su bono demográfico para saltar al desarrollo. Sin aprovechar dicha ventaja, la región podría ver un creciente número de "refugiados digitales", excluidos de la economía futura y el mercado de trabajo.
La conclusión de la aportación de los jóvenes es fascinante y terrible a la vez: El promedio de asistentes a Davos es de 55 años, mientras que los jóvenes de entre 20 y 30 años son apenas el 1.7% de asistentes a la Conferencia. La mayoría de las y los jóvenes que fueron a Davos este año son emprendedores sociales o líderes de la sociedad civil que están proveyendo nuevos modelos de innovación social sostenible.
En 30 años, la generación de jóvenes podría dominar la asistencia de una Cumbre que se anticipa, cambie en sus formas y agenda, y quizá en sus objetivos. Pero en ese tiempo, habrá otra juventud, con otros valores, que también exigirá que le pasen el balón o meterá la pierna para quitárselos.
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