Tecnologías emergentes

¿Cómo capacitarnos para la Cuarta Revolución Industrial?

Cristina Fonseca
Partner, Indico Capital Partners

En 2012, el 80 % de las ganancias de Apple provinieron de productos con menos de cinco años de fabricación. ¿Qué significa esto? El mundo está cambiando a gran velocidad y las mejores empresas tienen la capacidad de adaptarse. En términos empresariales, su ROI (Retorno sobre la Inversión) también se relaciona con el índice de adaptabilidad. La capacidad de adaptarse es algo que deberíamos contemplar a corto plazo para nuestras empresas y como métrica personal. ¿Cuáles son las bases que deben establecerse de modo que podamos adaptarnos a esta transición que se está produciendo?

Mientras que la gente habla acerca de la Cuarta Revolución Industrial, la mayoría de las empresas y las personas se esfuerzan por adaptarse a nuevos cambios tecnológicos y adquirir las habilidades necesarias para hacer frente a los cambios. Pero sabemos que el cambio es inevitable. A medida que transitamos por ciclos económicos, invertir en lo que siempre dio resultado no aumentará la producción, como ha demostrado la historia, y es por ello que la adaptabilidad es tan importante.

Regresemos en el tiempo para analizar transiciones pasadas. En la era agrícola, el papa y los reyes tenían el poder porque la tierra, el escaso recurso en ese momento, estaba distribuida entre ellos. Después de la Primera Revolución Industrial se produjo un cambio de la tierra al capital en términos de escasez, y los bancos se convirtieron en el operador dominante. En aquella época, los bancos tenían acceso a este extraño recurso e imponían condiciones a los reyes. Posteriormente, el conocimiento se convirtió en el factor restrictivo y las corporaciones se volvieron poderosas, porque lo controlaban.

En esta Cuarta Revolución Industrial se solicitan habilidades complejas en ámbitos caóticos. ¿Cuál es el escaso recurso hoy y quién tiene el poder? La respuesta es empresarios y personas que pueden solucionar problemas complejos, además de crear e inventar sistemas y procesos.

Mientras que la respuesta quizá no sea sorprende, desafortunadamente nuestras mentes constituyen un factor restrictivo. Observemos cómo ha cambiado el mundo en los últimos 10 años o cómo dichos cambios han sido tan diferentes con respecto a lo sucedido en la década anterior. Todo está conectado y se ha sido digitalizado lo más posible, si no está en vías de digitalizarse. Como resultado, el buen y mal conocimiento se difunde de manera instantánea, lo cual implica un cambio de poder de vendedor a comprador. Conocemos los productos, la tecnología base, el acceso a otros clientes y un megáfono siempre disponible llamado medios de comunicación social. Hemos oído hablar de los autos autónomos, la inteligencia artificial, los robots y la automatización, y aún nos esforzamos por visualizar cómo serán las cosas. Pensamos en términos lineales.

Tomemos un ejemplo sencillo para explicar cómo estamos programados para pensar de forma lineal. Desde el momento en que nace un pavo de Día de Acción de Gracias, todo acerca de su vida indica que las cosas solo mejorarán: nace en un entorno seguro, se lo cuida y alimenta todos los días. El mismo patrón se repite cada día y en el momento en que el pavo cuenta con la mayor cantidad de datos históricos para demostrar que su vida puede seguir mejorando, las cosas cambian. Llega el Día de Acción de Gracias y repentinamente ser un pavo ya no es tan agradable.

Empresas, sistemas políticos, educación; estos son solo algunos ejemplos de sistemas que están enormemente obsoletos. Todos fallamos en transmitir el mensaje correcto a aquellos que se esfuerzan por conservar sus empleos y reducir la volatilidad en sus vidas. Al prevenir los cambios tecnológicos y de innovación para que lentamente se integren en nuestras sociedades, solo estamos retrasando el impacto que estos tendrán. Combatirlos puede salvar algunos empleos hoy, pero causará más daño en el futuro. Los valores moderados de volatilidad son buenos, pero grandes volúmenes nos devastarán. Si continuamos comportándonos como si el mundo actual fuese el mismo que hace una década, el resultado no será prometedor.

Aunque el liderazgo responsable implica conocer la transición que enfrentamos, los responsables de tomar decisiones aún no logran incorporar volatilidad e implementar cambios en las organizaciones actuales y la sociedad en general.

Mientras que la duración media de una carrera es alrededor de cinco años, todavía debatimos cómo salvar nuestros empleos en lugar de volver a capacitar gente. No podemos defender modelos donde la gente se organiza en secciones y silos funcionales, cada uno en su propio interés, protegiendo sus ideas o solucionando sus propios problemas. En algunos casos, a una empresa le toma mucho más tiempo reunir a los responsables de tomar decisiones en una sala que prepararse para enviar un producto. Las ideas pueden venir y vendrán de todos lados, y la gestión se desarrolla mediante la comunicación, con autoridad y permisos como clave para dominar otras. También debemos tener en cuenta a los expertos, quienes dirán lo que no puede hacerse, en lugar de aportar las ideas más innovadoras. Los líderes deben eliminar los obstáculos para la iniciativa empresarial y el estigma relacionado con el fracaso. La colaboración, el aprendizaje colectivo y la experimentación deberían ser incentivados en todos los niveles.

Cuanto más tiempo pasamos en nuestras carreras o empresas sin variación o aleatoriedad, mayor es el riesgo subyacente con el que contamos. Lamentablemente, esta es aproximadamente la forma en que nos acercamos a esta transición entre los ciclos económicos, intentando reducir la volatilidad y el cambio en nuestras vidas en la mayor medida posible.

Los empresarios son quienes lideran esta aceleración del cambio impulsado por la tecnología, y una de sus principales características es la adaptabilidad. Una vez más, lo que funcionó en el pasado ya no funcionará después de este período de transición. Como sociedad, debemos poder enseñar y aprender cómo adaptarnos. Esta debería ser una de las métricas más importantes para el negocio y las personas, a medida que se desarrolla la Cuarta Revolución Industrial.

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