8 hombres poseen la misma riqueza que los 3.600 millones de personas más pobres del mundo. Debemos reequilibrar nuestro modelo económico.
Image: REUTERS/Omar Faruk
Winnie Byanyima
Undersecretary-General of the United Nations; Executive Director, Joint United Nations Programme on HIV/AIDS (UNAIDS)Sólo ocho personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre y vulnerable de la población mundial, 3.600 millones de personas. Ya ni siquiera podemos hablar de "personas", porque estos ocho afortunados son todos hombres.
El año pasado, desde Oxfam afirmamos que 62 personas poseían toda esta riqueza y ahora podemos afirmar que son sólo ocho hombres. No es que estemos siendo grandilocuentes: los últimos datos sobre la distribución global de la riqueza apuntan a que la mitad más pobre de la humanidad posee menos riqueza de la que inicialmente se pensaba. De haber contado con estos datos el pasado año, en lugar de 62 personas habrían sido nueve; nueve hombres.
Las consecuencias de esta brecha entre una afortunada minoría y el resto son perceptibles en todo el mundo, pero son las personas más pobres quienes se llevan la peor parte. Y, sí, has acertado: la mayoría de ellas son mujeres.
Mientras las fortunas combinadas de estos ocho hombres equivalen a la riqueza de 3.600 millones de personas, una de cada nueve personas se acuesta cada noche con hambre. El ritmo vertiginoso al que los más ricos acumulan cada vez más riqueza podría dar lugar al primer "billonario" del mundo en tan sólo 25 años y, sin embargo, una de cada diez personas gana menos de dos dólares al día.
Estas cifras son algo más que estadísticas: son indicadores de un modelo económico que ha olvidado a las personas y está acabando con las perspectivas para lograr un futuro más justo y próspero, un futuro mejor.
Publicado en víspera del comienzo del Foro Económico Mundial 2017 en Davos, el último informe sobre desigualdad de Oxfam muestra cómo funciona un modelo económico profundamente injusto y ofrece soluciones para reequilibrarlo.
El informe describe cómo las grandes multinacionales, dirigidas por "súper ricos" y con el respaldo de Gobiernos, eluden o evaden el pago de impuestos, devalúan los salarios de sus trabajadores y los precios que se pagan a los productores y reinvierten cada vez menos en sus empresas con el único fin de maximizar los beneficios que van a parar a sus adinerados accionistas. Nuestros líderes políticos parecen ser presa de los intereses de esta afortunada minoría y son muchos los ejemplos que demuestran cómo la élite millonaria se guía por su propio interés para obtener beneficios a toda costa.
La riqueza no "gotea" hacia los pobres. Oxfam lo sabe. El FMI lo sabe. El Banco Mundial lo sabe. Las personas pobres siempre lo han sabido. Pero cuando los Gobiernos persiguen el crecimiento del PIB a toda costa, promueven una economía exclusiva que desposee a cientos de millones de personas afectadas por la pobreza, la enfermedad, los abusos laborales y la miseria.
Y no parece que el botín que se embolsan los más ricos sea fruto exclusivamente del trabajo duro. Existen pocas evidencias de meritocracia en la fortuna que han acumulado los más ricos. Más de la mitad de los milmillonarios del mundo ha heredado su fortuna o la ha acumulado gracias a su participación en industrias en las que la corrupción y el nepotismo son prevalentes.
La buena noticia es que no tiene por qué ser así. Existen soluciones innovadoras, razonables y prácticas para corregir estos errores. Es posible lograr un modelo económico que funcione para el 99%. Ya hace tiempo que se precisan estas soluciones y no cabe duda de que el año pasado esta necesidad sacudió el mundo de la política. Del Brexit al triunfo electoral de Trump y Duterte o la derrota del Congreso Nacional Africano (CNA) en Sudáfrica: la ciudadanía está manifestando su frustración.
Hemos de romper este círculo vicioso en beneficio de toda la humanidad. Habrá más que suficiente para todos y todas si logramos una economía que funcione para todas las personas y no sólo para una minoría. Sin embargo, si la actual tendencia continúa, los esfuerzos realizados para erradicar la pobreza estarán en peligro y viviremos en un mundo cada vez más violento e inestable en el que se considere menos valiosas a algunas personas (las más pobres, las mujeres...) que a otras.
El tema principal del Foro Económico Mundial de este año es “Liderazgo reactivo y responsable”. Los Gobiernos lideran el mundo, pero también las personas más ricas, y muchas de ellas estarán presentes en Davos. Juntos tienen un papel fundamental que desempeñar en la creación de un mundo en el que todos seamos afortunados, y no sólo una minoría.
Sí, esto quiere decir redistribuir la riqueza. Los Gobiernos deben frenar la concentración extrema de riqueza para acabar con la pobreza. Esto implica abordar la evasión y elusión fiscal, pero también incrementar los impuestos tanto a las grandes fortunas como a las rentas más altas de cara a lograr un sistema más equilibrado que genere los miles de millones de dólares necesarios para garantizar la inversión pública en sanidad, educación y creación de empleo.
Pero la redistribución no será suficiente. Es sólo un parche. Lo fundamental es cambiar nuestro modelo económico. Los Gobiernos deben dejar de esconderse tras las fuerzas de mercado y el cambio tecnológico. Deben gestionar nuestras economías proporcionando apoyo de forma activa a las empresas que den prioridad al impacto social, gestionando de forma consciente el desarrollo tecnológico, regulando los mercados con confianza y cooperando para evitar la carrera a la baja en la tributación empresarial y los salarios.
La humanidad cuenta con el talento y el ingenio necesarios para hacer un trabajo mejor. No tenemos que aceptar un modelo económico que no funciona simplemente porque algunas personas se hayan enriquecido gracias al statu quo. Eso no es democracia. Anteponer a las personas es posible y es lo más lógico desde el punto de vista económico.
Existen soluciones para crear un mundo en el que todas las personas prosperen y nadie quede atrás.
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11 de noviembre de 2024